Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

En Cuba el último censo nacional de población y vivienda, en 2012, dejó al desnudo que 220 por cada mil adolescentes se reconocían casadas y unidas, cifra que experimentó una elevación con respecto al 2002.

 

A esta práctica se le denomina matrimonio infantil y es una de las cuestiones controversiales que Cuba se propone dejar atrás con la aprobación de una nueva norma jurídica en materia de familia.

 

Aunque la tasa de nupcialidad en Cuba tiende a ser cada vez más baja, registrando en 2020 su menor cifra, de 3.2 por cada mil habitantes, se efectuaron 745 matrimonios de menores de edad, según el Anuario Demográfico de 2020. Los números para las mujeres son demoledores: 656 matrimonios celebrados. 

 

La estadística ilustra que existe un marcado sesgo de género en relación al matrimonio infantil. Y si a esto sumamos que, según informes del Ministerio de Educación, el matrimonio en la adolescencia constituye una de las causas de baja escolar, principalmente en las niñas, entonces estamos hablando de un problema que afecta fundamentalmente a nuestras mujeres, a sus proyectos de vida y a su formación. 

 

Entre las razones para el matrimonio infantil los expertos identifican al factor económico, pues muchas veces los padres casan a sus hijas con la esperanza de proporcionales seguridad y comodidad, a partir de concebir a las figuras patriarcales como resguardo.

 

También la vía del matrimonio se erige como una opción de evitar embarazos fuera de una unión legal, e incluso es concomitante con la falta de educación, los rezagos machistas y las desigualdades sociales.