CONTRA LA EMOCIÓN
He pecado, Señor.
Esta mañana recité una alabanza
en los oídos de mi joven amante.
Llegué a rimar diez octosílabos
más de diez veces creo.
Lo hice con vehemencia.
El sonsonete de un antiguo italiano
me llevó hasta un soneto.
Intenté disuadirlo
mas salían en versos blancos
tan líricos
que decidí parar.
Y heme aquí, Señor mío,
atormentado.
No fui capaz de contenerme
y escribí un encendido elogio del paisaje
me arrobé ante los últimos reductos de la tarde
y lo peor
lo hice ante una ventana.
Este acto, Señor,
se ha repetido varias veces.
En las noches percibo el olor de un jazmín
y he corrido hacia él
lo he descrito con fruición.
Yo, bajo las estrellas del jazmín
espero que amanezca,
canto feliz de haber nacido
y al goce de los albos atributos del día
he compuesto mis salmos.
Salmos, Señor, he dicho.
A veces me he hecho acompañar de amigos
en estas deleitosas correrías.
Le he señalado los encantos del río que fluye hacia la mar
y he visto en sus miradas aguas enternecidas.
Los he inducido a la consternación.
Yo, Señor, lo confieso.
He usado en mis poemas las palabras
sublime, ensoñación, nostalgia, isla,
añoranza, criatura, pez, blanquísima...
Señor, el verbo amar
ha aparecido en todas sus conjugaciones,
en todos sus sinónimos.
A la vuelta, en el bosque, encontré
un cervatillo moribundo.
Y he llorado por él y por mí
y por todo.
He llorado, Señor,
Hoy he dispuesto mi arrepentimiento.
Debo autoflagelarme.
POETA QUE LEE A OTRO POETA
Cuando soy el poeta que lee a otro poeta
soy el subtexto
los espacios en blanco
los márgenes
las lindes.
Cuando soy el poeta leído por el otro poeta
soy la página en blanco
predispuesta.
Cuando me lee un poeta
se me olvida quien soy
pero jamás quién es.
Cuando leo a un poeta
se me olvida quién es
pero jamás quién soy.
Cuando no soy poeta
ni leo a nadie
debo ser el poema.
El poeta
debiera ser un mal lector.