José Julián Díaz Pérez, presidente de la FEU de la Universidad de La Habana, en el acto de celebración del Día Internacional del Estudiante, realizado en el Aula Magna. Autor: Roberto Suárez Publicado: 17/11/2021 | 02:26 pm
Hace hoy 82 años serían asesinados en Praga nueve estudiantes universitarios, arrestados y hostigados otros miles. El naciente imperio fascista alemán sumió en sangre a la enérgica juventud checoslovaca, más de 1200 estudiantes fueron llevados a campos de concentración. Es importante recordar en estas fechas, trocadas por el tiempo en festejos, la semilla fecunda y dolorosa de su resistencia.
Hace un poco menos, en el 2005, en conmemoración de aquel 17 de Praga, nos dedicaría sus últimas palabras en la universidad el comandante en jefe. Un discurso (el de Fidel) de varias horas, y, aun así, como solía, de una eficacia visionaria. Lo recibiría esta Aula Magna llena de los nosotros aquellos, él nos hablaría desde este mismo podio que hoy también se estremece buscando en su memoria.
De aquel discurso, resaltar el gran paralelismo con nuestra realidad a través de estos 16 años, alerta de constancia. Entonces, Fidel emprendía camino con los trabajadores sociales. Con la sinceridad implacable, hablaba de coger el toro por los cuernos, de reconocer los problemas más complejos y lacerantes. Era un llamado a todo el pueblo, a implicarse en las soluciones, en la gestión de sus recursos, en la lucha contra la corrupción y la injusticia. Era necesario llegar con fuerza a las comunidades más complejas, a los más humildes, a los vulnerables, dotarlos de herramientas para emprender la transformación. Era también un llamado a no normalizar las diferencias económicas, a no caer en el bache de aceptar eterno el mérito abstracto y conveniente.
Nos hace una disertación del ahorro en la realidad cubana, sacando cuentas, encaminando la ciencia, optimizando recursos. Fidel nos hablaba de la eficiencia. A esa aparente contradicción del socialismo bajo los arraigados resortes del capital, nos respondía con la eficiencia consciente y guevariana, con el espíritu como gran motor del desarrollo, con el trabajador crítico, protagonista del proceso revolucionario, comprometido con el porvenir.
Habremos de salir a buscar el hombre nuevo. No hay fórmulas para el socialismo. No llegaremos al comunismo a través de estructuras, ni siquiera de leyes o una repartición mejor o un mayor índice económico. El avance del socialismo se medirá en la consciencia colectiva, y su capacidad de generar bienestar, de transformar esas leyes y estructuras, de emprender el poder popular, en la participación y en la identificación con el proyecto socialista, con el comunismo.
Decía Fidel que ese era el arma más poderosa del mundo, el mensaje de la Revolución, su ejemplo y coherencia. Urge creer en él, sin maquillaje, haciendo uso del desarrollo sin ceder al brillo opulento de la modernidad. Nos toca estudiar minuciosamente el transcurso de las revoluciones. La transformación profunda y tremenda de la sociedad pasa por irla desentrañando envuelta en sus contradicciones, por la buena voluntad en búsqueda crítica y constante.
Trasciende también en sus palabras otra gran alerta, la de entender en disputa constante el futuro de la Revolución. La necesidad de conocer profundamente a que nos enfrentamos, sus formas y esencias, sus proyecciones. Del imperialismo diría el Che que ni tantico así. Nos corresponde asumir al enemigo. Esperar siempre el golpe más bajo es el costo de emprender este camino tan alto.
Entender que nuestra mayor defensa es la construcción de la nueva realidad. El enemigo intenta distraernos con la puesta en escena de turno, nos busca sumir en ese micromundo virtual descompensado.
La disputa del socialismo está en el pueblo, no en los portavoces del capital. Nuestros oídos, sin el filtro de la maquinaria mediática, nuestro pensamiento y brazos tendrán que emerger de los barrios en su vida diaria. Mientras seamos un pueblo entero dispuesto a defender la Revolución no nos podrán vencer.
Hoy nos convida Fidel a creer en el futuro. Sin más, dejo al Fidel de estos versos de Silvio
El problema vital es el alma
El problema es de resurrección
El problema señor
Será siempre
Sembrar amor.