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Gira por toda Cuba de Maracas y su grupo Otra Visión

El destacado músico, compositor, arreglista y productor Orlando Valle (Maracas) conversó en exclusiva con Juventud Rebelde

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Foto: Bernard Chauveau Mi hipótesis estaba errada. Pensaba que su precoz inclinación por la música, o su intranquilidad repiqueteando sobre cuanto objeto se atravesaba en su camino, habían conducido a que los suyos le pusieran por mote Maraca; o que todos presentían que seguiría el camino de sus hermanos mayores y como a fin de cuentas la güira seca con peonías también forma parte de ese mundo... Pero me equivoqué. Es otra la historia del apodo del súper flautista, arreglista, compositor y productor musical Orlando Valle, aunque quizá el hecho de que desde temprana edad lo llamaran así fuera una premonición de que su nombre «sonaría» por los cuatro costados.

«Cuando era un muchachito (de eso no ha transcurrido mucho tiempo), estaba muy delgado y con la cabeza llena de pelos. No había nada más parecido a una maraca que yo... Y empezaron a llamarme de ese modo, y se me fue quedando, lo cual sirvió para que en la escuela, donde todo el mundo era igual, me identificaran enseguida», cuenta entre risas este joven y virtuoso instrumentista, unas horas antes de emprender su gira por todo el país, acompañado por su grupo Otra Visión, con el que ha conquistado innumerables reconocimientos desde que dejara registrado su primer fonograma Pasaporte, en 1994, que se convirtió en el Disco del Año, o lo que era igual, Gran Premio EGREM. En lo adelante, sería imparable: Mejor Álbum Latin-Jazz en ese propio certamen por Fórmula Uno; dos años consecutivos como Mejor Álbum del Año en el Latin Beat Magazine Top-Ten Album of the year por Havana Calling y por Sonando, que a su vez resultó Premio Cubadisco en la categoría de fusión, suerte que también le sonrió a Tremenda Rumba, nominado al Grammy norteamericano en el 2003 y que fuera Mejor Venta en el Billboard Top 20 Latin Album... Y pensar que lo de la flauta fue una «carambola».

«Tenía como nueve o diez años cuando me dio por cantar. Una tía me escuchó y comentó “parece que el niño es de buen oído”. Mi hermano Osvaldo, quien ya tocaba clarinete y saxofón, al igual que Pedro, que son los mayores, pasó casualmente por el conservatorio Manuel Saumell, donde vio que habían abierto una convocatoria para estudiar música. Rápidamente vino a la casa y me preguntó qué instrumento quería tocar. Después de dos o tres días de indecisión le dije que guitarra, pero había como 60 aspirantes. Yo odiaba la batería, la trompeta tampoco me gustaba, para el piano tenía que empezar con siete años... El saxofón alto me atraía, pero ¿otro más en la familia? Así que me propusieron que me fuera por la flauta, y acepté sin saber a derechas a qué me estaba enfrentando.

«Al principio estaba un poco rebelde, pero después me empezó a atrapar. Años después, cuando tomé un saxo en mis manos para “quitármela” de encima, comprendí que era imposible borrar el camino recorrido con ella. Era como una prolongación de mi cuerpo, se había convertido en parte esencial de mi vida. Había descubierto que con la flauta me podía comunicar como si fuera una voz o un instrumento de percusión, un piano o una orquesta. Mira la cantidad de cosas que se podían lograr con una simple flauta».

—Después de formar parte de diferentes agrupaciones fundaste Otra Visión. ¿Cuál otra visión de la música cubana querías mostrar?

—Bueno, en algunos aspectos es la misma que presento hoy. El grupo surgió hace 11 años en momentos en que estaba en auge la timba o, mejor dicho, de la saturación de la timba. Y nosotros, que habíamos estudiado, que además habíamos tenido la posibilidad de tocar con Irakere, con Emiliano Salvador, no queríamos solo eso, sino también el jazz cubano, la música instrumental, la tradicional, el son, el danzón, retomar géneros como el changüí, el sucu sucu... Las ideas musicales que poblaban mi cabeza no eran exactamente las que estaban de moda. Y yo quería enfocar la música cubana contemporánea de otra manera, partiendo de nuestras raíces, tratando de rescatar y de mantener las tradiciones. Porque a ver, ¿por qué somos respetados en el mundo entero? Por lo que han hecho los grandes. No puedes partir ignorando a Benny Moré, a Matamoros... Tienes que estudiar lo que nos legaron, tocar con Frank Emilio, Tata Güines, Celeste Mendoza, Richard Egües, Changuito, Pío Leyva, Emilio del Monte... Aprender de ellos.

«Toda esta visión que te contaba era jazzística. Inicialmente éramos ocho haciendo latin jazz o jazz cubano, que no se nutren exactamente de lo mismo. Pero en nuestros conciertos la gente bailaba, escuchaba los coros, y hubo que evolucionar hasta sumar dos magníficos cantantes. Con el jazz hemos actuado en cuantos festivales existen, y en lo bailable hemos compartido el escenario con José Alberto El Canario, Johnny Pacheco, Tito Puentes... Incluso, el disco Tremenda Rumba fue visto por los especialistas y críticos como una innovación para la salsa, cuando esta empezó a estancarse, y todo se repetía».

—Pero, ¿qué es lo que más le interesa a Maraca?

—En verdad, no solo hacemos eso. También interpretamos música tradicional: sones montunos, guajiras, danzones... El mismo tema Descarga total tan moderno posee una base tradicional. En fin, que lo más importante es la música cubana. Ese es el centro. Por supuesto, conozco el jazz y la música clásica, pues la estudié 13 años hasta terminar el Instituto Superior de Arte, pero todo eso lo vuelco en la música cubana. Cuando uno participa en una jazz session, por ejemplo, y estás al lado de alguien como el trompetista Wynton Marsalis, el jazzista más reconocido de Estados Unidos, pierdes si no descargas con ese sonido, con ese sabor cubano. Sabes que de lo contrario eres uno más, un músico sin identidad.

—Se habla de que inauguraste una nueva línea en la interpretación de la flauta...

—Cuando en mis inicios escuchaba un tumbao de piano me decía: eso es muy fácil, sin embargo, en cuanto me senté para comprobarlo, me percaté de lo equivocado que estaba. Es más complejo que una pieza clásica, al igual que tocar con la clave, lo que he ido enriqueciendo gracias a percusionistas de primera línea como Mongo Santamaría, Angá, Tata Güines, Tito Puentes, Changuito. Y todo eso te va cambiando. Ya tu flauta va tomando de la percusión, del piano, del tres, del laúd... Notaba que los grandes flautistas de charanga, como Richard Egües, José Fajardo, Antonio Arcaño, tenían mucho sabor, resultado de la polirritmia que consiguió la mezcla de la música africana con la española, la italiana, la francesa, la americana... Esa magia es impresionante. Sin embargo, no improvisaban sobre las armonías. Por otra parte, los flautistas norteamericanos de jazz no tienen ningún sabor, pero sí swing, tocan una amplitud de armonías, de colores increíbles. Y yo quería tener las dos cosas, por lo tanto había que estudiarlas profundamente.

—Mencionas con frecuencia nombres como Irakere (y Chucho, claro está), Bobby, Emiliano. ¿Qué te aportó estar con ellos?

—Chucho e Irakere son una institución, una escuela. En este grupo tuve, además, la oportunidad de componer, de hacer arreglos. Emiliano era un músico genial, que murió prematuramente, pero de quien también aprendí mucho, al igual que de Bobby, el cual me mostró cómo desenvolverme en un escenario, porque él no solo es un buen músico, sino un actor, todo un showman. Pero también me aportó trabajar con Mezcla. Todos me entregaron mucho.

—Tus discos han sido siempre muy bien acogidos por la crítica. ¿Es que trabajas pensando en los especialistas?

—Es más fácil que los especialistas se enamoren de un disco instrumental que de uno bailable, porque si no eres muy cuidadoso con él, te arriesgas a que no lo vean como una obra terminada. A veces, hay que sacrificar cosas, porque no se trata de concebir un concierto. Hay temas que encajan bien en un disco y que nunca los llegas a tocar en vivo, y otros que dejas fuera, «pegan» en el público, pero entorpecen el lenguaje, la imagen. Cuando todos los temas tienen el mismo aire, la misma estructura, al tiempo que los textos y los arreglos son parecidos, no hay contraste, y te aburres. Hay que intentar que la gente llegue al track 11 o al 15, y que no se canse, como si estuviera disfrutando una película, una novela, porque es una obra que tiene un engranaje, una lógica. Pero eso es muy difícil, es más una labor de productor que de músico.

«Cuando un disco está bien pensado se vende, aunque este mercado está en crisis debido a la evolución tecnológica. Si tú haces música persiguiendo el éxito es muy probable que nunca lo alcances. Y ese no es mi caso. Lo que hay es que saber combinar lo que has estudiado con lo popular. Yo asumo lo que una vez dijo Silvio Rodríguez: uno nunca sabe cuál será el último disco, por tanto, tienes que echar todo tu potencial en el que haces».

—¿Por qué decidiste producir discos que no tienen que ver directamente con tu proyecto?

—Una necesidad. Con mis músicos había cosas que no podía hacer, pero que me interesaban. Y uno no siempre se puede dar el lujo de rechazar la posibilidad de preparar un álbum para la caboverdiana Cesárea Évora o para la Orquesta de la Luz. Eso te abre a otras sonoridades, a otras exigencias, a otras ideas, y te ofrece una riqueza inmensa.

—Cuando se escriba la historia de la flauta de los últimos tiempos habrá que hablar de ti, sin embargo, tengo la impresión de que no eres un músico popular...

—Es sencillo de explicar. En estos 11 años hemos sido una agrupación muy reconocida internacionalmente. No hemos dejado de ser invitados a ninguna de las plazas renombradas del mundo, como el festival Playboy en Los Ángeles o el Hollywood Bowl —el escenario más grande de Estados Unidos—, el Lincoln Center de Nueva York, a Colorado, Montreal, a Europa, África, Martinica, Santa Lucía, Colombia... El pasado año, por ejemplo, emprendimos una gira por 30 ciudades de México en la que hicimos de todo, porque en el D.F. tocamos jazz y en Yucatán solo querían danzones y chachachá. Hay años en que prácticamente no estamos en Cuba.

«Y no es que aquí no hayan sonado algunos de nuestros temas. Ahí están Castígala, Descarga total, Soy yo (pieza que da nombre a nuestro más reciente fonograma), pero en la Isla hemos estado, sobre todo, en los festivales de jazz, en los grandes eventos, básicamente, de La Habana, pero en el interior del país muy poco. Precisamente esta gira nacional que comenzó este 17 de enero en Guantánamo y culminará el 10 de marzo en la capital, es una oportunidad real de lanzar el proyecto en vivo a la calle. Hace un tiempo decidimos equilibrar las cosas, porque se está creando una brecha muy grande entre la acogida en el extranjero y la del patio. A la gente le gusta el grupo cuando lo ve por televisión, pero se pregunta dónde está. Ahora hemos montado un repertorio muy bailable y estoy convencido de que nos vamos a comunicar perfectamente».

—Si se hace referencia a la flauta, se piensa en ti, en José Luis Cortés «El Tosco», en Niurka González, Germán Velasco, Javier Zalba, pero ¿está asegurado el futuro?

—Creo que sí, hay muchos más, pero no me gusta mencionar nombres para no omitir a instrumentistas valiosos. Lo que me llama la atención es que hay más mujeres flautistas que hombres, lo cual, por supuesto, no tiene nada de malo. Esta es una profesión que requiere de muchos sacrificios, porque no se puede tocar la flauta si no la estudias. Tienes que ser muy cuidadoso con cada nota, con cada emisión, tener tu instrumento en forma, cuidarte físicamente para rendir mejor, descansar, investigar eternamente. No se trata de disparar unos flautazos al aire y ya está. Este año cumplo 30 con ella, y quizá debería estar cansado, pero nada de eso. Me siento como si estuviera empezando.

—¿Después de tres décadas hay algo que te hayas propuesto y no hayas alcanzado?

—Yo no he alcanzado nada, simplemente he tocado flauta y he escrito música, pero me falta mucho por andar. No me quiero limitar para poder hacer la música que se me ocurre. Lo esencial en esta carrera es no abandonar la profesionalidad, la ética, la seriedad que debe tener un artista, estar consciente del rol que juegas en la sociedad y lo que representas para el público. Si te empeñas en superarte cada día y todo lo anterior lo tienes asumido, entonces, no habrá ningún obstáculo.

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