La Llave. GUANTÁNAMO.— El humor y la abogacía, sus dos profesiones aparentemente distantes, no son razones paradójicas para mostrarse versátil en cualquiera de los escenarios donde se desempeña.
Fuera del sugestivo personaje de La Llave en el humorístico televisivo de los miércoles, asoma la apariencia del hombre serio, incapaz de salir con una broma o mostrar atisbos de sus facultades histriónicas. Y es que para Miguel Moreno, apreciar la vida con múltiples visores le ha servido para nutrirse de todo aquello que le permita hacer un arte reflexivo, crítico y verosímil desde el teatro, la televisión o la radio.
Esta vez el diálogo con Moreno no fue para hablar de premios ni de concursos Aquelarre. ¿El pretexto?, los 15 años de carrera artística recién cumplidos por el humorista, quien ha visto, como se dice, volar el tiempo sin apenas darse cuenta entre el buró del bufete y el hacer reír.
La UNEAC en la provincia tuvo a bien festejar los tres lustros de fructífera labor de este actor, quien bajo el nombre de La Llave, abrió los corazones y entró a las casas de los cubanos gracias al programa Deja que yo te cuente.
—Al cumplir años nos planteamos metas, ¿cuál es el nuevo camino de Miguel Moreno?
—Trabajar más, sin abandonar el grupo Komotú, al que por lo general le escribo los guiones. Aunque la gente no nos vea en el teatro Guaso, nos presentamos en otras provincias, recientemente terminamos una gira.
«Tengo la responsabilidad, también, de escribir la sección del Taller, en Deja que yo te cuente, actualmente el único programa humorístico de la televisión, lo que me obliga a dedicarle más tiempo a ese trabajo».
—¿Cómo llegas a ese programa televisivo?
—La idea original del espacio es promocionar a los grupos y actores que se dedican al humor en toda Cuba, razón por la que invitaron a cada uno de los miembros de Komotú, y en esas oportunidades tuve que escribir los guiones y gustó mi manera de hacerlo.
«El programa necesitaba de escritores y me propusieron colaborar, porque a la dirección le agradó la idea del personaje La Llave, pues con sus características de propiciar conflictos se podía insertar en la historia de la empresa, como contrapartida de la gente que labora allí. Por ello actualmente escribo el guión de la sección del Taller».
—¿Cómo consigue un programa como Deja...., con un discurso humorístico de cierta forma irreverente llegar a la gente?
—No me gusta el calificativo de irreverente para definir el discurso humorístico del programa Deja que yo te cuente, porque sea cual sea el tema que tratemos en cada emisión (todos respondiendo a una línea definida de humor, que es la sátira social) lo hacemos con el mayor respeto no solo al público a que está dirigido, sino también respeto por los criterios que planteamos, todos fundamentados por nuestras experiencias personales o en el contacto con la gente. Y ese reflejo de la realidad que vivimos, muchas veces exagerada o remarcada, como es característico del humor que trabaja con la exaltación de rasgos o conductas para ridiculizar una situación o personaje determinado, es lo que el televidente agradece.
«Considero que el público es el mayor censor de una obra. No te perdona cuando dices o haces algo sin sutileza, sin un tratamiento sugerente que los lleve a pensar y a reflexionar, aun en los casos en que lo que digas o hagas sea lo que el público quiere escuchar o ver. El humor tiene una carga que se advierte por la inteligencia, y al destinatario del humor le gusta jugar con eso».
—El personaje de La Llave ha calado en el público cubano, sin embargo, no es el mismo de aspecto marginal que diste a conocer en el teatro, ¿por qué ese cambio?
—La Llave nació marginal. Era un individuo que tenía un pasado social muy desordenado, de bajo nivel de instrucción y cultural, pero con la intención de incorporarse a la sociedad. Un ser humano con muchas contradicciones que habla disparates por doquier.
«Cuando me proponen llevarlo para Deja que yo te cuente, entendí que debía cambiar su psicología, que podía funcionar como el subordinado extremista, el que establece el vínculo entre la empresa y el taller, porque no existía, hasta ese momento, un nivel superior que representara la entidad —no había surgido Lindoro Incapaz. A ellos les gustó el personaje. El tipo que va a inspeccionar, era, a mi juicio, lo que requería el programa».
—Sin embargo mantienes al La Llave marginal en el programa radial Que aparezca el nombre, de la emisora provincial CMKS.
—El programa fue una idea de la realizadora Marlene Salazar. En la emisora decidieron que fuera variado, como un show donde siempre llevan invitados, pero el humor es la base, ahí también aparece La Llave, pero el marginal, porque cuando empecé en Que aparezca el nombre, todavía no trabajaba en Deja que yo te cuente, de manera que decidí dejarlo así.
«Además, la psicología marginal de La Llave tiene que ver más para ese tipo de programa, aunque no es exactamente igual. En Que aparezca el nombre, el personaje ha evolucionado, sigue con bajo nivel, pero está más preocupado por asumir responsabilidades en la sociedad y es precisamente ese motivo lo que genera el humor: lo que él quiere hacer y la realidad no se lo permite».
—La radio es un medio diferente al teatro y a la televisión, ¿crees que el programa ha ganado popularidad?
—Pienso que sí, ha sido también una manera de reivindicar el humor por ese medio y, de cierta forma, lo hemos logrado, porque, incluso, ha propiciado que el público se acerque a la radio. No puedo brindar un punto de vista especializado, de crítico, pero sé que se escucha en la provincia y que son muchos los que asisten cada lunes, a las 5:00 p.m., a la grabación. La gente termina su jornada laboral y va para el teatro de la emisora provincial.
—¿Qué le aporta la televisión a tu carrera humorística?
—El teatro te permite la retroalimentación con el público, mayor libertad en el discurso y en la forma de expresión. En la televisión el lenguaje es muy diferente, aunque se pueden abordar iguales temas, debe ser de otra manera, porque es un medio masivo, educativo y político, la gestualidad requiere de mucha sutileza y en el trabajo del grupo Komotú, que realiza un humor muy verbal, ese elemento es muy importante.
«La línea del programa Deja que yo te cuente se basa en la sátira social, y esta coincide con la del grupo Komotú. En El taller, por ejemplo, parte de situaciones objetivas: en las empresas se dan esos problemas con jefes inescrupulosos, deficiencias, medidas disciplinarias que se aplican a los trabajadores... Mentepollo trabaja temas muy cotidianos, de una manera irónica.
«La elaboración del programa es colectiva, cuenta con dos asesores, con quienes realizamos el trabajo de mesa para lograr lo propuesto».
—¿Te esperan nuevos proyectos televisivos?
—La televisión te abre las puertas, de modo que mi gran proyecto televisivo sería hacer un programa con el grupo Komotú, mucha gente me lo sugiere. No obstante, el actual se mantendrá en la pantalla y mi proyecto personal deberá esperar.
—¿Piensas que la televisión es «la llave» del éxito para cualquier humorista?
—Posibilita que el artista sea conocido por mayor cantidad de personas, pero el éxito no depende de aparecer o no en ella, sino de que el artista desarrolle un trabajo que guste al público. No puedo decir categóricamente que esté echada la suerte de quienes no llegan, muchos artistas han tenido éxito y popularidad sin haber estado en ella, lo imprescindible es tener preparación y talento.
—En tu opinión, ¿cuál es el espacio humorístico que le falta a la Televisión Cubana?
—Aunque no soy un estudioso del tema, a mi juicio valen todas las formas en que el humor puede manifestarse, lo que debe predominar es la calidad y no creo que hayan temas específicos que estén totalmente vedados, sino que depende de la forma en que se traten. Mi opinión personal es que más que espacios en el humor, faltan buenos guionistas.
—¿Qué valoración tienes del humor que se hace en centros recreativos?
—No me gusta el humor que se hace en esos escenarios, pero ese es mi gusto particular... Para muchos es un humor fácil sobre la base del choteo burdo y el llamado «cuero» que ataca a las personas no por sus conductas, sino por la forma de vestir y la apariencia física, además de recurrir a obscenidades y a chistes en un solo sentido. Esto ha ido maleducando al público que asiste a los centros nocturnos. Sé de casos en que los propios gerentes o directivos de los centros les han sugerido o insinuado al artista que el humor que «funciona» en su unidad es ese que referimos en forma negativa. La situación ha cobrado dimensiones que parece que los humoristas se preparan solo para ese tipo de repertorio y hasta al teatro lo están llevando, eso no debe ser.
—¿Qué significa Komotú para Miguel Moreno?
—Si no fuera por Komotú hoy no estaría en la televisión, ni fuera merecedor del premio provincial de Teatro. Llegué al grupo porque quería experimentar algo en lo que me aventuraba desde mis tiempos de estudiante universitario, pero nunca pensé que llegaríamos tan lejos. El colectivo creó una forma de hacer el humor muy característica a partir de la sátira social y verbal.
—La familia, el bufete, Komotú, Deja que yo te cuente, Que aparezca el nombre, ¿cómo Miguel Moreno distribuye su tiempo?
—He podido llevar ambas actividades a la par siendo muy responsable en las dos profesiones: sábados y domingos escribo los libretos del programa y el resto de la semana lo dedico al estudio y a la abogacía, actividad que me retroalimenta, porque me aporta tanto para el personaje de La Llave como para redactar los guiones. En realidad es un asunto muy complicado.
«Tengo dos hijos, esposa y mucho trabajo, prácticamente no me queda nada de tiempo. De todas mis labores la que más me ocupa es el bufete, pero gracias a la dirección nacional y provincial de la institución, y a la oficina donde radico, puedo desempeñarme en lo demás. Hasta ahora no me han exigido escoger entre el humor o mi carrera como abogado, todo lo contrario, me apoyan. Me permiten grabar en La Habana y participar en las giras.
«La otra ayuda es, precisamente, de la familia. Mi esposa e hijos han comprendido el por qué me ausento de casa, a veces más de una semana. El poco tiempo libre lo dedico a la lectura y al estudio. Un abogado debe informarse, porque constantemente en el país cambian las leyes o resoluciones.
«Además, esa información me nutre, pues escribir una sección como El Taller es difícil, requiere conocer el sector empresarial, para entonces reflejar con verosimilitud los problemas de los centros laborales, porque de lo contrario, no es humor. O sea, mi tiempo es trabajo».