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Antonio Machado por estos mares de Dios

Autor:

Juventud Rebelde

Para disfrute de los amantes de la poesía y de la lectura en general, la Editorial Arte y Literatura ha puesto a circular una nueva edición de las Poesías completas del gran poeta español Antonio Machado.

Nació Machado en Sevilla en 1875 y forma parte de la llamada Generación del 98, esa que vivió la España finisecular del XIX y los principios del XX, la que vio desmoronarse «el imperio donde nunca se ponía el Sol» y, luego, el desgarramiento de la Guerra Civil que sumió a la «Hispania fecunda» en la noche oscura del franquismo. De ahí que haya en su poesía y en su literatura toda, la contemplación a veces nostálgica, a veces analítica, de la España que fue, para lanzarse, ahora con una mirada introspectiva, a la indagación del presente, del futuro de la nueva nación: Hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza, / entre una España que muere / y otra España que bosteza. / Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón.

Como Unamuno, Machado es el perfecto agonista, el poeta —hijo de la lucidez— que adelanta en sus versos el desencanto por los destinos de su patria. Y a la vez, la rescata, la saborea, la huele, intenta salvarla, rescatándola en cada palabra, en cada imagen, retornando a su esencia, a sus raíces que no podría encontrar en otros sitios que no fueran su pueblo y su geografía espiritual.

El poeta le canta a su Sevilla, a sus patios con olor de azahar, de limonero, a la luz de las azules colinas, a la vendimia, a las fiestas de resonancias moriscas y gitanas, de rasgueos de guitarras y tablao. Pero también le cantará al frío cortante de Soria, donde vivirá una larga temporada, a sus árboles añosos y secos, a la árida meseta castellana, rica en tradiciones y personajes. Como Velásquez hace con el pincel, él pinta con palabras la España profunda, pinta sus toros, sus borrachos, sus hidalgos pasados de época pero no de glorias, las rancias ceremonias del catolicismo ancestral y el diálogo sincero con Dios.

El mar, también está presente el mar, el puente con el mundo exterior, con la España de ultramar, la que asume el poeta como hija y hermana, donde cifra nuevas esperanzas, y encuentra el brío de la raza. Por eso canta a Rubén Darío y por eso, ya viejo, con la carga amarga del exilio en sus espaldas le escribe a Juan Marinello: «Cuando vuelva usted a Cuba, querido Marinello, lleve Ud. un saludo cordial y un fuerte abrazo de mi parte a esos buenos amigos que hoy acompañan con su amor a la vieja madre. Dígales que, en efecto, cuantos aquí luchamos por la existencia de España, vendida, traicionada, invadida, en el trance más peligroso de su vida y más trágico y decisivo en su historia, agradecemos con toda el alma las voces fraternas que llegan a nuestros oídos y que, entre estas voces, la de Cuba alcanza una resonancia inconfundible en nuestro corazón, que ella nos alienta y conforta, que ella es compensación de muchos silencios, consuelo de muchas amarguras».

Machado muere en Francia en 1939, alejado de su patria pisoteada por el fascismo. Pero su bandera será recogida, y regresará a Cuba, y le dará la vuelta al mundo en la voz del joven Joan Manuel Serrat, quien nos ha regalado las hermosas y bien conocidas versiones musicalizadas de los poemas del sevillano: La saeta, Proverbios y cantares, Guitarra del mesón..., Las moscas, Coplas por la muerte de Don Guido, entre tantas otras.

Hoy regresa Antonio Machado en estas Poesías completas, con su verbo siempre vigoroso y cargado de futuro, como el brote de su olmo seco que nos devuelve la esperanza: mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida, / otro milagro de la primavera.

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