Septeto Turquino, de Santiago, junto a bailadores, durante el Matamoroson 2012. Autor: Miguel Rubiera Publicado: 21/09/2017 | 05:24 pm
Santiago de Cuba.—Ante los acordes soneros del septeto Turquino nadie puede resistirse. En tres décadas, la formación musical santiaguera ha estampado una manera peculiar de interpretar el género que defienden.
Es que el grupo que lidera Rolando Ferrer nos invita a un viaje único donde la trompeta y el tres ofrecen pasajes exquisitos, y el uso de la tumbadora les es ya una apropiación antológica.
De ahí el reconocimiento hecho por el recién finalizado Festival Matamoroson y la Dirección Provincial de Cultura a la agrupación al concederle la placa conmemorativa José María Heredia, una distinción que recibiera igualmente la legendaria orquesta Chepín Chovén, fundada por Electo Rosell (Chepín), y el tresero Fernando Dewar, director del Septeto Santiaguero.
Porque el Matamoroson destacó ese reservorio raigal de nuestro panorama sonoro. Aquí se propició un intercambio singular entre los más nuevos y quienes ya tienen un sello dentro de ese estilo musical.
Espacios emblemáticos de la ciudad acogieron hasta el pasado domingo en sus escenarios, a los artistas de la ciudad y de la Isla que vinieron a compartir esos días de sonoridad.
Mientras el teatro Heredia presentó los grandes espectáculos, el Salón del son, la Casa de la Trova y la Casa del Caribe mostraron las diferentes maneras en que el son se manifiesta en grupos de pequeño formato como los septetos. Estos últimos no solo se presentan allí, sino que a la vez se desplazaron hacia los espacios de mayor concentración popular como el parqueo del propio teatro Heredia y la Ciudad Deportiva, para actuar junto a las orquestas Adalberto Álvarez y su son, Pupy y los que son son, Yumurí y sus hermanos, Cándido Fabré y su banda, la Original de Manzanillo y Anacaona.
El Caballero del son, presidente del comité organizador del evento, resaltó a Juventud Rebelde la idea de ofrecer al bailador un «mayor ambiente de festival al aprovechar el mayor número de áreas que tiene Santiago de Cuba».
Álvarez, a quien junto al maestro Frank Fernández le fuera concedida la distinción de Hijo Ilustre de Santiago de Cuba durante el evento, reconoció además la importancia del Matamoroson para los soneros cubanos, en quienes destacó la disposición de participar siempre en el evento, ya que es una posibilidad única de compartir escenarios con los colegas.
La Serenata Morena, que tuvo lugar el 6 de septiembre, devino uno de los momentos especiales de la cita santiaguera. En el Santuario a la Virgen de la Caridad del Cobre, músicos asistentes veneraron con su arte a la Patrona de Cuba, en ocasión de celebrarse el aniversario 400 de su hallazgo.
Una de los elementos sobresalientes del Festival fue la conexión existente entre los resultados de los estudios musicológicos y el quehacer de los artistas. El coloquio del Matamoroson demostró la trascendencia y vitalidad del género no solo a través de las investigaciones relacionadas con figuras cimeras del estilo, sino también con el acercamiento al hacer de los protagonistas más contemporáneos del son.
Para la musicóloga Maritza Puig, organizadora de este espacio, la visión de los investigadores ha sido muy abarcadora, «desde lo más tradicional hasta lo más contemporáneo. Acentuamos cada vez más la distinción del son sobre otros géneros que, aunque han estado emparentados con él, tienen una vida propia. Aquí hemos mostrado, por ejemplo, conferencias sobre el changüí y sus exponentes, algunos de ellos también con trascendencia en el son, como los guantanameros Chito Latamblé y Lilí Martínez.
«Otros enfoques detuvieron su mirada hacia las agrupaciones actuales constituidas por mujeres y que vinculan el son con el latin jazz, la trova, la guaracha», sentenció.
El son es eterno, ya lo han perpetuado compositores como Miguel Matamoros, Arsenio Rodríguez, Electo Rosell e Ignacio Piñeiro. Y qué mejor noticia que, para dejarlo oficialmente consignado, haya sido declarado patrimonio cultural de la nación precisamente en tierras santiagueras, su cuna natural.