Lisandra Rodríguez, Lisandra Pérez y el maestro Ulises Hernández durante la premiación del Cubadisco. Autor: Cortesía de la fuente Publicado: 21/09/2017 | 05:10 pm
La Feria Internacional Cubadisco, la más importante de la industria discográfica de la nación, estuvo dedicada este año al son, un género símbolo de cubanía, que ha sobrevivido hasta nuestros días, mezclándose con las más novísimas tendencias musicales.
En la gala de premiaciones de la recién concluida edición no solo reconocieron a personalidades y artistas con una destacada labor creadora en el campo de la música cubana; también los jóvenes saborearon el placer de ver su obra premiada, entre tantos competidores. En el escenario del Karl Marx se escuchó la voz de los exponentes del rap y el rock metal, estilos que por lo general asociamos a la juventud, pero no fueron los únicos; en la categoría Música de concierto el premio fue para el disco Harold Gramatges, protagonizado por tres jóvenes pianistas, quienes lo grabaron cuando aún eran estudiantes del Instituto Superior de Arte (ISA).
Juventud Rebelde conversó con su productor Ulises Hernández, director del Lyceum Mozartiano de La Habana, y con dos de las pianistas, quienes además de contarnos sobre el disco compartieron sus inquietudes por la ausencia de una cultura de audición musical en la Cuba de hoy.
Desde su visión de educador, Ulises nos comenta que cada vez son más los alumnos interesados en el estudio de la música instrumental. Se desbordan en ganas de hacer y se empeñan en tocar repertorios más difíciles, pero no sucede lo mismo con el público.
«Yo amo la música toda y somos un pueblo de bailadores, incluyéndonos a nosotros también, pero hay que darle al público de todo, en la misma proporción, para que la gente conozca, aprenda y pueda elegir. Ocurre lo mismo con el lenguaje, si tienes un vocabulario muy amplio puedes conversar de cualquier tema, pero aun así se imponen las frases vulgares».
—¿Se pudiera hablar de un distanciamiento entre el público y la música instrumental?
—Siento que no existe una estrategia para crear o rescatar una cultura de audición musical. Vas a un lugar a comer y lo que tienen puesto es reguetón o salsa. Te das cuenta de que los códigos han cambiado, pero la culpa no es de las personas, sino de los medios de difusión que repiten las fórmulas que gustan, aunque no sean las más adecuadas.
«Ese divorcio ha roto el equilibrio; y hoy las personas no asocian otros géneros a determinadas actividades de la vida espiritual del ser humano. Uno tiene momentos de bailar, pero también de estar solo, reflexionar, o enamorar... Si no logras conectar estos momentos con la música instrumental, por ejemplo, porque es algo que no te resulta familiar, pues simplemente la rechazas».
La pianista Lisandra Pérez, de 24 años de edad, considera que esa sensibilidad hacia el género solamente la encuentras en un grupo mínimo que se reduce a los estudiantes, maestros, artistas o familiares y amigos que se acercan a ella por medio de los propios artistas.
Sin embargo, su colega Lisandra Rodríguez ha conocido a muchas personas, jóvenes en su mayoría, que están fuera de ese círculo y a las que les gustaría asistir a los conciertos, pero no se enteran.
«El problema no solo está en los medios de comunicación. Lo que ocurre con la Camerata Romeu o con Ars Longa es un ejemplo de la influencia que ejercen no solo los medios, sino también los escenarios donde nos presentamos. La estrategia de promoción de los conciertos desde las propias salas, la calidad y constancia de una programación son imprescindibles para lograr ese acercamiento que queremos. El público que asiste a la sala de conciertos de la Iglesia de Paula o a la Basílica Menor de San Francisco de Asís sabe que allí siempre va a encontrar una propuesta buena, en los horarios habituales, pero no ocurre lo mismo en otros lugares», especifica esta muchacha de 25 años, merecedora de premios nacionales y extranjeros en su especialidad.
«En provincia es mucho más complicado. Desde que me gradué no he podido hacer un concierto en solitario porque el teatro Sauto, de Matanzas, donde vivo, está en reparación y no hay piano de concierto en ningún otro lugar», nos confiesa Lisandra Pérez.
El maestro Ulises, como lo llaman sus alumnas, piensa sobre todo en los niños cubanos que van creciendo sin conocer este mundo, y desconocerlo, en su opinión, implica un estado de pobreza musical y espiritual preocupantes.
—¿Qué sienten cuando salen al escenario y se percatan de que hay demasiados asientos vacíos?
—Un concierto lleva meses de preparación, explica Lisandra Rodríguez, además de las largas horas de ensayo; estudiamos la época en la que se compusieron las piezas, la vida de los compositores y buscamos elementos que nos ayuden a vivir cada nota musical. Por eso es muy triste enfrentarnos a una sala de conciertos despoblada.
La joven pianista asegura que los eventos de música instrumental son baratos, asequibles y muy ricos musicalmente hablando.
«Nosotros tocamos para vivir ese momento, para que el público logre experimentar esas mismas sensaciones que siente el músico. Ese espacio no es de élite ni de un grupo específico, es un espacio que todos pueden comprender y disfrutar».
—Algunos tienen la impresión de que tocar música instrumental es una profesión bien remunerada...
—Como músicos bien preparados que somos, podemos conseguir un contrato, trabajar para el turismo o impartir clases. Pero ser músico instrumental no es una profesión bien remunerada, afirma Ulises Hernández.
«Las ocupaciones extra roban mucho tiempo de preparación y para un músico lo más importante es tocar lo que le gusta», dice Lisandra Pérez.
Ulises considera que el Poder Popular en las provincias y municipios prioriza a humoristas y agrupaciones más difundidas, en detrimento de quienes hacen esta música.
«Nosotros no tocamos contra taquilla. Si logras tocar en provincia es por la gestión de un amigo o porque el Centro de la Música de Concierto te hace un contrato. Es por eso que tienes que buscar otras alternativas.
«En este ir y venir, muchos artistas deciden quedarse del otro lado de la música instrumental. Tienes que amar mucho este género para permanecer fiel a él, porque te exige una tenacidad, un rigor y un entrenamiento diario, comparable con el ballet o el deporte».
—Me gustaría, Ulises, conversar ahora sobre el CD ganador del premio Cubadisco 2011 en la categoría Música de concierto.
—El disco Harold Gramatges es parte de un proyecto que le presenté a la productora discográfica Colibrí, con el que pretendemos rescatar la obra casi olvidada de los integrantes del Grupo de Renovación Musical, que en la década del 40 fundaron la Escuela Cubana de Composición.
«Uno de ellos fue precisamente el maestro Harold, quien desarrolló un extenso catálogo. Nos centramos en su obra para piano y escogimos las piezas que pudieran gustar, incluso a los que no están familiarizados con este tipo de música.
«Por eso están las Seis danzas antiguas, Tres preludios a modo de toccata, Estudios de contrastes, Sonera y Montuna, entre otras de las composiciones más apetecibles del maestro.
«Hay mucha cubanía en el disco, pero por momentos sientes el jazz, porque todos los preludios son de un virtuosismo y una agresividad muy jazzísticos, con una acentuación especial.
«En el fonograma tocan las tres pianistas: Lisandra Pérez, Lisandra Rodríguez y Yisel Rubio. También podrán escuchar la música compuesta por Harold para la obra de teatro Calígula, una pieza de cámara que por primera vez se pone en disco, esta vez bajo la dirección del maestro José Antonio Méndez y el Dúo en La b para flauta y piano que constituye otro de los grandes méritos de esta producción, pues es un estreno de grabación mundial».
—¿Cómo fue la experiencia de grabar un disco siendo aún estudiantes del ISA?
—Estábamos en segundo año de la carrera y era mi primera vez en un estudio. Grabábamos de noche para no afectar el horario de clases, que también nos exigía un programa de piano diferente al que estábamos montando para el CD. Fue agotador, pero disfruté cada momento, recuerda Lisandra Pérez.
Para su amiga Lisandra Rodríguez lo más impresionante fue tocar frente al propio Gramatges en los meses de preparación.
«Esa experiencia fue decisiva, porque aunque el maestro no pudo ver el trabajo terminado, pues falleció en diciembre de 2008, unos meses antes de que estuviera listo el disco, tocar frente a él me dio una seguridad tremenda durante los cinco días de grabación».
—¿Cuándo podremos adquirir el fonograma?
—Estamos locos por verlo en las tiendas, comenta Ulises. Colibrí, que es la productora, distribuye a través de EGREM o Bis Music, y son estas casas disqueras quienes lo ponen a la venta. Esperamos que el CD esté a disposición del público lo más pronto posible.
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