Un grupo de más de 40 artistas decidieron llevar un pedacito de la Bienal de La Habana hasta el corazón de la comunidad. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:00 pm
EL parque, la farmacia, la bodega y la fachada de los edificios aledaños a las calles Ermita y San Pedro, del Consejo Popular Plaza, en el municipio de Plaza de la Revolución, resultan muy diferentes. No lucen, como es costumbre, los apagados y urgentes ropajes que impone la marcha de la cotidianidad.
Todos esos espacios fueron «asaltados» por un grupo de más de 40 creadores que, como parte del proyecto comunitario Artistas por el barrio, decidieron llevar un pedacito de la Bienal de La Habana hasta el corazón de la comunidad, hacer realidad algún que otro sueño y reavivar el supuesto de que todos podemos ser artistas.
El imaginario colectivo se constituye a partir de los discursos, las prácticas sociales y los valores que circulan en una sociedad. Con este punto de partida, el proyecto se propuso incidir en el universo de este consejo popular, mediante actividades creativas que involucraron activamente a los vecinos (niños, adolescentes, jóvenes y adultos), con artistas relevantes del contexto cubano contemporáneo.
Marta Bautista es una de las vecinas del consejo popular. Ella afirma que desde pequeña el anhelo de su vida fue pintar, por eso no dudó un segundo en sumarse a las labores artísticas de los participantes del proyecto, y con pincel en mano hizo de una pared el lienzo ideal para volver realidad su sueño. «Este tipo de acciones contribuye a la fraternidad entre personas disímiles, a la unidad del barrio y a la integración con el medio ambiente. Me siento muy feliz y entusiasmada porque estas iniciativas hacen que mi Cuba brille».
Por su parte, María Teresa González, artista grabadora que forma parte de los creadores invitados, ratifica que esta es la oportunidad de llevar el arte a la comunidad y su gente. «Muchas veces las personas escuchan hablar de la Bienal y no comprenden lo que eso significa, y este tipo de proyectos, que van al corazón de los barrios, hacen que todos se enteren y conozcan la maravilla que viene con la Bienal. Es además una alternativa para propiciar el contacto directo con prácticas artísticas sin llegar a ser populistas, porque se trata de que la comunidad vea el arte como una manera de realizarse y de elevar su conocimiento y calidad de vida».
Doce años de edad y unos enormes deseos de llenar de colores las fachadas de su cuadra tienen Carlos Javier Aroche y Brayan Rivero. Mientras desbordan las palmas de sus manos con pintura y esbozan el mar y la luna, confiesan que esta experiencia los ha motivado mucho y que tomarán clases para «dibujar como lo hacen los artistas que nos visitan».
A punto de comenzar sus labores como inspector de la campaña contra el Aedes aegypti se encontraba Luis Ángel Guédez cuando vio a la gente pintando un pedacito del barrio, y «quise hacer lo mismo, porque la Bienal es un momento para que todos nos sintamos artistas. Esta actividad ha sido muy buena porque permitió interactuar con el mundo de la cultura e intercambiar abiertamente con los creadores».
Los artistas trabajaron durante cuatro días en un amplio diapasón de procedimientos artísticos. Intervinieron en los sitios del vecindario y «buscaron lograr un espacio de confluencia y de valoración fuera de los circuitos tradicionales del arte para estimular la sensibilidad de esta comunidad y volcar su creatividad hacia la realidad social que les rodea».
Participaron en el proyecto una amplia nómina de artistas tales como Lázaro Medina y el proyecto pioneril Granma, el proyecto Huellas, Abenamar Bauta, Jorge Jacas, Manuel Vidal, Osvaldo Castillo, Joel Cabrera, Raciel Feria, Jeannette Brossard, Ronaldo Encarnación, Norberto Marrero, Sahily Borrero, Luis Lamothe, Roberto Rosabal, Salomé García y el grupo Sire Angola, entre otros.
Paulina Márquez, creadora y curadora del proyecto Artistas por el barrio, explicó que la esencia de esta idea era romper con la rutina de la comunidad y animar a los vecinos. «Estas propuestas comunitarias hacen crecer al artista y lo enriquecen como ser humano. También permite realizar una labor educativa y de sensibilización con el arte y el medio ambiente. Para mí estos han sido días felices que cada persona agradeció».
En estas jornadas de color y alegría también se materializó la hermandad entre creadores en pos de un bien común, y la presencia de los artistas Oandrys Tejeiro (Joa) y Gilberto Martínez, de la provincia de Santiago de Cuba, así lo confirmó.
Ellos coinciden en que asistimos a un momento en que el proceso artístico se revierte pues «llevamos espacios de creación diferentes a los de las galerías tradicionales y los integramos directamente a la vida del transeúnte. El arte no es algo estático, sino que se expande y motiva a los espectadores. Las paredes en blanco no dicen nada, sin embargo, una vez que se puso un poco de matiz sobre ellas y la gente comenzó a crear, la dinámica cambió, y con ella el entorno y el público».
Ángel Alonso, reconocido artífice, precisó que «la Bienal deviene simbiosis entre élites y sociedad. Con proyectos como este vemos cómo se puede descentrar el arte y darle movimiento, pero no desde una mirada colonizadora o de invasión, sino desde una perspectiva de fusión, solidaridad y colaboración.
«Hemos sido testigos de la disolución de eso que llamamos “ego del artista”, porque no hay rigidez ni diferencias entre unos y otros. Todos trabajan en función de responder al reclamo de las personas de que el arte llegue hasta las puertas de sus casas. Todos participan».
Tal vez por eso Rafael Escalona, de 73 años, inicialmente se alarmó cuando vio un grupo de muchachos cargados con latas de pintura. «Pensé que estaban ensuciando los edificios, pero luego me percaté de que los estaban embelleciendo y quedé sorprendido. Me ha gustado mucho el resultado del quehacer de ellos y también de los vecinos que contribuyeron. En cada obra veo múltiples significados y eso es gratificante. Estas ideas nos estimulan y mantienen viva la imaginación».