Discurso pronunciado por el compañero Alpidio Alonso Grau, ministro de Cultura. Autor: Abel Padrón Padilla/Cubadebate Publicado: 02/11/2024 | 11:15 pm
Compañero Miguel Díaz Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República.
Compañero Roberto Morales Ojeda, miembro del Buró Político y Secretario de Organización del Comité Central del Partido,
Compañero Ulises Guilarte de Nacimiento, miembro del Buró Político y Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba,
Compañera Marta Bonet de la Cruz, Presidenta Nacional de la Uneac,
Demás compañeras y compañeros miembros de la Presidencia,
Queridos delegadas, delegados, invitadas e invitados al 10mo. Congreso de la Uneac:
Asumo como un verdadero honor la responsabilidad de expresar algunas ideas para clausurar este Décimo Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, que ha sido, a nuestro juicio, un magnífico congreso. Un congreso, en el que de principio a fin, ha estado presente Fidel, su pensamiento luminoso y sus enseñanzas. Y ha estado también Martí, hoy más necesario que nunca.
Este ha sido un congreso de defensa de la cultura y la identidad nacionales, contra la colonización y el imperialismo.
Comienzo entonces por felicitarel arduo trabajo realizado desde la base, y el seguimiento sistemático al cumplimiento de los acuerdos del anterior congreso, clausurado hace algo más de cinco años. Fue, efectivamente aquel, un congreso que no se dejó morir.
Durante este período la Uneac trabajó junto a las instituciones culturales, organismos de la Administración Central del Estado, el Sindicato, el Gobierno y el Partido, en el análisis y solución de múltiples problemáticas planteadas por los creadores. Como hemos corroborado durante estas jornadas, y tal como reflejan los documentos puestos a disposición de los delegados, no es difícil advertir que se ha trabajado duro, a todos los niveles, para canalizar y dar respuesta en este período, a los planteamientos y propuestas de los escritores y artistas.
Pero nuestro análisis no estaría completo, si junto a esos resultados no consideramos el contexto en que fueron alcanzados. Como se plantea en el informe presentado en la jornada inaugural, “han sido años difíciles, quizás los más difíciles de las últimas décadas”. El bloqueo recrudecido hasta niveles desconocidos, las particularmente complejas circunstancias a que nos sometió la pandemia, la arbitraria inclusión de Cuba en la lista de países que según Estados Unidos, patrocinan el terrorismo, y la descomunal campaña mediática dirigida contra el Gobierno Revolucionario, sus instituciones y las organizaciones de nuestra sociedad civil socialista, parecían configurar el escenario perfecto para los propósitos imperialistas de caotizar al país y derrocar a la Revolución.
Pero, una vez más, no contaron con las reservas morales y revolucionarias de nuestro pueblo. Y aquí estamos, de pie, batallando y defendiendo unidos nuestro derecho a ser independientes y a construir una sociedad mucho más justa, convencidos de que, como nos dijera Fidel, “no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas”.
En medio de grandes limitaciones, en estos años se mantuvo el respaldo a la actividad cultural y a tareas esenciales para el crecimiento de la vida espiritual de la nación. El país definió prioridades y apoyó a los creadores y a las instituciones. El Presidente Miguel Díaz Canel, personalmente, dio seguimiento al trabajo cultural y a la labor de la Uneac.
Con la participación protagónica de los escritores y artistas, de la Uneac y la Asociación Hermanos Saíz, se trabajó en proyectos de leyes, programas especiales y propuestas de políticas para la atención a importantes esferas de la cultura y el arte.
Fueron aprobadas la Ley General de Protección al Patrimonio Cultural y al Patrimonio Natural y la Ley de los Derechos del Autor y del Artista Intérprete. Se implementaron Programas de Atención Integral al Ballet Nacional de Cuba, a la Universidad de las Artes y a la Escuela Internacional de Cine y Televisión. Se puso en marcha el Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial, que coordina el Ministerio de Cultura, y en el que es decisiva la participación de la Comisión Aponte de la Uneac.
La epidemia de la COVID-19 provocó el cese de la programación habitual con carácter presencial, pero no hubo apagón cultural. Los artistas y escritores ofrecieron centenares de conciertos En Línea, y se realizaron videoclips, spots y cápsulas. La Televisión Cubana transmitió conciertos y obras de teatro de nuestras agrupaciones, además de cine cubano.
Debe subrayarse la labor de los escritores y artistas durante la pandemia en la atención a las comunidades, en particular la realización de actividades culturales en más de 500 vacunatorios en el país. En medio de esa situación extrema, de emergencia nacional, el Estado no dejó solos a sus artistas y garantizó la protección salarial a más de 12 000 profesionales de la música y las artes escénicas. Así mismo, se prestó atención a los escritores y artistas, con la entrega de alimentos y gestiones para los cuidados de salud.
En esas circunstancias, aunque se cerraron los centros docentes, se aplicaron fórmulas creativas de enseñanza a distancia y el curso escolar no se detuvo. Al propio tiempo, estudiantes y profesores de la enseñanza artística garantizaron el funcionamiento de centros de aislamiento y hospitales de campaña en el ISA y 18 escuelas de arte.
A partir de los planteamientos realizados en el anterior congreso, y con el concurso decisivo de creadores y especialistas de todo el país, fueron aprobadas sendas políticas para el perfeccionamiento del sistema empresarial y presupuestado de la música cubana, para la comercialización de las artes visuales y para la atención a las personalidades de la cultura.
También durante este período, se constituyó el grupo de trabajo para el perfeccionamiento del cine cubano y el Icaic, que, con la participación de los creadores cinematográficos, fundamentalmente realizadores y productores, ha logrado en corto tiempo significativos resultados en la aprobación de propuestas y en el impulso a la creación y producción audiovisual y cinematográfica. El país ha apoyado la producción de películas, con resultados que ya están a la vista.
En estos años, se han respaldado los principales eventos y la programación cultural. Crecen los índices de realización de actividades, de presencia de público y de participación de los artistas y escritores en la vida cultural, especialmente en las comunidades.
Como resultado de fértiles debates, se produjo el relanzamiento del Programa Nacional por la Lectura y se implementa el Programa para la reanimación de la crítica artística y literaria.
Se ha sostenido con gran esfuerzo la enseñanza artística, con una destacada participación de nuestros creadores. Se recuperó la formación de instructores de arte, un justo reclamo de la Uneac.
Este congreso ha debatido ampliamente y con rigor acerca de los peligros de la colonización cultural y sobre cómo enfrentarlos. Ese ha sido, quizás, su mayor acierto. Las instituciones y las organizaciones de creadores participan en las tareas del Programa Nacional contra la Colonización Cultural “Sembrar Ideas, Sembrar Conciencia”. También lo hacen en el Programa de Adelanto de las Mujeres, y en las acciones diseñadas dentro de la Política de Atención a la Niñez y las Juventudes.
En estos dos días, en los diferentes espacios se han escuchado opiniones y propuestas sobre el perfeccionamiento de la labor institucional, que han ido madurando a partir del seguimiento que hemos dado a los resultados del 9no. Congreso y a los planteamientos de las últimas asambleas provinciales y de las secciones de las asociaciones nacionales. Debemos mantener esa práctica en lo adelante, con el mayor rigor y la máxima sistematicidad.
Compañeras y compañeros:
La crisis económica, social y política se extiende a todos los países; la crisis ecológica provoca fenómenos atmosféricos de mayor intensidad y frecuencia; la crisis cultural y ética trastoca los que hasta hoy se consideraban sagrados paradigmas, y el arte es reducido a mera mercancía; el fascismo, como corriente de pensamiento y como opción política alcanza niveles de respaldo inusitados, sobre todo en el mundo occidental; la política, prostituida y cínica, viola todas las normas éticas; la guerra de rapiña y de posiciones, de apariencia local, involucra a toda la Humanidad; los medios mienten a conciencia, construyen escenarios falsos, conducen la conciencia social según intereses mezquinos y censuran las opiniones que procuran develar la verdad. En ese complejo mundo, en el que también se abre paso un nuevo orden multilateral, Cuba enfrenta un bloqueo intensificado y una guerra “blanda”, que la priva de recursos, e intenta rendirla por hambre.
La reciente interrupción de los servicios eléctricos en todo el país, nos situó de repente en la llamada “opción cero” y nos alerta sobre la gravedad de la situación. A ello se unió el azote devastador del huracán Oscar a varios municipios guantanameros, que ocasionó la pérdida de vidas humanas y cuantiosos daños, que todos conocemos. A pesar de ello, como vemos, el país no ha suspendido su Festival Internacional de Ballet, con la participación solidaria de relevantes figuras extranjeras y convoca a sus intelectuales a un Congreso, que ratifica la importancia que la Revolución le concede a la cultura.Esa ha sido la práctica durante estos años, expresión concreta de continuidad de la Revolución, en el campo de la cultura.
La cultura es central en el proyecto socialista cubano.La noción de prosperidad que defendemos trasciende lo económico, como enarbolaron siempre los fundadores de la Patria. El padre Félix Varela afirmó: “Solo es prosperidad, la que se funda en la virtud”, y José Martí agregaba, en diálogo fecundo con aquel: “La prosperidad que no se subordina a la virtud avillana y degrada a los pueblos”. Precisamente, de la observación crítica de la sociedad que nos agrede y se presenta como modelo de prosperidad y desarrollo, escribió Martí: “Las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado, para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa!” Para Fidel, la cultura es una dimensión imprescindible de la calidad de vida, portadora de valores que son irrenunciables.
La cultura de una nación es el reflejo de su itinerario histórico, su huella en el tiempo. La lucha por la plena independencia ante el colonialismo español, en el siglo XIX, y el neocolonialismo estadounidense en el XX, no cesa con el triunfo revolucionario de 1959, debido a la negativa imperialista de aceptar la existencia de un pequeño estado no supeditado a sus intereses frente a sus costas. Esa confrontación permanente e intensa, ha conformado una cultura de resistencia y creación, emancipatoria, internacionalista, con una vocación esencial por la justicia social.
Para comprender la naturaleza de la guerra cultural, hay que partir de la convicción de que la cultura no es un espacio neutro. Siempre es política, en tanto le otorga rostro y sentido a una nación, y es campo de batallas cuando esta tiene un origen colonial, porque el dominador necesita imponer su hegemonía cultural, establecerse como referente único. Para ello debe silenciar, menoscabar, banalizar o someter la cultura del oprimido y construir una opción de vida opuesta a la del pueblo que pretende someter, un cambio de paradigmas culturales que lo subordinen a una cultura simplificada y ajena a la suya.
Como señalara Armando Hart, fundador de nuestro Ministerio de Cultura: “El enemigo imperialista no puede apoyarse en un programa político sobre fundamentos de una tradición cultural esencialmente cubana; pero sí puede apoyarse en el relajamiento moral y ético y tomar el arte como pretexto para tratar de imponer, por vías de fórmulas seudoartísticas, sus propósitos de desintegración social”.
Mientras sostenemos una programación que pretende ser de calidad, las redes generan un consumo paralelo y construyen falsas jerarquías, que el mercado maneja con facilidad; estas acaban por introducirse en los escenarios públicos e instalarse en el imaginario social. La política cultural es una sola, y hay que velar porque se cumpla lo mismo en el sector estatal que en el privado.
Uno de los escenarios de guerra cultural es la memoria histórica. Todo proyecto político necesita de un pasado que lo respalde. El imperialismo pretende devaluar la historia revolucionaria, que llama “oficial” (y “oficialistas” a los que la defienden), para sustituirla por otra que responda a sus intereses.
En su mensaje por el 55 aniversario de la UNEAC el General de Ejército Raúl Castro Ruz expresó: “Hoy estamos doblemente amenazados en el campo de la cultura: por los proyectos subversivos que pretenden dividirnos y la oleada colonizadora global. La Uneac del presente continuará encarando con valentía, compromiso revolucionario e inteligencia, estos complejos desafíos” Millones de dólares se invierten cada año por las agencias federales estadounidenses con el propósito expreso de quebrantar el sistema institucional, columna vertebral de nuestra política cultural inclusiva y democrática.
El enemigo pretende enfrentar a los intelectuales con las instituciones y sus amanuenses desprestigian con saña a los artistas y escritores cubanos y a sus organizaciones, sólo por el hecho de ser leales a su país. Promueve el infundio de la censura como práctica de nuestras instituciones, desmentido cada día por la libertad creadora, fecunda, en todas las áreas de la creación y el vigor y diversidad de la obra de nuestros artistas.
Lo primero que hay que salvar es la cultura, nos dejó dicho Fidel. Nos corresponde a todos, intelectuales, artistas e instituciones, salvarla en el escenario del bloqueo criminal y de la campaña colosal contra la Revolución y la cultura. Salvar la cultura es esencial para el destino de la nación. En ese empeño, para el que habrá que contar siempre con la Uneac, debemos debatir todo lo que haga falta, participar plenamente en la vida cultural, preservar la memoria y los símbolos, unidos y conscientes de que enfrentamos un mismo enemigo, poderoso y tenaz.
La Revolución necesita de intelectuales que conozcan la historia de resistencia, luchas y victorias de su pueblo, y estén dispuestos a insertarse en esa tradición. Ese es el modelo de intelectual que propone y defiende la Uneac; por eso es tan grande su prestigio entre nuestro pueblo.
El intelectual es parte de la conciencia creadora: la que funda, la que se involucra en soluciones que solo pueden ser enmendadas con nuevas soluciones. La resistencia tiene como complemento la creación. Por eso no se conciben los espacios institucionales de la cultura revolucionaria sin la participación activa, protagónica, de los intelectuales, que deben contribuir a su rediseño, si los cambios sociales lo exigen.
El principal obstáculo que encuentra la colonización cultural en Cuba, como se desprende de lo que se ha dicho hoy aquí, es el socialismo. El socialismo se defiende con compromiso y participación. Si la cultura nacional no es neutra, los escritores y artistas que la defienden tampoco lo son. La cultura, y con ella la vanguardia intelectual y artística, está llamada a contribuir a la construcción de la plataforma descolonizadora que el país necesita.
No es posible un arte de vanguardia que atente contra la dignidad humana. Tampoco uno que desconozca los grandes conflictos y tragedias que enfrentan hoy los seres humanos. En términos de conducta, para un intelectual de vanguardia vale aquella afirmación martiana: “El primer deber de un hombre de estos días, es ser un hombre de su tiempo”. La verdad, la belleza y la justicia son inseparables.
Los esfuerzos por resistir, luchar y vencer la agresión y todas las dificultades que de ella se derivan, nos unen a la masa del pueblo, al que nos debemos. Unidos trabajamos por la recuperación económica y el crecimiento espiritual, dos perspectivas inseparables, que, en definitiva, cristalizan en la utopía socialista que abrazamos.
El trabajo que se viene haciendo en las comunidades de todas las provincias del país, intensificado como respuesta al llamado que nos hiciera el Presidente Díaz-Canel, es una hermosa y enriquecedora experiencia, que nos conecta de manera directa con lo más raigal de nuestra cultura popular y tributa de modo particular a ese propósito, en el momento en que más lo necesitamos.
Ser antimperialista hoy, supone no solo luchar contra la injusta dominación económica, política y militar del imperio sino, a su vez, rebelarse también contra ese otro tipo de dominación moral y cultural del capitalismo, que de manera sutil, se ejerce a escala planetaria utilizando los más modernos medios tecnológicos y los más sofisticados procedimientos de la información y la comunicación. Nuestra verdadera emancipación está asociada al ideal socialista, al pensamiento anticapitalista y descolonizador.
Debemos cerrar el paso a cualquier manifestación de desaliento o derrotismo y a cualquier intento de dividirnos. Es preciso sumar. Mas, así como ni anexionistas ni reformistas hacían parte en el “con todos” de José Martí, como afirmara el presidente Díaz-Canel, “dentro de la Revolución sigue existiendo espacio para todo y para todos, menos para quienes pretenden destruir el proyecto colectivo”.
En nuestro empeño histórico por “conquistar toda la justicia”, como también afirmara el Presidente Díaz Canel: ¨Preservar, bajo el peor de los ataques, la independencia y la soberanía nacional, seguirá siendo la primera prioridad para quien se sienta revolucionario y patriota, aunque esas palabras en ciertos círculos se consideren obsoletas¨.
Para la consecución de ese propósito, la unidad, el orgullo por lo nuestro, la fortaleza de nuestras convicciones, las trincheras de ideas, vienen a ser imprescindibles.
“Sin cultura, como afirmara Fidel, no hay libertad posible”. Al decir de Martí, “la razón no triunfa sin la poesía”.
¡Viva la Unión de Escritores y Artistas de Cuba!
¡Viva la Revolución Socialista!
¡Viva Fidel!
¡Viva Raúl!
¡Viva el Presidente Díaz-Canel!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!