La salida del videoclip Creo, de Baby Lores, ha desatado la polémica acerca de su sinceridad u oportunismo JR aporta un punto de vista interesante sobre el tema Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 04:52 pm
Siempre me han llamado la atención los mecanismos irracionales de la intolerancia. Ya sabemos que entre intolerancia e ignorancia existe una relación trabada, trabadísima; pero, de todas formas, la intransigencia despierta en mí curiosidad. Me gustaría examinarla por medio de un microscopio, a ver si entiendo sus resortes profundos.
En Miami las tendencias se polarizan. Según mi experiencia personal, recibo cada día más muestras de una generación de cubanos —nacidos allí o llegados de acá, igual— que renuncian a la política del odio, entienden como natural el diálogo, y abandonan, en definitiva, la traza cavernícola. En las horas posteriores al megaconcierto de septiembre, recibí correos de amigos que viven en Miami y que me escribieron emocionados por cuanto acababa de suceder en La Habana. La política del garrote, la mano dura, la falta de matices, no tienen el menor sentido para cubanos de nacimiento o de vocación que respetan una cultura y una voluntad de entendimiento. De otro lado están los paleolíticos que pasean aplanadoras sobre los discos de quienes vienen a cantar a Cuba, o llaman «bufón de la política oficial» a todo aquel que ha decidido permanecer con una postura crítica, reflexiva, honesta y expectante.
En tiempos como estos, algunos fenómenos internos me parecen no menos perniciosos, en tanto, siento, quisieran clonar esa política de la intransigencia y los fantasmas por todas partes. La suspicacia como pandemia.
Entre esos casos, la actitud sostenida frente al músico Baby Lores. Durante mucho tiempo, Lores insistió en un tipo de música ligera, apenas pensada, donde el joven aparecía como un símbolo sexual, una bomba de sensualidad; yo soy el tipo, mami, y similares. La mujer del carnicero fue el tema paradigmático (de los radiables; para no hablar de aquellos que debían circular «por afuera», subterráneamente) de un tipo de música caracterizada por el gancho fácil y las concesiones comunicativas, preocupada hasta el delirio por las listas de éxito, y donde el sujeto de los temas era más o menos el tamaño de la barra de pan que prefería la mujer del panadero. Lores sudaba simpatía al doblar esos temas, pero no mucho más. Había escasas cualidades culturales en esas propuestas.
Como para mucha gente, la experiencia del viaje fue determinante para Baby Lores. Se dio cuenta, con la cordura que propicia la distancia, de que hacía mucho tiempo no estaba siendo él; que estaba traicionando sus auténticas necesidades de expresión. Y, sobre todo, como gusta repetir, se encontró con «la frialdad». Se dio de cabeza con la frialdad y la indiferencia, y advirtió de golpe todo cuanto le circundaba en una realidad que él venía simplificando de una forma escandalosa, estruendosa por gusto. Grabó entonces un hermoso, agradable y cubanísimo tema con Roldán, el cantante de Orishas; gusta de hacer un dúo muy atendible con la intérprete Diana Fuentes; dialogó con artistas del calibre de Jorge Gómez; invitó a sus conciertos a músicos de la altura de José Luis Cortés, etc. Al tiempo, con la colaboración del fotógrafo Alejandro Pérez, grabó el videoclip Creo, un trabajo audiovisualmente correcto y sugerente, ni excepcional ni malo, donde Lores declara, a los cuatro vientos, las cosas en las que cree y por las que entiende es preciso batallar.
Cuando Creo fue analizado en la sección televisual El caballete de Lucas (análisis puntual que no voy a repetir aquí), la polémica se disparó, y publicaciones como La Calle del Medio, Esquife, y otras, han editado meditaciones de la gente, encontradas, sobre el enfoque del Caballete ante el video.
En alguna de esas opiniones vertidas (aclaro que todas me parecen interesantes y razonables), alguien no se explica las «enigmáticas» razones de Rufo Caballero para validar un video como Creo. Lamento que ahora, cuando todo tiende a personalizarse, tenga yo que confesar que no conozco a Baby Lores. Jamás hemos coincidido. Las «enigmáticas» razones de El caballete de Lucas tienen que ver con razones profundas, nada misteriosas: el respeto a que cada quien piense con cabeza propia y decida lo que estime preciso decidir. De otra parte: No participar de ese síndrome de la sospecha y de esa paranoia que, vulgarizando la semiótica, ven detrás de cada gesto, algo solapado.
Hoy se acusa de oportunismo a Baby Lores. Me pregunto: ¿Quién tiene el termómetro para determinar el grado de oportunismo que habita en las intenciones de cada artista, de cada persona? Creo me resulta sincero, honesto, pero, a lo sumo, puedo demostrar sus valores estéticos o menos; difícilmente, algo tan subjetivo como su «sinceridad». Ese no pasa de ser mi criterio. A la inversa, ¿cómo alguien puede demostrar, verificar, que Creo es oportunista, arribista, inescrupuloso? ¿Cómo? Eso tampoco pasa de la conjetura y de la perspectiva, de la especulación de cada quien. Claro, derecho tienen a pensar así quienes piensan así; lo que me preocupa es cuanto pasa, ahora mismo, por la cabeza de Baby Lores.
Cualquiera, situado en el lugar de Lores, diría fácilmente que «palo porque boga, y palo porque no boga». Algunos jóvenes me han contado que algunas discotecas muestran resistencia a pasar el tema, incluso a Lores, en general, bajo la sospecha del oportunismo. Cuanto me preocupa es que, mareados por la paranoia de la sospecha, por la suspicacia excesiva, Lores pueda pensar que, de hecho, lo estamos «invitando» a hacer lo que no quiere hacer. Esto tampoco debe sonar a excusa o a coartada cómoda: Al final, la gente hace lo que entiende pertinente, y punto; pero vamos, determinadas circunstancias pueden incidir sobre ciertas voluntades. Inciden, aunque no deciden. De nuestra parte no debe quedar.
Quienes alegan el oportunismo, recuerdan, es claro, los casos de más de una inconsecuencia. Se recuerda, particularmente, la dudosa imagen de aquella cantante de voz grave, sobreactuada la mayoría de las veces, que gritaba «¡Siempre internacionalista!», y seis meses más tarde vociferaba lo contrario en Miami. Era lo mismo cubana, que venezolana, que miamense; a conveniencia. Ella tenía una visión muy peculiar del «internacionalismo». Tomada por el paradigma de la sensualidad de la mujer cubana (por eso, entre otras cosas, son tan dañinos ciertos «modelos»), cuando un buen día esa cantante sintió su popularidad en caída, y se lanzó a probar otros mercados, de pronto había nacido en Venezuela, le encantaba Miami, etc., etc. ¡Eso sí que era globalización! O aquel otro que cantaba a la bandera y repetía que «la vida siempre es mucho más» y resultó que ese mucho más quedaba a millas de aquí. Cambio de palo pa’ rumba, irreflexividad, inconsecuencia, veleidad, vaivén; oportunismo, no ha sido lo que ha faltado. Lo hay aquí, y lo hay allá cuando aparece alguien que defiende su derecho a la pertenencia desde una óptica crítica nada complaciente y es tachado de inmediato de «bufón oficial». En todas partes cuecen habas.
La honestidad o el oportunismo; eso lo precisa el tiempo. El día a día. La consecuencia de la obra sostenida, no obstante los riesgos que se corran, no obstante los ataques festinados. Quiero pensar que Lores no se dejará presionar por las circunstancias, no precisamente favorables, y va a resistir del lado de cuanto él determinó con serenidad. Pero si mañana opta por cambiar de opinión, y ser uno más de los que se cambian de bando, bueno, pues que le vaya bien, y, como se dice ahora: Chao, pesca’o. Entonces, ni siquiera él podrá decir que Creo no fue un video valioso; a pesar de él, Creo seguiría siendo un video de una fuerza considerable, solo que cambiado por coyunturas muy otras. En ese caso, quienes hemos entendido el derecho de Creo a expresarse, no tendríamos por qué sentirnos burlados: no somos pitonisos, ni cartománticos, ni futurólogos, ni adivinos. Será el tiempo quien ponga las cosas en su lugar; y será Lores quien cargue con su conciencia, en un sentido o en otro. El futuro de Lores es el maletín de Lores; el nuestro es ser justos y honestos, nunca intransigentes y paranoicos por gusto. Integrar y aunar son oficios bastante más gratificantes que segregar, excluir, preterir.
Nada hay más patético que la inconsecuencia después de una declaración de principios tan vehemente como la de Lores en ese video. El músico tiene por delante la oportunidad de ser firme, y el tiempo premiaría su congruencia; o de ser patético en todas partes. Aquí y allá (allá, porque en el fondo jamás le perdonarían «la ingenuidad» de Creo).
Aunque, me temo, la decisión futura de Lores no depende solo de él. Depende también de nosotros. No debemos cerrar puertas solo por la calentazón de la sospecha. ¿Quién está dentro de la cabeza de Lores sino el mismo Lores con sus dudas, sus afirmaciones, sus convicciones, y su mirada azorada respecto a cuanto ocurre hoy a propósito de Creo?
Se aproximan las premiaciones de Lucas, siempre tan polémicas. Estoy convencido de que mis queridos y avalados colegas del jurado no premiarán a Lores. No me pregunten por qué, pero estoy convencido de que así será. Lores estará en el espectáculo, con toda la dignidad del mundo, interpretará su tema, y los jóvenes le prodigarán el recibimiento cálido que le han ofrecido siempre.
Esos jóvenes esperan ahora una cualidad «extra»: además de gracioso, sensual y buen músico, que sea vertical y serio. El enorme compromiso que el músico ha contraído constituye una responsabilidad real y simbólica. Los jóvenes, al recibirlo, esperan que Lores no los defraude con una idea sobre el mundo hoy, y otra mañana.
Lo aplaudirán, sin la menor duda. Y no por razones enigmáticas que fuera preciso desentrañar con una bola de cristal. Las razones transparentes tienen que ver con el respeto que merece todo aquel que se dispone a sostener sus criterios y sus juicios, a pesar de que los vientos no soplen a favor, o se muestren, a ratos, desconcertantes. Ahora que los mapas vuelven a cambiar de color, Lores seleccionó su paleta y la pregona, con su guapería elegante, sin pensar en consensos, adulonerías o pase de cuentas. La gente quisiera que esa transparencia y esa resolución acompañaran, bastante más que un rato, al hoy ídolo musical de la juventud cubana.