Un cuarteto de éxito. De izquierda a derecha, Yamel, Yaite, iris y Liz Yanet. Autor: Cortesía del proyecto Publicado: 02/08/2022 | 10:59 pm
LAS TUNAS.— En el contexto económico cubano contemporáneo, el rol de la mujer cobra relevante protagonismo. Cuatro de ellas lo patentizan en la capital tunera con un proyecto de singulares ribetes que, no obstante su juventud, ha conquistado con sus propuestas el beneplácito público.
El cuarteto tiene una heterogénea estructura académica. Yamel Meneses e Iris Cruz son licenciadas en Historia del Arte, Yaite Ricardo tiene un título universitario en Contabilidad, y Liz Yanet Santisteban es ingeniera química. Arte y ciencia se entrelazan aquí en una simbiosis ideal para triunfar.
«Nuestro emprendimiento se concibió para elaborar productos naturales y acercar a la gente a la cultura medioambiental —explica Yamel Meneses, su líder—. Lo llamamos Banana y Papaya porque alude a dos criollísimas y sabrosas frutas cuya unión transmite, además, cierta dosis de erotismo. Como sus nombres se pronuncian igual en español que en inglés, nos pareció que tendrían pegada comercial. El tiempo nos dio la razón».
Desde la gestación del proyecto, el cuarteto soñó en grande y se trazó derroteros. Estaban al tanto de que la Resolución 315/2020 del Ministerio del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera autoriza al Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC) —entre otras 35 entidades— a coordinar y regular importaciones en moneda libremente convertible para las formas de gestión no estatal que operan en el país.
Pero antes de asesorarse bien con la delegación tunera del FCBC sobre las vías para adquirir en el exterior las materias primas necesarias, Yamel y su equipo se prepararon. Ninguna tenía experiencia en fabricar jabones. Una de ellas propuso buscar información sobre el tema en internet. Y ¡eureka! encontraron varios tutoriales con instrucciones muy precisas. Cuando estuvieron listas para comenzar, se lanzaron.
«Cumplimos los trámites y al poco tiempo nos llegó de México la primera importación de glicerina natural —recuerda Yamel—. Luego recibimos otra de España con colores y aromas. Los jabones dermatológicos fundacionales se hicieron con esos componentes. No son los únicos, pues también usamos aceites obtenidos de plantas aromáticas cubanas que forman parte de nuestra cultura, como avena, albahaca, canela, café…».
En poco tiempo fueron adiestrándose y añadiendo a la naciente empresa otros productos naturales. Pero no se decidían a comercializarlos. Asistieron a la Feria Nacional de Artesanía del FCBC, en La Habana, para explorar qué era lo más buscado por la gente en materia de cosméticos y jabones. A la Feria Arte 500 en Camagüey concurrieron con igual propósito. De una y otra sacaron conclusiones y las pusieron en práctica.
Puertas abiertas
Inauguraron la tienda a finales de 2021. Además de jabones naturales, pusieron a la venta protectores labiales, cremas hidratantes de yerba buena, mascarillas elaboradas con miel, cera antiarrugas… Con proveedores de la zona y de Guantánamo negociaron el suministro de coco y cacao para obtener aceites aromáticos. La calidad de la oferta aumentó y favoreció el éxito, al punto de llegar ya a recuperar la inversión.
«Además del jabón —el producto líder— tiene alta demanda el aceite hidratante, pero tenemos problemas para envasarlo, pues los recipientes de vidrio escasean y no queremos hacerlo en plásticos porque adulteran el contenido —asegura Iris Cruz—. La Empresa de Materias primas no tiene en existencia. Es probable que una próxima importación sea de envases».
Emprendimiento adentro
Son muchos los jóvenes que visitan la tienda. Algunos vienen solo a mirar, pero otros adquieren cremas, incienso, lociones y jabones de distintas formas y colores. Si se lo piden, las anfitrionas pueden combinarles varios regalos en un mismo embalaje. Mediante internet aprendieron a hacerlos. Los clientes elogian la calidad de la oferta, así como su presentación.
«Nuestras ventas se dispararon el Día de las Madres y el Día de los Padres —afirma Yamel—. Algunos organismos nos hicieron compras grandes. Representantes de otras tiendas han venido con propuestas de comprarnos productos por cantidades para luego revenderlos. Pero nos hemos negado de plano, porque queremos mantener la exclusividad de lo que producimos».
Según Iris Cruz, el proceso para la elaboración de jabón de glicerina no es complejo. «Se funden los componentes, se les añaden el aroma y el color y, finalmente, se vierte la mezcla en los moldes, que se encargan de darles belleza y textura. Los jabones se venden forrados con un fino nailon para evitar que el polvo los ensucie y estropee. Ya mandamos a hacer un cuño para que cada producto lleve impresa nuestra marca».
El proyecto cuenta con los permisos dermatológico y sanitario del Centro de Higiene, Epidemiología y Microbiología. Cada cierto tiempo entregan muestras de todos sus productos al laboratorio provincial para que las sometan a exámenes. Los resultados siempre son favorables, pues los ingredientes que se utilizan son naturales y ninguno perjudica la salud.
Abriendo el diapasón
Banana y Papaya pretende trascender la fabricación de cosméticos y jabones. Su entusiasta cuarteto se propone ahora abrir una bodega vintage que restituya a la cocina cubana el empleo de productos naturales tradicionales como vinagretas, mojitos, aderezos, conservas, especias, sales aromatizadas… Y rescatar alimentos como el pinol, la bananina y el gofio. Quieren ofertarlos en pequeña escala, con empaques artesanales en los que prime siempre el toque estético y artístico.
También habilitaron un ambiente para crear cultura acerca de la ornamentación de interiores con elementos naturales como naturalezas muertas, detalles marinos, adornos de madera, objetos de barro y ramos de flores autóctonas.
Las de Banana y Papaya no conciben su proyecto solo para comercializar. Una profesora de una escuela de arte de la ciudad quiere traerles a sus alumnos para que ellas les hablen de formas y colores, temas afines a sus programas docentes de artes plásticas.
«No hace mucho nos invitaron a un evento muy original en la Universidad de Ciencias Médicas de Las Tunas
—comenta Yamel—. Lo llamaron Filosofía de los Aromas y resultó sumamente instructivo. Además de los cubanos, participaron estudiantes caribeños que se preparan allí. Hablaron sobre los olores naturales característicos de sus países. Nosotras también intervenimos sobre el tema y llevamos una exposición».
Perspectivas
La tienda funciona en la parte delantera de la vivienda de Yamel, no lejos del centro histórico de la ciudad. En otro espacio montaron el taller, donde funden, dosifican, vierten, crean y sueñan. Todavía no cuentan con comercio electrónico, pero lo tienen previsto. Igualmente, están construyendo una página web. Ambas alternativas son indispensables en estos cambiantes tiempos de nuevas tecnologías y redes sociales.
«Banana y Papaya pretende instalarse en la cotidianidad del pueblo tunero a base de la calidad en sus ofertas y de sensibilidad en sus concepciones —dice Yamel—. Si logramos concretar ambas cosas, nos daremos por satisfechas».
Todo se elabora sin empleo de elementos químicos. Fotos: Cortesía del Proyecto
Los productos son variados, y la presentación, impecable. Fotos: Cortesía del Proyecto