La historia Autor: LAZ Publicado: 21/05/2022 | 09:05 pm
Es preocupante y precisa de un golpe de timón, aseguran aquellos que observan cómo para algunos jóvenes cubanos la Historia de su país se convierte en algo aburrido, que es preciso aprobar, y nada más. En la educación primaria parece motivar un poco más, pero en la medida en que pasa el tiempo para muchos es «teque o muela».
Si queremos tener un ejemplo concreto podemos tomar el resultado en las pruebas de ingreso a la Educación Superior, en los que Matemática ha dejado de ser «el coco», mientras la Historia de Cuba se encarga de bajar los promedios.
En 2021 el promedio de aprobados en el examen de Historia fue de 89,5 por ciento, mientras que este año bajó a 84,7. De ellos, procedentes del preuniversitario, aprobaron el pasado año el 90 por ciento y este el 85,4. Mientras Español-Literatura siempre exhibe promedios por encima de 90 y la temida Matemática dio un salto de diez puntos porcentuales con respecto al año anterior, de 70,2 a 80,8 en total de aprobados.
«Las clases de Historia que me gustan son aquellas en las cuales el profesor casi actúa para explicarlas, pero no las que nos atiborran de fechas y de nombres», dice Sofía, estudiante de 12mo. grado en el IPVCE Luis Urquiza Jorge, de Las Tunas. «He tenido profesores excelentes, capaces de motivarme. Lamentablemente, otros no lo han logrado».
Para Roberto Sotolongo Rocha, estudiante de 5to. año de la licenciatura en Historia en la Universidad de Cienfuegos Carlos Rafael Rodríguez, la enseñanza de esa asignatura debe ser utilizada para que los jóvenes se vean fruto y parte de una nación que se ha levantado y construido sobre sus propios esfuerzos y el sacrificio de sus hijos.
«Es precisamente una de sus funciones y actualmente no se está cumpliendo», lamentó. «Diversos factores influyen en este fenómeno sobre el que se reinventan soluciones: la actitud de la familia, la calidad en la formación de los profesores, la indiferencia social al respecto, que amenaza la conciencia histórica en generaciones más recientes, y hechos materiales presentes en la cotidianidad.
«Toca entonces a los profesores cambiar el modo de enseñar la materia en las aulas. Una Historia más humana, más cercana al educando, vista también desde la localidad y la región que en muchas ocasiones es subvalorada y nos trae excelentes explicaciones y particularidades de procesos nacionales, llegando a constituir una motivación para el estudiante», argumentó.
Estas cuestiones fueron evaluadas en el 3er. pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en diciembre de 2021, cuando se argumentó que la enseñanza del Marxismo-Leninismo y de la Historia debía ser parte natural de la vida cubana. Y ello, como dijo el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, alude a la voluntad política y partidista, de la necesidad de transformar todo este proceso de enseñanza.
Los museos son un recurso didáctico que permite la enseñanza y aprendizaje de la Historia de forma atractiva. Foto: Abel Rojas Barallobre.
¿La clave será el maestro?
«La Historia de Cuba no cautivará a los estudiantes si en ese propósito solo se emplean los libros de texto», asegura Yuri García, un docente tunero que asume el proceso de enseñanza-aprendizaje desde la amenidad y el divertimento. «Hay que salir del aula, visitar sitios históricos, frecuentar los museos, conversar con personalidades, eso motiva y estimula mucho», apuntó.
En 42 años como profesor en Cienfuegos, el máster José Alberto Chang ha aprendido que «la enseñanza de la Historia debe ser resultado de su conocimiento con toda una elevada dosis de sentimientos y corazón, que suena a romance, pero solo con la pasión que despierta amar lo que se hace podemos mostrarlo a otros con todas sus luces».
Mientras, para su colega Nereyda Moya Padilla comprender y estudiar la Historia ha sido un ejercicio constante para el sistema educativo cubano, «de ahí que lo que se enseña en cada una de las etapas de los niveles educativos generales, y la universidad, tenga que ser bien dosificado, de manera que el estudiante vaya recibiendo contenidos que se profundizan a medida que avanza en su formación.
«A veces un estudiante ha recibido clases de Historia en el nivel primario, y en la enseñanza media, y en la universidad cree que ya posee todos los elementos para comprender la materia. Pero la práctica demuestra lo contario. La Historia es mucho más rica», consideró la miembro de Honor de la Academia de Ciencias de Cuba.
Con un aval de 35 años frente al aula, el Doctor en Ciencias Filosóficas Noel Sampedro Muñoz considera que en la enseñanza de la Historia generalmente no se tiene en cuenta la articulación dialéctica con la actuación de los seres humanos en ella. Se abusa de textos viejos que la investigación histórica ha enriquecido en el mejor de los casos, o superado, por lo que se imparten contenidos atrasados o erróneos».
Igualmente, reconoció que hoy «se enseña y aprende un Marxismo-Leninismo manualista, anquilosado, dogmático, esquemático, metafísico y especulativo. No son pocos los maestros y profesores de esta disciplina, en los diferentes niveles, para quienes constituye, la única teoría que existe o tiene validez.
«Para otros, increíblemente, no tiene valor alguno más allá de un grupo de teorías que deben ser aprendidas y aprehendidas, para ser reproducidas de memoria en algunas circunstancias particulares: un examen, un seminario, una reunión e incluso, en las tesis de grado, maestrías y doctorados».
Sampedro Muñoz enumera una decena de desaciertos en la enseñanza del marxismo, que no solo atañen a los maestros. Entre ellos que, «en ocasiones, suelen impartirlas profesores de materias no afines, quienes, agobiados con esta imposición, le restan importancia o no se imparten y solo se les mal orienta a los estudiantes trabajos finales, generalmente para que los hagan los padres.
«La formalidad excesiva lacera la enseñanza de cualquier materia, más cuando junto con la instrucción se pretende formar valores y educar a los seres humanos para la vida. En la enseñanza de la Historia y el Marxismo hace aún más daño», apuntó.
A ello se suman las consideraciones de Hebert Pérez Concepción, premio nacional de Historia en el año 2017, quien apunta que para tener éxito en la enseñanza de esta materia «lo primero que debe ocurrir es que el profesor esté convencido de que la Historia es muy importante, de que puede haber cambiado su vida y que es necesaria.
«La Historia es un proceso de investigación y estudio permanente, porque no se trata de tener respuestas para cada cosa; no se trata de tener una especie de cartilla que uno se aprende de memoria, sino que es un proceso de aprendizaje problémico, que plantea las situaciones de la Historia y en el que el profesor tenga que pensar sobre ellas, analizar su contexto, cuáles eran las opciones y eso nos va a enseñar a pensar».
Por su parte, Yoel Cordoví Núñez, presidente del Instituto de Historia de Cuba, significó que esta materia no puede ser algo pedante y que uno se acerque a ella porque no nos quede más remedio. «¿Quién ha dicho que debe quitársele su parte de poesía?, como decía Lucien Febvre, un exponente de la escuela de los anales.
«La Historia hay que disfrutarla, y para ello tiene que partirse de un gusto estético por la escritura. Hay que saber escribir, hacerla agradable y con gusto no significa desnaturalizarla y perder el rigor de su carácter de ciencia, tenemos buenos exponentes en ello».
De teoría y práctica
En la búsqueda de respuestas certeras a una dificultad evidentemente, Juventud Rebelde asistió al 1er. Taller Nacional Historia, Marxismo-Leninismo y Educación para la Vida Ciudadana, que sesionó, recientemente, en la Escuela Superior del Partido Ñico López, de la capital. Durante tres días, consejos y experiencias no faltaron, los cuales deberán ser fuente de inspiración en la base.
«La enseñanza de la Historia debe sintetizar las bases que justifican la existencia de la nación cubana y su identidad», expresó en su ponencia el Doctor en Ciencias Históricas Eduardo Torres Cuevas, director de la Oficina del Programa Martiano y presidente de la Sociedad Cultural José Martí.
Además, consideró «que el acomodamiento de la disciplina a las versiones hecho-lógicas resulta un reduccionismo que pondera hechos sin explicar procesos, sus dimensiones ideológicas y los matices detrás de los acontecimientos».
Torres Cuevas precisó que «hay que enseñar una Historia formadora. El profesor tiene que tocar la razón y el corazón. Hay que llevar al aula el pensamiento y el sentimiento. Esa es la osadía que tiene que realizar el maestro, porque tiene que tener su conciencia y ser capaz de transmitirla.
«Y si defendemos nuestra Historia, estamos defendiendo el Marxismo-Leninismo, porque esa ideología forma parte de nuestros procesos como cubanos. Y si es capaz de defender la Patria, es capaz de defender la Revolución», argumentó.
Por su parte, Iván Barreto Gelles, director de la Empresa de Informática y Medios Audiovisuales para la Educación (Cinesoft), añade un concepto a la enseñanza-aprendizaje, cuando refiere que la formación es un proceso que requiere de la comunicación y por ello es preciso utilizar formas novedosas, acordes con las maneras que utilizan los jóvenes para hacerlo.
«A nuestros estudiantes no les interesa hablar con nosotros, lo hacen entre ellos a través de sus códigos, por eso será preciso llamar su atención y tenemos que hacerlo en su lenguaje, en sus espacios. Lo que defendemos es calar en ellos el sentimiento de la Historia Patria, incorporando la visión marxista del mundo, y para ello necesitamos como proceso comunicativo atraer su atención», subrayó.
«Por lo tanto, necesitamos generar recursos en las redes sociales en el área digital y hacerles un contenido fresco y también tomar en cuenta cómo ellos ven el marxismo-Leninismo, para nosotros adecuar nuestra forma de enseñar», acotó Barreto Gelles.
La utilización de las nuevas tecnologías es esencial para llegar con un contenido atractivo a los estudiantes. Foto: Abel Rojas Barallobre.
En entrevista con Juventud Rebelde, destacó que, lamentablemente, la formación de los maestros en Cuba ha estado muy permeada, «porque nos preparan en cómo enseñar, pero estos son tiempos en que hay que tomar en cuenta cómo se aprende, y tiene que ver con la forma en que los muchachos han vivido su experiencia. Además, la COVID-19 los ha hecho más digitales, aceleró procesos que nosotros como docentes no podemos olvidar».
—¿Qué aportes tiene Cinesoft para la enseñanza de la Historia de Cuba?
—Siempre elaboramos materiales para acompañar al maestro en el aula, con énfasis en las asignaturas de Historia y Cultura Política. Hoy tenemos, entre otras propuestas, más de 150 visitas virtuales —no es lo mismo hablar de Martí que recorrer la casa donde nació, la finca donde vivió parte de su vida y la Fragua Martiana.
«Son lugares que un estudiante puede visitar de manera virtual desde cualquier lugar del país. No hay enseñanza de la Historia si no hay emoción. Hay que devolverles su curiosidad con algo que no lo decepcione y atraerlo al proceso formativo».
Es necesario que las nuevas generaciones recorran los sitios donde ocurrieron nuestros hechos históricos. Foto: Enrique González Díaz.
Caminar en casa ajena
No son pocos los jóvenes que, incluso, considerados como «filtros» manejan con soltura su celular y dominan varios programas informáticos, pero son incapaces de dar un clic en la carpeta de nuestras memorias. Puede que sepan la letra en inglés de las canciones del hit parade internacional, pero no pueden cantar en español una oda a su propio país. En fin, conocen la casa ajena y caminan a ciegas por la suya.
¿Serán los programas de la asignatura, repetidos desde la primaria hasta el final de los estudios, grado a grado, lo que ocasiona cansancio y desinterés? ¿Qué sucede hoy con los planes de estudios de la escuela cubana? ¿Podrá cambiarse lo vivido hasta ahora?
En busca de más respuestas Juventud Rebelde conversó con Miriam Egea Álvarez, directora de Historia y Marxismo-Leninismo del Ministerio de Educación (Mined), quien reconoció que existe una insatisfacción con lo realizado hasta ahora en la escuela cubana, pues «el momento que vive el mundo y que vive Cuba, exige seguir profundizando y especialmente los educadores por el encargo social que tenemos, en la formación de las nuevas generaciones.
«Se trata de desarrollar desde el sistema de influencias educativas, que no solo es la clase de Historia, sino todo el que desarrollamos a través de las diferentes asignaturas. Aunque muy especialmente se tributa desde las asignaturas de Historia y Educación para la vida ciudadana, que son dos grandes disciplinas.
«Primero se imparten como nociones desde que el niño entra en el círculo infantil, familiarizándolo con las diferentes figuras de nuestra Historia. Se utiliza la disciplina El mundo en que vivimos, porque el sentimiento de patriotismo se empieza a conformar a partir del conocimiento del entorno que te rodea, el lugar donde naces, donde vives.
«En primaria, en 5to. y 6to. grados, tenemos ya la asignatura de Historia de Cuba, desde lo más sencillo. Luego en secundaria básica hay una sistematización del conocimiento, con las asignaturas Historia Contemporánea e Historia de Cuba, y también en los tres años de preuniversitario, dirigidos a la profundización de los temas abordados anteriormente», precisó.
Para Egea Álvarez es clave la preparación del maestro, «su cultura para poder llegar a cada uno de sus alumnos, siempre teniendo en cuenta el diagnóstico del estudiante, para hacer un trabajo diferenciado. Y utilizando las nuevas tecnologías, apoyándose en actividades complementarias.
«No es solo instruir, sino educar en los sentimientos, y ahí está esa articulación que puede llevarnos a lograr el compromiso, identificarse con la Historia de la nación y en ese camino se va formando el sentimiento de patriotismo, de cubanía, conformando ese cubano al que aspiramos que se enamore del pensamiento de Martí, de Fidel, y que esté en condiciones de continuar construyendo nuestro país con su Revolución», subrayó.
—¿Cómo prepararse el maestro para impartir una clase de Historia desarrolladora?
—No es desterrar lo que siempre se ha hecho, sino articular todo lo que tenemos al alcance de nuestras manos. Cada uno lo hará a su manera, incorporando la anécdota, la narración, la lectura y el análisis, no solo del libro de texto, sino de otros materiales, películas, documentales, debatir y defender ideas, dando participación a los estudiantes.
Como decía Rogelio Polanco Fuentes, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido y jefe de su Departamento Ideológico, en la clausura del 24to. Congreso Nacional de Historia, la extraordinaria historia de Cuba no puede ser contada sin que se nos hinche el pecho. «La objetividad científica no está reñida con las emociones que alimentan el espíritu, solo así podremos encantar a niños, adolescentes y jóvenes».