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«Sanadores eléctricos»

Después de que el ciclón Rafael destrozara seis torres de alta tensión en Artemisa, ya se comienzan a ensamblar las nuevas estructuras en el kilómetro 32 de la autopista nacional Habana-Pinar del Río, con el apoyo de jóvenes linieros y trabajadores experimentados del sector

Autores:

Ledys Camacho Casado
Raciel Guanche Ledesma

Sin perder tiempo, bajo un sol que raja las piedras, el holguinero Carlos Rojas fija una de las vigas de lo que será la primera torre de alta tensión levantada en el kilómetro 32 de la autopista nacional Habana-Pinar del Río, luego de que el huracán Rafael destrozara con furia seis de esas estructuras en la zona.

Al unísono, a casi 60 metros, la retroexcavadora abre el camino entre la maleza hacia otra de las torres hecha trozos. Hay prisa, y eso se nota en los rostros de quienes deciden cada movimiento. Lo sabe Carlos, que ha enfrentado estos rollos posciclónicos en innumerables ocasiones, y ahora asegura que «no se puede perder tiempo cuando la gente depende de nosotros».

Las estructuras caídas sobre el suelo indican la crudeza de Rafael y la dirección exacta de sus vientos apuntando al norte. Las dobló con rabia, no encuentro otra expresión que lo resuma. Sin embargo, todavía quedan en el aire preguntas sobre cómo logró derribar las torres de 40 metros de altura, un suceso que Carlos solo compara con «cuando Gustav e Ike tumbaron 17, justo en el tramo Mariel-Pinar del Río».

Han pasado siete días desde que el huracán azotó el occidente cubano, pero su huella destructiva asoma aún a uno y otro lado de la carretera, a pesar de que en el kilómetro 32 de la autopista nacional Habana-Pinar del Río, como en otros poblados artemiseños, los trabajos de recuperación no cesan.

Principal prioridad

En medio del ajetreo para ensamblar la primera estructura luego del desastre, el ingeniero Adalberto Félix Domínguez Gálvez, jefe del Departamento de Líneas en la Empresa de Construcción de la Industria Eléctrica (ECIE), habla sobre la importancia de restablecer cuanto antes esta red de 220 kv que va desde el Mariel hasta la más occidental de las provincias.

Las torres poseen doble circuito a 220 y 110 kv que tiene dos niveles de voltaje para garantizar la energía y trasmitirla a ese territorio con mayor confiabilidad y efectividad, según explica.

Hablar de tiempos estimados para la culminación de la engorrosa obra parece difícil, pero Adalberto asume el riesgo. «Pudiera transcurrir entre 25 o 30 días, para lograr tener esa línea energizada».

Para ello cuentan con seis grupos de trabajo y evalúan la posibilidad de incorporar más fuerzas si fuera necesario, lo cual está garantizado. Ahora son tres equipos de ensamblaje o montaje y 12 brigadas de linieros de casi todo el país las que aportan día y noche en la zona.

Esta es la prioridad mayor de la empresa, dice ahora Rolando Carballo Montero, especialista principal de líneas en la ECIE, mientras observa atento e indica cada paso.Y aunque ya cumplieron con la tarea de energizar todas las líneas de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, «todavía queda mucho por hacer», afirma.

La actual torre que ensamblan, justo a la orilla de la carretera, frente al cartel que indica el kilómetro 32, es una de las dos más compleja de levantar. Se trata, explicó, del cruce de la autopista, por lo que los cables deben tener una altura superior al del resto de las estructuras.

Cuando el deber llama

Colocar vigas una tras otra, formando una especie de equis sobre el suelo, atornillarlas fuerte y buscar la precisión, no resulta una labor sencilla, aunque a simple vista parezca que estos hombres de la electricidad sepan armar de memoria las torres, sin planos ni guías.

En realidad, detrás de cada metal colocado no existe improvisación, y sí mucha gente entregada como el mayabequense Guillermo Peña Guerra, ingeniero especialista A en sistema de trasmisión eléctrica, que supervisa con rigor los avances de la obra.

Lo de él, precisa, es atender el proceso de ensamblaje, el cual no ha estado exento de retos. Las labores, comenta, han sido un poco complejas, por el terreno fangoso y también los recursos, a pesar de que los materiales están garantizados para las seis estructuras.

Aquí, ahora mismo, hay una buena combinación entre experiencia y juventud. Tenemos trabajadores que son jubilados, incluso, algunos formados con el llamado de Celia Sánchez, los conocidos «serranitos», agrega.

Esa es una de las virtudes de estos contingentes, comenta el joven ingeniero especialista de línea Josué Moderno Rosales, quien dice entre leve sonrisa que los linieros viejos casi siempre tienen sus encontronazos y están peleando. Pero es algo normal, que sucede en todas las familias, sobre todo, entre hombres que tanto se conocen de múltiples contingencias y quieren que el trabajo salga lo mejor posible.

Lo que llama la atención, en el caso de Josué, además de su corta edad, es la ecuanimidad con la que trabaja, siempre atento al mínimo error, y con el respeto ganado de todos. «Uno viene también a aprender de ellos» (los más veteranos), y tal vez lo diga porque esas mismas manos gruesas, tan arrugadas por los años, son las mismas que han levantado la inmensa mayoría de las torres de alta tensión en el país.

Él debe supervisar los trabajos que realizan sobre el suelo, hasta que, finalmente, las torres sean colocadas en la base. Todo un reto porque, según cuenta, es la primera vez que enfrenta la responsabilidad luego de graduarse en la Cujae. «Yo sé la teoría de cómo armar una torre, pero nunca había visto ensamblarla desde cero».

Jóvenes linieros sorteando riesgos

Si de primeras veces hablamos, Carlos Alejandro Santiesteban Espinosa, de 24 años, también se estrena como liniero luego de un ciclón. Sin embargo, sabe que este evento no será el último, pues él está presto para prepararse cada vez más y asumir esa difícil labor.

«Ahora estamos aquí —dijo— faja'os y prestando apoyo a nuestros hermanos de la zona occidental, tanto en la línea de 110 como la de 220 Kv, para lograr energizar y hacer que llegue el fluido eléctrico a cada sitio dañado; nos anima que ya se avanza en ese objetivo y pasamos al montaje de las estructuras.

Entre quienes laboran en la importante obra se destaca una mezcla de trabajadores con mucha experiencia y juventud. Foto: Roberto Suárez

«La casa se extraña, pero hay que cumplir con el deber de apoyar a los que están pasando malos momentos tras el azote del terrible huracán que tantos destrozos ha dejado en este territorio. Todos los días al terminar la jornada llamamos a la familia, y ellos nos animan a cumplir con la tarea, y que, sobre todo, nos cuidemos mucho», alega el muchacho. 

Vamos a estar aquí hasta que sea necesario, y se recupere el sistema completo, afirma Javier Silva Martínez, de 35 años, quien lleva dos años en la empresa, suficientes para reconocer las atenciones que reciben, desde la buena capacitación sobre el trabajo y su ejecución más segura, hasta las medidas de protección que son una premisa vital para cubrir una plaza de liniero.

Previo a su llegada a La Habana y Artemisa, en Holguín estuvieron una semana apoyando varias acciones recuperativas y poniendo cables protectores. Pero en el kilómetro 32, tendrán estos jóvenes de la brigada de la UEB de Santiago de Cuba, una oportunidad única de probar lo aprendido y por supuesto, adquirir nuevos conocimientos en «la concreta».

«Claro que dimos el paso al frente, es nuestro deber, y estamos aquí dando nuestro aporte a las provincias occidentales, para que el trabajo se haga lo más rápido y mejor posible, y restablecer las seis torres averiadas que están en el piso. Sí, es un trabajo difícil pero muy necesario, y estamos dando el pecho y palante».

Saben que esa entrega es recíproca, que los de occidente y centro también marchan al oriente cubano cuando una emergencia de cualquier índole demanda de su esfuerzo para restaurar daños. La solidaridad mueve a este país, a su gente. El enfrentamiento a los estragos del reciente meteoro Oscar fue otra prueba del valor y alcance de estos hombres de las alturas, quienes se unen siempre ante cada desastre para llevar luz a donde los vientos intentaron opacar con su furia cada espacio.    

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