El monumento a los bomberos en el Cementerio de Colón es el más alto de la necrópolis. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 14/08/2022 | 12:09 am
Los bomberos cubanos conviven con la proeza. En los contextos más espinosos despliegan arrestos rayanos en la temeridad. ¡Ningún peligro los intimida! Apagan incendios, rescatan personas, acuden a emergencias, protegen propiedades… Son héroes anónimos que arriesgan sus vidas para salvar otras. Son combatientes de líneas de fuego y de zonas calientes. Por lo que entrañan para la sociedad, merecen admiración.
Por estos días, cuando un incendio colosal se ensañó con la base de supertanqueros de Matanzas, en medio de un espeso humo color tragedia, los bomberos acudieron a combatirlo. Nunca habían enfrentado a un adversario de semejante magnitud. A la atronadora explosión del primer tanque de combustible le siguió una ola de calor tan intensa que los obligó a replegarse. Jóvenes en su mayoría, hubo desaparecidos y algunos sufrieron lesiones y quemaduras. Pero, aun así, se ayudaron unos a otros. En la red circulan historias que ponen la carne de gallina.
Biografía de un gremio
Fue el emperador Augusto quien, luego del incendio que arrasó Roma en el año 6dC, constituyó el primer cuerpo de vigiles, suerte de antecedente de los bomberos actuales. Lo formaban esclavos cuya misión era extinguir incendios, muy frecuentes en Roma por su densidad poblacional y sus materiales inflamables. El más célebre devastó la ciudad-estado en el año 64dC, en tiempos del emperador Nerón, de quien se dice que contempló impasible las llamas mientras tocaba la lira.
El nombre de bomberos procede de las bombas utilizadas para extraer agua de pozos, ríos y otras fuentes cercanas al sitio del incendio. Aquellos primitivos aparatos iban montados sobre carros tirados por caballos.
En el suelo del segundo piso de los cuarteles —sitios donde dormían los apagafuegos— se practicaba un agujero por el que sobresalía un tubo vertical. Los bomberos lo usaban para deslizarse hasta el primer piso cuando una alarma los conminaba a apurarse. Aun hoy se mantiene esa tradición.
El debut de los bomberos en Cuba data del 13 de noviembre de 1696, cuando un grupo de vecinos de la ciudad de Santa Clara creó la primera brigada voluntaria encargada de combatir los incendios que solían devastar sus almacenes, y dotarla de medios técnicos para realizar su labor. Las primeras bombas de mano fueron manipuladas por negros esclavos. Esa fecha fue escogida para celebrar cada año el Día del Bombero Cubano.
En el segundo cuarto del siglo XIX, a instancias de las autoridades coloniales que gobernaban por entonces en la Isla, comenzaron a constituirse cuerpos de bomberos en casi todo el territorio nacional. Los primeros en hacerlo fueron los de las ciudades de Santiago de Cuba (1831), La Habana (1935), Matanzas (1836) y Cienfuegos (1838). Sus miembros eran de procedencia heterogénea y recibían un salario.
Aquellos bomberos fundacionales incorporaron a su riesgoso perfil los adelantos tecnológicos de entonces. Los estudiosos afirman que la capital cubana inauguró en el mundo el servicio telefónico de alarma contra siniestros. Los cuerpos de bomberos de la urbe, además, contaban con carros bomba de vapor traídos de Estados Unidos e Inglaterra. No parece casual que la primera producción cinematográfica cubana, estrenada en 1897, se llamara Simulacro de un incendio.
Al amanecer del 7 de septiembre de 1873, los bomberos cubanos utilizaron por primera vez una bomba de vapor en el intento por sofocar las llamas que redujeron a cenizas el mercado de Tacón, conocido tiempo después como Plaza del Vapor. Estaba situado por entonces entre las habaneras calles de Galiano, Reina, Águila y Dragones. Aquel horrible incendio se propagó rápidamente por el edificio hasta demolerlo por completo.
Primeras víctimas
La historiografía recoge el tristemente célebre incendio ocurrido en La Habana la noche del sábado 17 de mayo de 1890 como el más calamitoso y de mayores proporciones de aquella época. El local siniestrado era una ferretería propiedad de Juan Isasi, y radicaba en la esquina de las calles Mercaderes y Lamparilla, en la parte antigua de la ciudad.
La revista Opus Habana lo considera «la primera gran tragedia de la historia de los cuerpos de bomberos en Cuba». Entre las víctimas figuraron 25 jóvenes voluntarios que lucharon valientemente contra el incendio. El duelo por el siniestro se extendió por toda Cuba. En La Habana cundió la tristeza, mientras la prensa amplificaba el dolor por la tragedia.
A juzgar por las crónicas de entonces, el fuego comenzó por uno de los almacenes donde, negligentemente y con el ánimo de evadir impuestos, Isasi tenía oculto y sin declarar material químico inflamable, como pólvora y dinamita.
Los bomberos que llegaron prestos a combatir las llamas no fueron advertidos por Isasi de tan colosal peligro. Como el fuego se hizo incontrolable, abrieron un boquete para introducir una manguera. En ese momento dos fuertes explosiones hicieron trizas el silencio de la noche habanera y el edificio colapsó. «Se elevó una densa columna de humo y los escombros obstruyeron la calle Lamparilla. Los jefes principales de los bomberos quedaron sepultados por las piedras y los cascotes que se desprendieron de las paredes», publicó en este diario el periodista Ciro Bianchi Ross.
En homenaje a aquellos mártires bomberos caídos mientras cumplían con su deber, el 24 de julio de 1897 se inauguró en el Cementerio de Colón un mausoleo de mármol blanco que clasifica como el de mayores dimensiones de ese camposanto. Lo financió una colecta pública y su diseño corrió a cargo de los artistas españoles Agustín Querol y Julio M. Martínez. La escultura consta de cuatro figuras que encarnan la Abnegación, el Dolor, el Heroísmo y el Martirio.
Entre tanto, en el sitio donde otrora radicó la ferretería de Isasi —en la esquina de las calles Mercaderes y Lamparilla—, funciona desde 1995 el Museo de los Bomberos, que recuerda uno de los más dramáticos sucesos de La Habana del siglo XIX. En sus espacios, rescatados por la Oficina del Historiador de la Ciudad, se exhiben trajes, cascos, hachas y otros objetos utilizados por el gremio en el combate contra las llamas. La institución honra a todos los que, en diferentes épocas, han arriesgado sus vidas para darles protección a otras personas.
Los Bomberos en La Revolución
Después del triunfo popular de enero de 1959, los bomberos cubanos debieron enfrentar situaciones complicadas, muchas provocadas por el enemigo. La más dramática fue, quizá, el sabotaje al barco La Coubre en el puerto de La Habana, el 4 de marzo de 1960. El vapor belga transportaba armas para nuestro pueblo. Aquel horrendo crimen dejó un saldo de más de cien muertos y cientos de heridos. Los bomberos figuraron entre los primeros en acudir en auxilio de las víctimas.
Otro momento que requirió de su intervención fue el criminal incendio a la tienda El Encanto, obra de la contrarrevolución interna. Ocurrió el 13 de abril de 1961, y en aquel acto terrorista falleció la valerosa miliciana Fe del Valle. Los bomberos combatieron las llamas en un intento por evitar que estas afectaran los negocios y viviendas colindantes.
Antes de este drama en la base de supertanqueros de Matanzas, nuestros bomberos exhibieron su valor en hechos como el del 18 de mayo de 2018, cuando una aeronave arrendada por Cubana de Aviación se estrelló cerca de Santiago de las Vegas minutos después de despegar del Aeropuerto Internacional José Martí. El accidente dejó un saldo de 112 víctimas fatales.
La vida puso de nuevo a prueba sus arrestos el 6 de mayo pasado, cuando una fuerte explosión causó graves daños en la estructura del capitalino hotel Saratoga y sepultó bajo toneladas de escombros a 46 personas. Bomberos, rescatistas y miembros de la Cruz Roja ascendieron a la categoría de héroes en sus riesgosas labores de búsqueda de sobrevivientes.
Las víctimas mortales originadas por el incendio de la base de supertanqueros de Matanzas serán recordadas eternamente por su valentía al enfrentar lo que ya se considera como una de las mayores catástrofes ocurridas en Cuba en cualquier época. Ellos forman parte de los anales de la heroicidad de esta Isla, acostumbrada a las hazañas y a la épica.