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Unidos en la diversidad por una Cuba mejor (+ Fotos, Tuits, Infografía)

El Movimiento Estudiantil Cristiano de Cuba sigue siendo un espacio de diálogo y participación desde la espiritualidad cristiana y ecuménica. Construye el camino desde una óptica más plural y diversa, con absoluta libertad religiosa, sostiene su presidente, Jorge González Núñez

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Fue un diálogo de honduras cristianas y filosóficas, tan valiosas y urgentes para nuestras vidas. Ello es lo que se siente al conversar con Jorge González Núñez, presidente del Movimiento Estudiantil Cristiano de Cuba (MEC-C), quien aunque no nació en un núcleo con tradición religiosa, desde niño se vinculó con la Iglesia, primero a la católica Nuestra Señora de Lourdes y luego a la episcopal San Pablo, en Cienfuegos.

Allí comenzó a formar parte de una comunidad religiosa que lo abrazó como una familia. «Conocí el MEC-C durante una Asamblea Nacional en 2013, mientras participaba en un curso en el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, donde estudio todavía. Me llamó muchísimo la atención ver ese grupo de jóvenes que pertenecían a diferentes denominaciones cristianas, unidas y unidos en esa diversidad para trabajar por una Cuba y una Iglesia mejor.

«En ese momento sentí que el Movimiento tenía mucho que aportar a mi formación como joven cristiano. Ya siendo miembro y coordinador del grupo local en Cienfuegos, serví como secretario de Formación por unos cuatro años, y en abril de 2021 fui electo como presidente», dice a Juventud Rebelde este cienfueguero, quien se siente orgulloso de su condición de «cristiano, revolucionario y socialista».

Su voz, así como los análisis sobre nuestra realidad se escuchan de manera recurrente en los últimos tiempos, porque Jorge, también activista por los derechos de las personas Lgbtiq+, ha vivido «muchos desafíos» como el de reafirmarse desde su sexualidad no heteronormativa, también dentro del espacio eclesial. Asegura que «ha sido un tiempo de madurez y crecimiento».

—También perteneces a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). ¿Cuán complejo es en nuestro país congeniar las creencias religiosas con las políticas?

—Varios jóvenes del MEC-C pertenecemos también a la UJC, y cuando sale este tema en alguna conversación con otros jóvenes cristianos, siempre hay quien se sorprende, porque definitivamente los prejuicios están de ambos lados. La propuesta del cristianismo consiste en lograr la realización plena del Reino de Dios para todas las personas a partir de la justicia, la paz y el amor. Es a partir de esta propuesta que me siento motivado a participar con otras juventudes que quieren construir una Cuba mejor.

—Aunque somos un pueblo con una gran religiosidad, en muchas ocasiones se mira con prejuicios a quienes asumen determinadas concepciones religiosas, sobre todo si son jóvenes. ¿Te sentiste discriminado por tus creencias en algún momento? ¿Sienten ustedes hoy que, de alguna manera, roces y concepciones del pasado pesan en las relaciones entre la Revolución y los creyentes del presente?

—En mi relación con otras instituciones no he tenido la experiencia de ser discriminado por el hecho de ser cristiano. Creo que los prejuicios del pasado se han ido superando. En ello tuvo mucha importancia la reunión que sostuvo Fidel con varios líderes evangélicos en abril de 1990 y otros encuentros posteriores, que permitieron conversar abiertamente sobre los problemas que estaban viviendo los cristianos en relación con el Estado.

«¿Todo está resuelto? Definitivamente no, todavía existen quienes no logran superar prejuicios del pasado. Todavía vemos cómo algunos utilizan las redes sociales digitales para discriminar a las personas cristianas defendiendo argumentos absurdos, que cuando menos, desconocen los derechos que tenemos como parte de la sociedad civil».

—Este Movimiento tiene sus raíces históricas en Santiago de Cuba, en particular en la Gran Piedra. ¿Cuáles consideras que fueron las motivaciones que dieron lugar a su fundación, hace 62 años? ¿Por qué buscar una salida desde el movimiento ecuménico en aquellos tiempos?

—En 1960 varias organizaciones estudiantiles que existían en Cuba deciden unirse y fundar el MEC-C, apoyados por la Federación Universal de Movimientos Estudiantiles Cristianos en América Latina y el Caribe. Era un contexto marcado por las dictaduras en la región, al tiempo que emergía la Teología de la Liberación como respuesta de algunas iglesias a esas realidades de violencia e injusticia. Aquí había triunfado la Revolución y ocurría una fragmentación en el sector religioso.

«En medio de todas esas realidades el MEC-C comenzaba a ser un espacio que ponía en diálogo los desafíos y las motivaciones de la juventud cristiana, entre los que estaban responder a las exigencias del contexto. Entre los líderes que sirvieron de inspiración a nuestro Movimiento podemos mencionar a Mauricio López, líder progresista del cristianismo latinoamericano, uno de los primeros en advertir sobre la intención que tenía el Gobierno de Estados Unidos de usar a sectores de la iglesia protestante como forma de penetración ideológica.

«En Cuba también estaba el testimonio de figuras muy importantes, como el sacerdote Guillermo Sardiñas, quien fue capellán del Ejército Rebelde; Frank País, dirigente estudiantil que murió luchando contra la dictadura de Fulgencio Batista; José Antonio Echeverría, quien asumió como parte de su fe cristiana el espíritu revolucionario, llegando a ser presidente de la Federación Estudiantil Universitaria; Blanca Rosa Ojeda Díaz, subdirectora pedagógica del colegio La Progresiva en Cárdenas, al frente de la célula del Movimiento 26 de Julio donde militaron importantes líderes ecuménicos… Estaba también presente en estas primeras juventudes del MEC el ideario martiano, pues en los textos del Apóstol hallamos muchas reflexiones desde la perspectiva de un cristianismo convencido y militante.

«Con toda esa historia, a partir de los años 60, el MEC-C es una de las organizaciones que proporciona los primeros debates teológicos sobre la participación que debían tener los cristianos en la obra revolucionaria. Fue a partir de la lectura contextual de la Biblia y el estudio de libros como La misión de la iglesia en una sociedad socialista, de Sergio Arce, que esas primeras generaciones de “mequenses” entendieron que no había contradicción entre ser cristiano y ser revolucionario».

— ¿Sigue siendo el MEC-C un espacio de diálogo y participación con inspiración cristiana?

—Actualmente el Movimiento está integrado por jóvenes de más de ocho denominaciones cristianas. Desde esas múltiples tradiciones y un espíritu ecuménico, hemos trabajando temas como migraciones, relaciones intergeneracionales, derechos humanos, mediación de conflictos, educación popular y participación, lectura popular de la Biblia, fundamentalismo religioso y género, derechos de las personas Lgtbiq+, entre otros.

«Nos acercamos a los textos bíblicos a partir de las realidades de las que somos parte y regresamos a la vida para actuar en consecuencia. Nuestros espacios están abiertos a todos los temas, incluso a aquellos que nos desafían y nos inquietan como jóvenes y como iglesias. Creo que sí, el MEC-C sigue siendo un espacio de diálogo y participación desde la espiritualidad cristiana y ecuménica».

—¿Se mantienen como un Movimiento de espíritu profético, en la búsqueda de una encarnación efectiva en las alegrías y tristezas del pueblo cubano?

—El espíritu profético se entiende desde la teología en tres dimensiones: Anuncia, Denuncia y Propone. Anunciar en el sentido de alertar sobre los temas que afectan a la sociedad, y que pueden causar daños mayores; Denunciar, aquellas injusticias que afectan sobre todo a las personas empobrecidas y desprotegidas de la sociedad; y Proponer soluciones para resolver estos conflictos.

«Desde el MEC, como parte del pueblo cubano, nos sentimos muchas veces alegres y muchas veces preocupados con las realidades que vivimos como país, de ahí partimos para definir los temas de estudio y las acciones que queremos realizar, desde el compromiso de querer construir un país mejor, diverso y plural».

—¿Cómo se organiza el Movimiento? ¿Tienen autonomía para desarrollar sus programas? ¿Cuál es su relación con otras agrupaciones religiosas e instituciones cubanas?

—Actualmente somos siete grupos locales, ubicados en diferentes provincias. Contamos con un Comité Ejecutivo compuesto por las coordinadoras y coordinadores locales, y por el Secretariado Nacional, quienes representan a la Asamblea cuando no está reunida. La Asamblea, integrada por el Comité Ejecutivo junto a las delegadas y delegados de los grupos locales, elije al Secretariado Nacional y aprueba las temáticas de estudio y los programas que queremos trabajar como organización.

«El MEC es parte del Consejo de Iglesias de Cuba y mantenemos una estrecha relación con otras instituciones y centros ecuménicos, como el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, el Centro Memorial Martin Luther King Jr. de La Habana y las redes que anima: Red de Educadoras y Educadores Populares y la Red Ecuménica Fe por Cuba, el Centro Oscar Arnulfo Romero, Centro Lavastida en Santiago de Cuba, Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo de Cárdenas; y con las juventudes del MEC de Cuba. Con todos ellos trabajamos en alianza para realizar nuestros programas y actividades».

—¿Cuál es el alcance y la configuración de las juventudes cristianas en Cuba hoy? ¿Se sienten muy distantes de lo que piensan otros de su generación fuera del mundo religioso cristiano?

—Me parece muy importante hablar de juventudes en lugar de juventud, porque su configuración es muy diversa, tal y como lo es el escenario cristiano actual, donde aparecen posicionamientos que llegan a ser muy variadas. Creo que no somos tan diferentes a otras juventudes como a veces se nos imagina, compartimos los mismos espacios, sueños, preocupaciones; solo que nuestra principal inspiración está en el testimonio de otro joven, que es Jesús de Nazaret.

«Aunque nuestro Movimiento es esencialmente un espacio de personas cristianas, nos han acompañado y nos acompañan personas que no lo son, pero que identifican en nuestros espacios un lugar desde el cual pueden aportar. Yo creo que esa es la esencia del MEC-C, un espacio de encuentro, de diálogo, que desde la fe busca construir un mundo y un país mejor».

—¿Qué significa para el Movimiento trabajar «con todos y para el bien de todos»? ¿Cómo lograrlo?

—Esta frase siempre me hace pensar en un texto bíblico de Mateo 25: 31-46, en el cual se habla del reino de Dios, no de cómo es el reino en sí mismo, sino de las cosas que son necesarias para acceder a él. Podremos acceder al reino de Dios en la medida en que acompañemos y nos ocupemos de las personas hambrientas y sedientas, de los forasteros, de quienes no tienen ropa o están en la cárcel. Jesús enfatiza en la necesidad de construir el reino de Dios aquí y ahora.

«El MEC-C, desde sus inicios, ha comprendido que su misión está en servir. Trabajar “con todos y para el bien de todos” es para nosotros una frase llena de sentido, que nos desafía a estar al lado de las personas marginadas y discriminadas de hoy, a abrirnos a otras experiencias de vida y de fe. Es sobre todo un compromiso para no convertirnos en un movimiento cerrado y excluyente».

—Vivimos, como en otros ámbitos, un contexto religioso diverso, donde pugnan diferentes posturas, desde las más apegadas a concepciones tradicionales hasta las más abiertas. ¿Cómo vivencian y afrontan, como movimiento, esa diversidad? ¿Es posible, pese a ello, encontrar puntos y causas comunes?

—Para el MEC-C otro punto importante de su misión es promover el ecumenismo. Para lograr esto partimos desde el respeto y el valor que tienen nuestras tradiciones de fe. Esa diversidad no significa un problema, por el contrario, es una de las mayores riquezas que tenemos como movimiento. Tanto las semejanzas como las diferencias nos unen en la persona de Jesucristo como una gran familia. Ser cristiano y no ser ecuménico es prácticamente una contradicción.

—En el encuentro del Presidente cubano con representantes de instituciones religiosas y asociaciones fraternales, con motivo de las celebraciones por los 80 años del Consejo de Iglesias de Cuba, ustedes aseguraron que no están ajenos a lo que está pasando en el país y tienen cosas que decir. ¿Cuáles son esas cosas?

—Ese encuentro con el Presidente fue muy importante porque se logró establecer un diálogo, abierto y sincero, entre quienes representamos a las organizaciones miembros del Consejo de Iglesias de Cuba y la máxima dirección del país. La Revolución Cubana, como todo proyecto humano, no es perfecta, pero sin dudas es perfectible, y en ese proceso de perfectibilidad la iglesia tiene muchas cosas buenas que aportar.

«Siguiendo la lógica del sentido profético (anuncia, denuncia y propone), es necesario hablar de los temas que nos afectan y nos preocupan como iglesias y como pueblo. Todavía existen prejuicios del pasado hacia las personas cristianas, y aunque se ha avanzado mucho, necesitamos seguir realizando intercambios entre la iglesia y las autoridades de Gobierno a todos los niveles, para que los problemas que surgen en la cotidianidad se solucionen fácilmente.

«Existen dentro del sector cristiano muchas experiencias positivas que pueden aportar a la construcción de una Cuba mejor. Está la experiencia del centro Oscar Arnulfo Romero en la formación en temas de género y no violencia hacia las mujeres y las niñas; está el trabajo del Centro Martin Luther King de La Habana, con muchísima formación en temas de educación popular y participación; el Centro Lavastida, en Santiago de Cuba, que trabaja el tema de la agricultura sostenible; y así, muchas otras experiencias que estamos en la disposición de compartir con los Gobiernos locales. Estos son temas en los que podemos aportar y para los cuales deberían existir canales de diálogo permanentes. En varios territorios se ha logrado, pero en otros ha costado trabajo concretar, al ser experiencias que vienen del sector cristiano».

—¿Qué tipo de vínculos y relaciones sostienen, como movimiento, con la UJC? ¿Desde la experiencia de tantos años de existencia del Movimiento y el vínculo entre ambos, cómo hacer más promisoria para el país la relación con ustedes y otras instituciones y asociaciones religiosas?

—Actualmente, de manera general, la relación con la UJC es buena, pero aún es poca. Participamos en los encuentros regionales y nacionales, hemos sido invitados a los festivales de la juventud y los estudiantes, pero nos falta fortalecer el diálogo y la participación en la base. Es en las comunidades donde tenemos el desafío de abrirnos aún más al trabajo en alianza, y no pienso solo en el MEC-C, también en las iglesias, las organizaciones y movimientos que estamos en los barrios.

«En nuestros espacios eclesiales y de fe las personas se reúnen para adorar a Dios, pero al mismo tiempo comparten sus logros, sus sueños y hablan de los problemas que nos afectan. Desde ahí también se participa para construir una Cuba mejor. Entonces es en el barrio, en el municipio, donde debemos fortalecer esos vínculos con la UJC y con las otras organizaciones políticas y de masas».

—La iglesia tiene un espacio importante en las plataformas internacionales. Ha tenido numerosos intercambios con jóvenes de América Latina y de otras regiones. ¿Cuánto pueden contribuir estos a la causa de su movimiento y la de su Patria?

—El intercambio con jóvenes de otros países, especialmente de América Latina y el Caribe, ha sido muy importante en la formación espiritual y política de las juventudes del MEC de Cuba. Nos sentimos muy cercanos a Colombia, un país que ha vivido los conflictos de la guerra y que ahora ve esperanzas en el Gobierno de Petro; a El Salvador en sus luchas en contra de la privatización del agua por empresas transnacionales; al pueblo de México que pide justicia para los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa; también con Venezuela, Brasil, Argentina, entre otros.

«Actualmente estamos abriendo un canal de diálogo que valoramos mucho con el MEC de Estados Unidos. Nos hemos reunido de manera virtual para orar por las personas enfermas de COVID-19 y en los próximos meses realizaremos otros encuentros para conversar acerca de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, la política de bloqueo, y para definir las acciones que podemos realizar desde nuestros espacios de fe, a favor del diálogo, la unidad y el respeto. Todos estos encuentros nos han ayudado a formar una mayor conciencia latinoamericana, a identificar el imperialismo como una amenaza común hacia nuestros pueblos y apoyarnos en nuestras luchas».

—¿Qué significa para ustedes defender una sociedad de igualdad, equitativa y de respeto, donde todas las personas tengan derecho a vivir su vida en plenitud?

—Hay una frase de Jesús que aparece en el Evangelio de Juan, capítulo 10, versículo 10, que dice: «yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia». Esa frase es parte de la utopía que sigue acompañando al MEC-C hoy. A lo largo de la historia, también en Cuba, las personas cristianas hemos sido criticadas, marginadas, mal vistas.

«Entonces, no entiendo cómo es posible que desde la fe cristiana se sostengan discursos de odio hacia otros grupos o personas por motivos de género, identidad de género, orientación sexual, color de la piel, religión, o cualquier otra condición humana. Necesitamos escuchar las experiencias de otras personas, dejarnos interpelar incluso por aquellas ideas que no compartimos. Es en el reconocimiento del derecho de la otra persona donde se comienza a construir una sociedad más justa y más plural.

«La iglesia que da testimonio de Jesucristo es la que abre sus puertas a todas las personas, especialmente a aquellas que la sociedad rechaza y discrimina. Tanto la iglesia como la Revolución necesitan ser abanderadas en las luchas por la justicia y la inclusión de todas las personas en la sociedad».

—Ustedes colocaron en el espacio público la campaña +amor +derechos que desde la fe apoyó el proyecto del Código de las Familias, que fue aprobado hace poco en consulta popular, ¿por qué?

—El MEC-C desde sus inicios se ha acercado a temáticas que por lo general no se trabajan, no se tocan dentro de las iglesias por la misma dinámica que estas tienen. Lo hemos hecho también desde esa perspectiva ecuménica, ya que dentro de la organización existen varias denominaciones, además, desde la perspectiva juvenil.

«Esta apertura y el deseo de trabajar y de acercarnos a varios asuntos, por ejemplo, el de incluir a las personas que eran discriminadas por la sociedad, hicieron que el MEC-C se fuera convirtiendo en una organización cada vez más inclusiva, más abierta a los temas de género que se venían hablando desde los años 90».

—No son pocos quienes insisten en el valor de tener en Cuba una ley que respalde lo que dice la Constitución respecto a las creencias religiosas. ¿Cuál es la posición de quienes integran el Movimiento al respecto?

—La Constitución de la República establece, en su artículo 42, que ninguna persona puede ser discriminada por su creencia religiosa, y el 57 nos asegura el derecho a la libertad religiosa. Sin embargo, consideremos que es muy importante que Cuba cuente con una ley que reglamente el ejercicio de la libertad religiosa.

«Hay una serie de asuntos relacionados con el reconocimiento legal de algunas iglesias, la posibilidad de adquirir bienes o inmuebles, el acceso a productos y servicios, entre muchos otros temas, que pueden encontrar solución en una ley; al permitir que las religiones, fraternidades o denominaciones que hoy existen en Cuba, tengan los mismos derechos y las mismas obligaciones y recuerden que somos un Estado Laico y, por lo tanto, las instituciones religiosas están separadas del Estado.

A nuestro Movimiento lo distingue la unidad y el trabajo colectivo.Foto: Cortesía del entrevistado.

—Fidel promovió numerosos encuentros con los diversos sectores religiosos durante los años 70 y 80 del pasado siglo. Incluso, se afirma que la reunión del 2 de abril de 1990 abrió un camino nuevo a las relaciones Iglesia-Estado. ¿Qué faltaría para hacer más esperanzador ese camino de encuentro y respeto?

—Como bien dices, la relación entre la Iglesia y el Estado son como un camino… inacabado e imperfecto. Cada contexto tiene sus propios desafíos y cada generación deja su propia impronta. Creo que el desafío hoy está en mirar la historia y aprender de los errores del pasado para no repetirlos, en ser capaces de seguir construyendo el camino desde múltiples ópticas, abiertos a las críticas y a la construcción colectiva, dejando espacio a quien quiera sumarse para construir una iglesia y una Cuba mejor.

 

Acompañando a los pobladores de Pinar del Rio tras el paso del huracán Ian.

—Hace unas semanas, Estados Unidos incluyó arbitrariamente a Cuba en otra lista: la que viola sistemáticamente la libertad religiosa. ¿Qué pudieras responderle a quienes así piensan?

—Para mí esto no es más que una parte del discurso manipulador que sostiene el Gobierno de Estados Unidos sobre Cuba. Temas como la democracia, los derechos humanos o la libertad religiosa son utilizados de forma arbitraria y con fines políticos contra Cuba. Valdría la pena preguntarse, ¿De qué modelos de democracia, derechos humanos y libertad religiosa estamos hablando? Hemos visto demasiadas veces como el Gobierno de Estados Unidos ha utilizado estos temas para justificar más de 300 invasiones militares en nuestro continente y en el mundo.

«¿Es acaso Estados Unidos el país más indicado para hablar de derechos humanos, democracia y libertad? ¿Qué pasa con los derechos que en los últimos meses les han sido negados a las mujeres? ¿En qué lista aparece el Gobierno de Estados Unidos por ser el país donde unas tres personas mueren todos los días a manos de los agentes del orden y donde esas posibilidades aumentan significativamente si se tiene la piel negra?

«Poner a Cuba en la lista de países que violan la libertad religiosa es ante todo un insulto a las comunidades de fe y a nuestras organizaciones religiosas. Para nadie es un secreto que en Cuba las prácticas religiosas son parte de nuestra cotidianidad, la gente las vive y las expresa libremente. Las personas de fe participamos en todos los espacios de la sociedad, somos miembros de las organizaciones políticas y de masas y varios de nuestros líderes han estado presentes como diputadas y diputados en la Asamblea Nacional. De ninguna forma podemos estar de acuerdo con esas narrativas que se construyen contra Cuba con fines políticos».

—A quienes aseguran que un cristiano no puede ser revolucionario, ¿qué le dirías?

—Las raíces del comunismo están en la tradición judeo-cristiana. Los evangelios nos hablan de la necesidad de denunciar las injusticias, de compartir el pan y las riquezas, de perdonar las deudas y las ofensas, de construir la paz, de sanar a las personas enfermas, de cuidar la naturaleza porque es parte de la creación de Dios.

«¿Hay algo más revolucionario que esto, en un mundo que naturaliza las injusticias y la pobreza, que promueve el capitalismo y la guerra, que contamina y explota la naturaleza y genera todo tipo de desigualdades? El proyecto de Jesús es profundamente político y en él encuentro todas las motivaciones para ser revolucionario».

 

 

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