El cantautor Polito Ibáñez se presentó en concierto único el sábado 17 de febrero en el capitalino teatro Karl Mar, y para muchos de los presentes se trataba de un festejo por el Día de los Enamorados; para otros, la oportunidad ideal para ver y escuchar a su ídolo de nocturnidades tanto en el Malecón como en el parque John Lennon. Junto a su estelar banda con Hansel y Roly en las guitarras, Ruly en el drum, el Piti en los teclados y Yadiel en el bajo, Polo descubrió uno por uno sus nuevos temas y nos llevó, por casi dos horas, por los laberintos de su mejor poesía.
Terminado el concierto casi a las once de la noche y aún con lo agitado del mismo, accedió gustoso a esta entrevista en exclusiva:
—Polito, háblame de este reencuentro con tu público. ¿Qué te pareció el Karl Marx abarrotado?
—Definitivamente es muy bonito encontrarse con el público, y que la gente te responda tan bien. Me atreví a hacer varios temas nuevos y sentí que la gente estaba atenta a descubrirlos y deseosa de saber por dónde estaba yendo mi carrera en estos últimos tiempos. El resultado de estos encuentros siempre es interesante y estimulante, y me da otra vez cuerda para seguir, porque es una batalla muy larga, muy difícil.
—Vimos que se mantiene tu sonoridad aunque hay indicios de un estilo más pop-rock; hubo un piano acústico en el concierto. ¿Es una nueva estrategia para el venidero CD o será tu nuevo trabajo musical?
—Más o menos. En el nuevo disco voy a utilizar sonoridades un poco así, con piano solo, por ejemplo; otras con piano y guitarras; también guitarras con sonido más rock. Yo creo que el propósito fundamental es que cada sonoridad ayude a lo que está diciendo el texto, porque es obvio que es muy importante tener en cuenta la base, lo que subyace en la música. Estoy siguiendo esa idea, esa línea para poder lograrlo.
—En recientes entrevistas te he percibido un poco más introspectivo. ¿Polito Ibáñez está mirando hacia adentro de su vida o es pasajero?
—Sí, sí estoy volviendo hacia adentro, porque tengo la impresión de que cuando yo vivía ese proceso interior que se llama buscar un poquito lo que uno siente dentro, que no es más que lo que sienten muchas de las personas que te rodean, pues surgen canciones como Cada día, y ya viste la reacción de la gente, cómo la estaban esperando, cómo se convierte en un tema imprescindible en un concierto, y hoy eso quedó demostrado. Por ello ese regreso a mi macro o micro mundo podría ser un paso sabio, algo positivo, y también podría impulsarme hacia lo que pienso que es más importante: sacar de mí lo mejor y ponérselo a la gente.
—Esta línea introspectiva y romántica, por lo que dices, ¿se impondrá en tus próximos años y en tus discos?
—Va a ser para siempre. Llegué a la conclusión de que no es bueno traicionar lo que parece ser natural en mi persona, y es que sin llegar a elaborar procesos de análisis sobre aspectos que son profundamente conmovedores para mí, de alguna manera he descubierto que son conmovedores e importantes en la vida de los demás.
—En esa cuerda están composiciones tuyas, verdaderamente bellas, como Como nacen las hojas...
—Sí, canciones como esa y también como En nombre del amor, y mira qué distancia hay entre 1988 y 1997, los años en que las compuse. También te menciono temas como Cada día, Mientras, De lo bello y lo amargo... Son canciones donde yo realmente me siento más cómodo y donde logro, al parecer, esa armonía que es tan importante en algunos casos entre el texto y la música.
—Hoy la gente disfrutó y cantó, pero hiciste temas más para reflexionar. ¿A propósito, casual, dramaturgia del concierto...?
—No, todo a propósito, y nada de dramaturgia pensada para enganchar al público ni mucho menos; al contrario, puro riesgo más que nada. Yo sé que hacer esa cantidad de canciones nuevas y reflexivas pudo llevar a una parte del público —que evidentemente no vino al Karl Marx— a aburrirse. Yo creo que los que estuvieron en este concierto estaban dispuestos a pensar, a reflexionar sobre lo mismo que yo quería plantearles.
—¿Cuántos temas tendrá tu próximo disco?
—Doce temas, y espero que realmente no se termine llamando Mentalidad de surfing, sino Sombras amarillas...