Los jóvenes estuvieron rápidamente ayudando en la recuperación. Autor: Cortesía de los entrevistados Publicado: 17/06/2023 | 09:56 pm
Ya ha pasado la tormenta. El cielo poco a poco ha ido despejándose en provincias sobre las cuales cayeron en apenas 24 horas más de 300 milímetros de precipitaciones. Abajo, en las comunidades granmenses de Jibacoa, Jiguaní o el Sitio, todo permanecía incomunicado, maltrecho, agobiante aún, escasas horas después de la lluvia. En contraste, desde lo alto, comenzaba a descender de inmediato la ayuda y solidaridad sincera que nos nace de cada tiempo difícil.
Cuando el agua arrasó varias vías de acceso hacia poblados intrincados del oriente del país, los helicópteros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias fueron quizá los primeros en llegar a estas zonas para salvaguardar tantas vidas en riesgo de ahogamiento, gente valiosa, humilde.
Al tocar suelo firme, quienes ayudaban a bajar del helicóptero a los niños, ancianos, personas con alguna discapacidad o familias enteras que habían perdido todo o casi todo, materialmente hablando, eran también jóvenes universitarios como Luis Miguel Santiesteban Pérez, estudiante de la Facultad de Ciencias Médicas de Manzanillo.
Según comenta, ellos se encargaron de llevarlos hasta los consultorios médicos o hacia la institución de Salud que requirieran. Muchas de estas familias, dice, están siendo atendidas aún en los centros de evacuación.
Tanto en las comunidades manzanilleras del Sitio y el Remate, Luis Miguel y sus compañeros se metieron de lleno durante los días siguientes en la recogida de deshechos y limpieza de las calles, así como en otras tareas desde que se activaron por parte de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) las guerrillas 13 de Marzo.
Días intensos
Al llegar a estos lugares el impacto fue grandísimo, explica. Las carreteras prácticamente no se veían a causa del aguacero
y las casas soportaron precipitaciones nunca antes vistas por los pobladores de allí, al punto de que el agua casi cubrió la mitad de sus paredes.
«La gente trataba de salvar las pocas pertenencias que quedaban, tanto colchones, refrigeradores, muebles y la vida de los niños y ancianos vulnerables, cuenta.
«A la ayuda se sumaron sin dudarlo los estudiantes de Ciencias Médicas y de otras carreras, reconoce. Pudimos resguardar algunos bienes materiales, pero también socorrimos a cientos de personas que se jugaban su existencia entre el inoportuno caudal de agua».
Entregamos a gente necesitada, ancianos vulnerables, madres solteras con niños que lo perdieron todo, colchones, toallas, sábanas y los módulos de comida que se les ha ido dando por estos días.
En situaciones como estas los jóvenes siempre nos hemos caracterizado por ser humanistas y empáticos con quienes se quedaron sin nada. Entre tantas pérdidas, intentamos transmitirles un poco de alegría para que nunca se sientan derrotados ni desamparados, resaltó Luis Miguel.
Desde el primer momento, Janier Guzmán Rivero fue otro de los jóvenes granmenses dedicado a ayudar a las personas en cuanto pudo, sacándolas de los hogares o salvando alguna que otra pertenencia, según cuenta.
El escenario al que se enfrentaron era desolador: el nivel de las inundaciones llegó a rozar las persianas de las viviendas, los árboles caídos obstaculizaban el paso, incluso, el ganado se escapó.
Los jóvenes estuvieron rápidamente ayudando en la recuperación. Foto: Cortesía de los entrevistados
«Tampoco fue cosa fácil», asegura Janier. Antes tuvieron que conversar con varios de los afectados para explicarles los riesgos que conllevaba permanecer más tiempo allí, pues muchos se resistían a salir. Y ese momento, explica, hizo también que nos acercáramos a los niños, quienes estaban intranquilos y muy asustados debido a la situación.
En las comunidades de Caño Adentro y San Fernando, este joven y sus compañeros se enfocaron principalmente en llevar alimentos y agua a las personas y en resolver algunas tareas del hogar que estaban a su alcance. Aunque, destaca, la labor más intensa vino después en Jibacoa, comunidad que priorizó el Gobierno granmense por ser una de las más afectadas.
«Aquí estuvimos repartiendo módulos conformados por
colchones, zapatos, sábanas y otros recursos de primera necesidad. Igualmente, desarrollamos labores de pesquisa activa en la población y cuantificamos los daños ocasionados a las viviendas debido a estas intensas lluvias».
En el caso de Katherine de la Caridad Garrido Benítez, estudiante granmense, también salió a tender una mano y a guapear duro apartando el fango, los escombros y los gajos de matas en los caminos.
En su caso, junto a 25 estudiantes, se incorporó a trasladar equipos de personas evacuadas. Se dividieron en varios grupos para llegar a la mayor cantidad de lugares posibles en el propio municipio.
Al interior de estas zonas, reconoce, existía una situación muy precaria, donde algunas personas pasaron a vivir realidades más duras aún que las ya existentes, pasando de tener lo básico a quedarse sin nada, afirma.
Siempre quieres hacer más
La lluvia no perdonó y hasta contaminó el agua potable de los pozos en estas comunidades intrincadas, campestres y genuinamente guajiras. Igual que en los municipios granmenses, Camagüey resultó de las provincias con más afectaciones.
En tierras agramontinas, el reparto Vista Hermosa quedó casi cubierto por las aguas desbordadas del río Hatibonico. Hasta allí llegó la joven estudiante universitaria Kayla Fortune Franco.
Según dice, después estuvieron en el municipio de Santa Cruz del Sur en las comunidades Haití y Cándido, que fueron las de mayores daños. Aquí nos contaban que en cuestión de minutos el agua comenzó a subir, sin perdonar nada ni a nadie. «Casi todos perdieron los colchones, muebles y las camas», asegura.
Esta joven presenció el desastre bien de cerca. La inmovilidad para ese momento no era de ninguna manera una opción. Entonces comenzaron conversar con las personas para concientizarlas sobre la importancia de hervir el agua potable y realizar el autofocal.
Pero no solo fuimos a dar un apoyo moral, dice convencida. Llevamos también nuestra ropa de trabajo para batirnos con lo que fuese necesario, agrega. Desde ayudar a limpiar un patio o sacar los colchones que seguían empapados para la acera a coger sol, hasta prestar ayuda con un enfermo. Todo esto, según Kayla, lo realizaron con amor y todavía con insatisfacciones.
Y es que siempre quieres hacer más, reconoce. Porque ver en primera persona las condiciones en las que quedó mucha gente aquí te sigue impulsando a hacer y entregar más por ellos, comenta.
Tal vez por eso en las universidades camagüeyanas siguen recogiéndose donativos llegados de todas partes. Al tiempo que, explica, han identificado dentro de la institución docente a aquellos jóvenes que sus casas resultaron dañadas por las lluvias para ayudarlos en lo que sea posible.
De igual forma sucede en las demás provincias afectadas, al decir de Julio Emilio Morejón Pérez, presidente nacional de la FEU, quien también ha reconocido el papel de los jóvenes universitarios en la recuperación del oriente cubano desde el primer instante en que el agua intentó nublar hasta la esperanza.