Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Eran muy jóvenes los que estaban en la primera línea de fuego

Frank Delgado Mesa, quien se recupera de las lesiones del siniestro en Matanzas, afirma que todo ha sido muy duro y más tener compañeros desaparecidos

Autores:

Yuniel Labacena Romero
Monica Lezcano Lavandera

MATANZAS.— «Menores de 30 años eran todos los bomberos que estaban combatiendo el fuego; muy, muy jóvenes, los mayores eran los choferes u otro personal», dice a estos reporteros Frank Delgado Mesa, de 54 años de edad. Y ello habla de la bravura, del arrojo y de la disposición de una juventud que existe y no cree en peligros cuando de salvar a una Cuba inmensa se trata.

Por eso, conmueve cada rostro joven metido en la pelea por la suerte de Matanzas, que es la suerte de Cuba; esos rostros de heroísmo frente a la fuerza de un rayo que pudimos ver ayer mientras desandábamos el comando especial No. 2 Supertanqueros de la Atenas. Allí estaban bomberos, rescatistas, socorrista… gente por todas partes, sumidos en un silencio profundo, y dispuestos a lo que sea.

«Son unos guerreros», vuelve a decir Frank, quien se recupera de sus lesiones en una de las salas del hospital Faustino Pérez de la Atenas de Cuba, tras el siniestro del viernes último. Mientras conversa, no esconde que piensa mucho en ellos como un familiar muy querido y más cuando sabe que hay 17 desaparecidos. Su rostro denota todavía las huellas del aciago instante y el peso de la tragedia.

Recuerda este hombre que se dedicada a la actividad logística que estaban en el área cercana a los tanques dándole el servicio de cena a los bomberos y a los trabajadores que combatían el incendio, cuando «de buena a primera vino la explosión y nos mandaron a salir corriendo». Pero, la onda expansiva no los dejó ni caminar.

«Nos caímos, tuvimos que coger el monte para cubrirnos de las llamas. Por suerte, un transporte nuestro que estaba despachando el alimento, pasó y me pudo socorrer. Gracias a eso pudimos salir y llegar mucho más rápido al hospital. Lo ocurrido a esa hora es inexplicable, hay que vivirlo.

«Estuvimos en la explosión de cerca de las 12, pero esa del amanecer fue mucho, mucho mayor. En ese instante ya habíamos repartido dos meriendas y estábamos dando el servicio de cena», narra mientras intenta vencer el dolor de las quemaduras y su familia lo acomoda en la cama. «Tengo dos compañeros desaparecidos. Ahora no queda otra que seguir tirando pa´lante. Esto ha sido muy duro».

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.