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El abrazo que ningún huracán se llevará

Aquí se multiplica la ayuda y el amor, que forman lo hermoso. Continúan llegando donaciones y mensajes de esperanza. Hombres y mujeres de diversas profesiones, incluidos muchos jóvenes, también brindan sus brazos

Autor:

Yasel Toledo Garnache

SAN ANTONIO DEL SUR, Guantánamo.— Dentro de su casa, Alexei va de un lugar a otro. Revisa los equipos electrodomésticos, que logró rescatar del agua y el fango. Todavía no ha podido probarlos, porque la zona donde vive, en el municipio guantanamero de Imías, no tiene electricidad siete días después del paso del huracán Oscar.

Afuera Mariana, una señora de pelo blanco, lava con fuerza y enseña una blusa, que fue blanca, pero que quizá nunca vuelva a ser igual.

Alexei, un joven de mediana estatura y hablar pausado, es artista visual y quiere volver a tener pinceles y pintura, para terminar algunas obras que dejó inconclusas y comenzar otras, porque la vida también es eso, terminar sueños e iniciar el camino hacia los nuevos.

Nos cuenta que el primer día después del huracán estaba con el ánimo en el suelo, pero han sido tantas las muestras de cariño y ayuda, que ya se reactivó y va sin miedo para adelante. Está más tranquilo, porque desde antes de las lluvias llevó a su hijo pequeño para la casa de los abuelos, donde no hubo daños.

Su vivienda ahora mismo está llena de jóvenes creadores de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), que vinimos con donaciones y para ayudar en lo que sea.

Mariana sigue en lo suyo, y también hace sus anécdotas, en especial de cuando la tuvieron que sacar de la casa, porque la inundación ya era grande.

«El río nunca había crecido tanto», repite una y otra vez, «nunca tanto», y mira a dos adolescentes que son gemelas. Otras personas se van sumando. Un mago hace un truco que motiva sonrisas en todos.

Y luego Annalie López comparte una canción, la cual emociona a esta señora que pregunta dónde puede disfrutar alguna presentación artística de los jóvenes de la AHS.

Desde Radio Playitas, la emisora del municipio, una voz segura informa al pueblo. Es la de Nolexy Pérez Matos, otro joven de la AHS, que en medio de todo es muy fiel a su profesión, al igual que su esposa Yaneiris Núñez Rodríguez, quien hace poco entró a la organización que agrupa a la vanguardia de los jóvenes creadores cubanos. Ellos van cada día hacia las cabinas y micrófonos, para actualizar a su gente y transmitir confianza en la recuperación.

En San Antonio del Sur también nos encontramos vivencias de jóvenes artistas que contrastan, como las de Ramón Matos, realizador radial que fue bastante afectado en su casa, y la del trovador Javier Zaldívar, que desde hace varios días ayuda en la recuperación como trabajador de Etecsa.

Algunas personas caminan con rapidez y otras de manera muy lenta. Varias hasta sonríen de forma leve y otras casi ni hablan, parecen mirar, pero casi no ver. En sus acciones, en el rostro,  van también los sufrimientos o la suerte de no estar tan mal en medio de tanto.

Varias perdieron su casa y todas, o casi todas, las pertenencias, y con eso gran parte de la luz de sus ojos, que poco a poco debe volver.

El poder de la poesía

Entre tantos pasos y dolores se levantan también la solidaridad y la poesía. Escritores y artistas de varias generaciones y provincias, como Santiago de Cuba y Granma, incluidos los integrantes de los grupos Andante y Guerrilla de Teatreros, ayudan aquí con sus creaciones y las manos.

Al Kíkere de Cisneros lo llaman y le piden versos. «Por favor dededícanos unas décimas, pero que sean bonitas, porque ya hemos tenido suficiente de lo feo», le dice un hombre de unos 40 años, que luego carga a su hija.

Palpitan aquí historias durísimas, que podrían provocar hasta lágrimas. Algunas parecen de ciencia ficción, como la falsa noticia de que la presa había colapsado unos días después de las lluvias, por lo que podía llegar el final, una supuesta película que terminaba con todo un pueblo bajo las aguas.

Mucha gente corría, carros pitaban, algunos enviaron a sus hijos para la ciudad de Guantánamo. Y, en medio de aquello, una mujer, una ingeniera
hidráulica, una madre y abuela, iba hacia el embalse. Era la vice primera ministra Inés María Chapman, que más tarde cogió un micrófono y explicó a los pobladores que aquel anuncio del fin era una gran mentira.

Aquí también se multiplica la ayuda y el amor, que forman lo hermoso. Continúan llegando donaciones y mensajes de esperanza. Hombres y mujeres de diversas profesiones, incluidos muchos jóvenes, también brindan sus brazos.

Un poeta de San Antonio

Viene encima de su caballo y con el sombrero de guajiro natural. Vocea «ustedes son de la AHS. Los reconocí enseguida», agrega, y pide décimas al Kíkere. Luego, él también responde como improvisador. En sus versos descubrimos que se llama Ariel Fernández. Habla de Cándido Fabré y su pasión por el arte.

Este carismático hombre nos cuenta que cada día recorre unos cuatro kilómetros desde el Valle de Caujerí para traer alimentos a San Antonio del Sur. Habla de escombros y, sobre todo, de vida, recuperar la alegría y borrar la tristeza. Nos damos un abrazo, y continúa con el ritmo de jinete sin prisa.

Poco a poco los pobladores afectados por el huracán Oscar retornan a sus tareas diarias. Foto: Cortesía de la AHS

En su manera de ser, en su solidaridad, la sonrisa, la fuerza, en los versos y la voluntad de superar lo que sea, hay varios símbolos. Quizá sin darse cuenta, al menos durante unos minutos, mostró con singular encanto lo que es Cuba y nuestra alma como nación.

Después de estas vivencias, nunca me iré totalmente de Guantánamo. Hay demasiada gente buena que quiero aquí, y mucha belleza en lo aparentemente simple. Estos días marcan también a uno como ser humano para siempre.

En los ojos que necesitan más luz, en las lágrimas que todavía se asoman, en el agua potable compartida, en la historia de tristeza o fuerza, en el deseo de ser útiles a los demás y en el «aquí estamos para lo que sea» va también parte de nosotros, que es decir del corazón de Cuba. La solidaridad entre los cubanos es como un abrazo, que ningún huracán podrá llevarse jamás. Nadie lo dude.

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