La actriz interpreta a la oficial Ana, en Historias de fuego. Foto: Martha Vecino Ulloa El análisis de la Televisión cubana en la formación y fortalecimiento de valores éticos en nuestra sociedad, fue un tema medular en las discusiones del recién finalizado VII Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Ahora mismo, mientras se prepara otro congreso, el octavo de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), a celebrarse el año próximo, pienso que esta combinación de eventos invita a la reflexión popular en torno a un valioso (y muchas veces pasado por alto) capítulo de nuestro quehacer diario: la representación en nuestras pantallas del papel de la mujer cubana en la sociedad y la defensa de sus valores humanos.
La valerosa acción de los cuerpos de bomberos, llevada en estos momentos a la televisión, me puso en contacto con una actriz que tiene muy claro el rol que quiere (y ha sabido) defender en pantalla desde hace algunos años: Ketty de la Iglesia, la oficial Ana de Historias de fuego que aspira a un puesto generalmente asumido por hombres, la Adela contestataria de La casa de Bernarda Alba, la madre soltera de Doble juego y la sobreprotectora de La cara oculta de la Luna; todos papeles disímiles pero asumidos con la misma sobriedad y entereza que la hizo merecedora del Premio Caricato 2007 y del otorgado en el Festival Nacional de Televisión 2008 a la mejor actuación femenina. Ketty es también la mujer cubana que va al agromercado, lleva a su hijo al círculo infantil, o sale a la calzada para ver cómo llega a un ensayo o a la Escuela Nacional de Arte, donde imparte clases de actuación.
—¿Qué puede aportar la actriz cubana a la sociedad actual?
—Mucho. Cuando el guión es bueno y los televidentes se ven en situaciones que les resultan familiares, podemos dar opciones, puntos de vista, caminos a tomar. Hasta podemos ayudarles a aclarar ciertas cosas, ampliar sus horizontes y darles solución a los problemas.
—Háblanos de Margarita, aquella madre sobreprotectora en La cara oculta de la Luna que removió tantas cosas.
—Mira, ese fue el primer personaje que interpreté luego que di a luz a mi hijo. Yo llevaba mucho tiempo sin trabajar y tenía vivencias emocionales acumuladas sobre el tema de la maternidad y lo bello que ello representa. Margarita era una mujer que cometió el error de meter a su hija en una urna de cristal, incomunicarla como si con ello no fuera a crecer nunca, y defenderla así del mundo exterior con el desconocimiento. Desdichadamente, en Cuba existen muchas madres así, pendientes de lo que piensan los demás, que no acaban de entender el valor de la comunicación y la confianza. La manera de proteger a nuestros hijos es abriéndoles las puertas de la relación, no cerrándolas. Creo que debe haber una comunicación incondicional en las relaciones familiares, porque esa es la base de la confianza. A partir de ahí todo tiene solución a tiempo. La realidad existe y hay que asumirla. Y los padres tenemos que ser capaces de darles recursos a nuestros hijos para que se puedan defender durante la etapa de la adolescencia y la juventud. La serie fue un suceso a nivel social y estoy convencida de que alertó a la familia cubana sobre cuál es el camino para poder enfrentar la realidad.
—¿Qué tal la mamá de Doble juego?
—Esa era una mujer inteligente, aunque un poco apagada, que tenía una relación bonita con su hija adolescente. Pero llevaba por dentro la carga y la culpa de que el padre de su hija era pedófilo y cumplía una sentencia en un centro penitenciario. Y esta madre, que era muy joven, no le dice la verdad a la hija, por temor a ser juzgada por ella. A pesar de ser una mujer firme, que ha sabido educar sola a su hija, no sabe cómo enfrentar esa situación. Aunque es una situación extrema, creo que, en cierta medida, todas estamos expuestas, como mujeres y como madres, a las dudas y a las equivocaciones, porque somos seres humanos.
—¿Y qué hay de esas mujeres que se enfrentan a situaciones machistas en sus centros de trabajo, como el caso de la oficial Ana?
—Ana es una mujer decidida, tiene muy claro lo que quiere, y dispuesta a luchar por eso hasta el final. Pero se enfrenta a que, por ser mujer y tener un hijo pequeño, no puede ser jefa de compañía. Es el caso típico de ser una mujer en ese medio y lo que ello implica. Sin embargo, hay muchas madres que son médicos y hacen guardias en los hospitales. Hay madres que son dependientas, camareras o recepcionistas de un hotel y tienen turnos de trabajo en la madrugada. En el caso de Ana, el hecho de que le nieguen el papel de jefa de compañía por ser una madre soltera parece ser una buena excusa para sus jefes, por la carga social que tiene la mujer y las responsabilidades que debe asumir en la sociedad, aparte del trabajo. En realidad, si la mujer tiene la capacidad profesional para asumir una responsabilidad determinada, entonces se le debe dar la oportunidad de enfrentarla.
—Los desnudos en la mujer suelen ser polémicos. ¿Harías alguno en televisión?
—Sería muy difícil. Hace unos días, en una escena de Historias de fuego, me di un beso con un compañero de trabajo. Al día siguiente tuve que soportar que un joven me dijera una grosería en la calle delante de mi hijo. Mucha gente no tiene la menor idea de lo que dice, y nosotras las actrices tenemos que enfrentar una vida social como todas las mujeres: vamos a la bodega, cogemos botellas, taxis, guaguas, y hacemos las cosas cotidianas de todos los cubanos. Soy una madre soltera, tengo un hijo pequeño y no estoy dispuesta a que él tenga que soportar ciertas cosas que se salen de los marcos del respeto. Hay televidentes muy educados que se me acercan de manera muy agradable, pero por desdicha no siempre es así. No es un problema de prejuicios. Yo me considero una mujer bastante atrevida, pero eso es una realidad que hay que tener en cuenta.
—¿Qué planes tienes para el futuro?
—Actualmente trabajo en una nueva teleserie que se titula Diana, dirigida por Rudy Mora. No sé qué propuestas puedan aparecer después. Cuando era más joven, lo único que quería era ser actriz, pero en estos momentos me interesa la pedagogía, transmitir y entregar lo que he aprendido en estos años; ser útil a las nuevas generaciones. La pintura también me da muchísimo placer. Quisiera pintar con más frecuencia. Tengo planes de hacer una exposición en diciembre, en el marco del Festival de Cine, junto con otros actores. Por el camino ya veré qué rumbo toman las cosas.