Gerardo y Dunia nos hicieron vivir en grande. Foto: Roberto Suárez Adentrarse en las palabras de Gerardo Alfonso y lo que transmiten sus canciones devino privilegio para quienes lo disfrutaron este jueves en la Galería Francisco Vázquez, del Periódico Juventud Rebelde.
Casi tres décadas de trabajo validan su arte, que trasciende generaciones y constatamos en esa suerte de oasis que nos regaló junto a la joven Dunia Correa. Canciones memorables que ya son parte del patrimonio de todos. Quisiera; Yo te quería, María, y sobre todo Sábanas blancas o Son los sueños todavía resultan temas obligados cuando se alude a este cantautor, fruto de una tradición musical muy arraigada en Cuba, la Nueva Trova.
Delimitado generacionalmente como un integrante del cuarteto de trovadores conformado por Carlos Varela, Santiago Feliú y Frank Delgado, Gerardo se siente un poco ajeno a las etiquetas que ya se manejan para hablar de este movimiento. A su decir, prefiere cantar sobre lo que vive sin sentirse cohibido porque lo sitúen en un período determinado o en un grupo social y/o musical establecido.
«Creo que es un error clasificarme generacionalmente porque, al igual que los jóvenes, aún tengo cosas que decir. Lo que varía es la manera en que asumimos nuestra realidad».
Para Gerardo, la trova es un movimiento artístico, no estrictamente político, que busca el mérito tanto en la forma como en el contenido, y se ha distinguido por la calidad de sus composiciones y su tendencia musical, aunque ahora se enriquezca con nuevas directrices y apropiaciones rítmicas; elementos que él no ha negado nunca dentro de su quehacer.
«Hay quien dice que el disco de un trovador, si no lleva guitarra, ya no es trova. Sin embargo, Miguel Matamoros, uno de los padres de la trova tradicional, introdujo en sus composiciones elementos de son que enriquecieron su música, lo que no significó que se desprendiera de su identidad trovadoresca.
«Actualmente la forma de concebir un trovador es más flexible, contrario a lo que sucedía en los inicios del movimiento, cuando su proyección era casi dogmatizada».
Gerardo Alfonso es un revolucionario. Apuesta por la innovación en la música para enriquecer su decir, por los cambios necesarios, por la palabra y el amor, por el arte como espada y la cultura como camino. Para él «revolución» es un fenómeno en constante cambio, versátil, capaz, trascendente y dúctil; como una rueda que eternamente consigue reafirmar su esencia: girar.
Tampoco se limita a la hora de componer e interpretar. Varios son los discos que aguardan entre sus manos o en su guitarra, como Diosas y dioses, La ruta del esclavo y La Cima, de los cuales ya ha comenzado a estrenar algunas canciones.
El reencuentro es seguro, la cita ya ha sido concertada para el próximo 16 de febrero en La Cabaña, en el contexto de la 17 Feria Internacional del Libro. El arte y Gerardo tendrán otra vez un espacio para trascender.