Entre el Quijote y el Principito. Autor: LAZ Publicado: 21/09/2017 | 04:59 pm
Desde hace casi dos meses, estoy operada de cataratas y de miopía, en ambos ojos. Preparé el trabajo, de la radio y del periódico, hasta enero, previendo lo que pudiera presentarse. Gracias a los doctores Capote y Noriega, y a los demás de ese equipo, del hospital Ramón Pando Ferrer, al fin he logrado ver perfectamente de lejos, claro está que aún convalezco, y necesitaré lentes para escribir y leer. No vayas a imaginar que se trataba de un deseo de andar a la moda —¿te fijas cuántas personas se someten a intervenciones de la vista en estos tiempos?— lo necesitaba de veras.
Apenas abro el correo; sin embargo, ayer, entre cadenas tontas e invitaciones para actos a los cuales no me es posible asistir, recibí este mensaje de alguien que no tengo el gusto de conocer, pero a quien mucho agradezco el envío de mi sección, y me pareció importante hacértelo saber: «Estimada Celima: Un lector de mi blog Desde Cuba, donde acostumbro a publicar su sección Palabras que van y vienen, me envió el siguiente comentario respecto al último artículo: “Saludos, Juan M. García: Quisiera aclararles, que no es ‘a las once’, sino ‘a las onces’, en plural, y significa que es la media mañana, después del desayuno y antes del almuerzo. Gracias por su atención, Rubén Darío Hernández P.». Por supuesto, también agradezco la oportuna aclaración, me encanta aprender todos los días algo nuevo.
La respuesta de hoy
Sí, como nos dice una lectora de Güines, resulta disparatado el uso de demasiado y de bastante en el ejemplo siguiente: «La fiesta estuvo bastante divertida, los niños la pasaron demasiado bien». Creo haber hablado de eso en ocasiones anteriores; bastante no califica lo que es muy bueno. Por otra parte, que yo sepa, nadie se divierte demasiado, ni es demasiado culto. Demasiado es lo que sobra.