Teresa Orosa Fraíz se asume feliz, sin complejos, a sus casi 69 años. Autor: Cortesía de la entrevistada Publicado: 09/11/2022 | 11:08 pm
«Soy una vieja», me dice sonriente. «Y soy feliz porque tengo la dicha de asumirme tal cual, sin complejos, con las limitaciones propias de mis 69 años a punto de cumplir y, sobre todo, con las ganancias que me quedan por todo lo que he vivido y sigo viviendo».
Teresa Orosa Fraíz es un nombre imprescindible en Cuba. Cuando se hable del empeño por hacer del envejecimiento una etapa saludable en la que no merme la participación activa en la sociedad, sino que, al contrario, otorgue nuevas oportunidades, se debe mencionar a quien preside la Cátedra Universitaria del Adulto Mayor desde hace poco más de dos décadas.
Con más razón ahora, porque la máster en Gerontología Social y Sicología Educativa fue seleccionada entre los 50 líderes mundiales que más contribuyen a los Objetivos del Decenio del Envejecimiento Saludable. Nominada por las oficinas de las organizaciones Panamericana y Mundial de la Salud en Cuba, Orosa Fraíz se encuentra en el listado de «Healthy Ageing 50»: líderes que transforman el mundo para que sea un lugar mejor para envejecer.
«Muy orgullosa me siento. En primer lugar, porque fueron 36 países los que presentaron nominaciones y se seleccionaron 50 personas de todos, con énfasis en el rol de la mujer.
«Es muy emocionante sentir que mi nombre representa a mi país. Mi quehacer se reconoce a nivel internacional. Y no es mi nombre, porque en una lista global Teresa Orosa Fraíz no dice nada en las Naciones Unidas. Es Cuba: una nación que se empeña en darles cabida a las personas mayores con una atención cada vez más integral.
«Al seleccionarme también han reconocido a mi Universidad de La Habana (UH), y han valorado el rol de la educación como pilar del envejecimiento saludable cuando reconocen el trabajo que he realizado en la formación de jóvenes, en la capacitación que ofrezco a otras personas y a los propios adultos mayores de la Cátedra.
«Es un orgullo porque yo sola no puedo realizar mi labor. Mi esposo incansable y mi hijo han sido siempre las primeras personas con las que he contado para todo. Pero además es un reto inmenso, porque una vez que Cuba es reconocida en una categoría como esa, nuestra meta debe ser seguir avanzando en lo que nos hemos propuesto como país cada vez más envejecido».
Orosa Fraíz recibió el Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba 2021 por la investigación Envejecer aprendiendo: aportes de la primera Cátedra del Adulto Mayor en Cuba. Ella se reconoce activa, socialmente útil y con plena capacidad para ejercer sus derechos ciudadanos.
«Trabajo en la Facultad de Sicología de la UH, donde me gradué. Luego de 47 años de labor ininterrumpida en la docencia y la investigación, me he apropiado de herramientas que me han servido para sentar las bases del Programa de la Cátedra del Adulto Mayor, sobre todo desde la Sicología del desarrollo, a la que le he dedicado parte de mi vida profesional; una asignatura que pude introducir en la carrera, pues no existía antes.
«Me interesa contribuir al cambio de percepción que necesitamos. El trabajo para los adultos mayores no se enfoca, casi nunca, con adultos mayores. Me interesa proponer la mirada de esas personas como componente participativo en el proceso de concepción de políticas hacia ese grupo.
«La Sicología del Desarrollo te facilita eso, porque te permite comprender cada etapa de la vida y lo que significa según sus potencialidades, no desde el punto de vista asistencialista, como ocurre desde otros enfoques. Por suerte hoy se defiende la mirada interdisciplinaria de la vejez, pero hay que seguir trabajando».
Cuba debe seguir trabajando hacia la perspectiva de desarrollo y participación de las personas mayores. Foto: David Gómez Ávila
—¿En qué punto nos encontramos en el país?
—Nos encontramos en un momento sensible, pero nos queda mucho por hacer. Por ejemplo, pertenezco a la Red Cubana de Estudios sobre Cuidados, y junto al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social abogamos por la creación del Sistema Nacional de Cuidado Integral para la vida, como parte del proyecto de trabajo no remunerado que pertenece al programa Trabajo Digno y el macroprograma Equidad y Justicia Social.
«Ese sería un gran paso, entre otras acciones que realizamos con la colaboración de diversas instituciones para trazar rutas acerca del tema de los cuidados, no solo el de los ancianos dependientes, sino para otras edades.
«Aún arrastramos conceptos erróneos relacionados con la vejez, y la pandemia vino a afianzarlos porque nos dejó la secuela de la etiqueta de la vulnerabilidad… que ciertamente lo somos, y reconocerlo jugó un papel importante para el cuidado de la vida porque presentamos más comorbilidades y factores de riesgo, pero ahora el reto es luchar contra esa etiqueta de vulnerabilidad inducida.
«Necesitábamos de extremos cuidados, es verdad, y fuimos atendidos y protegidos, pero esa no puede ser la ruta del envejecimiento saludable que defendemos. Desde el punto de vista cultural (y hay que comprenderlo así), la pandemia resultó ser un paso atrás en lo concerniente a la gerontología, porque afianzó prejuicios en los que ya habíamos logrado avanzar mucho en su desmonte.
«Otra vez empiezan a ofrecernos un trato abuelado, infantilizador… nos persiguen frases como “cuidar a los abuelitos”, o “no dejen que los abuelitos hagan esto o aquello”. Una cosa es cuidarnos y otra es restarnos percepción de ciudadanía, de derechos y deberes en la sociedad, que debe ser realmente el punto de partida en cualquier abordaje».
—¿Cuál es el principal desafío ahora?
—Justamente el principal reto radica en el cambio de mentalidad. Todavía existen circunstancias, proyectos, concursos en los que se nos ignoran. El edadismo es una expresión tácita de discriminación porque nadie nos pregunta si queremos o necesitamos o podemos estar. Lo peor es que sucede, muchas veces, desde las buenas intenciones, que son las más difíciles de contrarrestar.
«Somos abuelos, pero más que eso somos hombres y mujeres. Un abordaje desde un medio de comunicación, una política o un proyecto desde la percepción del “abuelito”, nos resta parte de nuestra vida, de nuestra identidad. Es muy importante visibilizar este asunto, y se puede lograr con la educación y la promoción de salud.
«El trabajo que se realice en ese sentido en los medios de comunicación es más que decisivo para renfocar el abordaje de la edad, no solo hacia la protección, como fue necesario hacerlo en la pandemia, sino hacia la perspectiva de desarrollo y participación de las personas mayores.
«El Código de las Familias expresa nuestros derechos y también los deberes, y eso es loable. Somos receptores de protección y bondades, pero también somos hacedores. Es una mirada importante que se debe desarrollar. Cuba debe continuar avanzando en ese camino, y si de mí depende, garantizo que así será».