Nicolai Leonov. Autor: Tomada de Cubadebate Publicado: 14/10/2021 | 10:02 pm
La Mesa Redonda estrena este jueves y viernes un documental en dos partes del cineasta Manuel Pérez Paredes: La vida que ha quedado atrás, un título que, si bien resume el espíritu de la obra, apenas permite vislumbrar el estremecedor testimonio contenido en sus dos horas y 20 minutos de duración, tiempo breve si se consideran las credenciales del protagonista y las dimensiones de la historia que narra.
Nicolai Leonov, a quien el público cubano reconocerá como autor de la biografía Raúl Castro, un hombre en Revolución, es hoy un alto oficial retirado de la legendaria KGB soviética, con una memoria descomunal y sensible, que durante tres semanas del año 2012 dedicó más de 60 horas de charlas, de ellas 15 grabadas, a un equipo del Icaic, dirigido por Manolo Pérez, empeñado este último en recoger para los archivos cubanos los recuerdos y evaluaciones de un testigo excepcional de la Guerra Fría.
Cómo y por qué llega el Premio Nacional de Cine de 2013 hasta Leonov y de qué manera logra armar el valioso testimonio, es parte del encanto que rodea a la película por donde se le mire.
Según el cineasta, todo empezó el 31 de julio de 2006, cuando se anunció «el golpe de salud que había sufrido Fidel», o quizás unos meses antes, cuando el líder de la Revolución Cubana dijo en su memorable discurso en la Universidad de La Habana, celebrando los 60 años de su iniciación como estudiante y revolucionario, que la Revolución podría implosionar antes que ser derrotada por sus enemigos externos. Militante revolucionario desde su temprana juventud, sintió que quedaban muchas preguntas sin responder, tras el derrumbe del sistema socialista mundial con la URSS a la cabeza.
«Bajo el impacto que provoca en mí la noticia de que Fidel ha sufrido un golpe de salud como nunca lo había tenido hasta ese momento, me pongo a buscar en internet la repercusión del hecho y entre cientos de notas, encuentro un blog argentino de izquierda que trata de dar información sobre quién es Raúl Castro, el segundo hombre de la Revolución que era en ese momento mucho menos conocido que Fidel por sus propias características personales.
«Quien escribe el blog menciona a Nicolai Leonov, como un amigo accidental de Raúl en su juventud. Yo sabía de la existencia de aquel soviético que se encontró con él en un barco y se hicieron amigos, pero no tenía la dimensión exacta de quién era, hasta que esa información me mueve a buscar más». Detrás de aquella referencia, comienza a escarbar y encuentra numerosos materiales, algunos escritos por el propio Leonov y otros referidos a él, entre los que destaca una larga entrevista de un periodista catalán, donde se le revela por primera vez «una manera de pensar y de razonar muy atractiva. Y siento que me identifico enseguida con su modo de contar la vida».
Cautivado después por la lectura de conferencias y otros textos del propio Leonov que encontró en internet, Pérez Paredes se proponer llegar a conocerlo y a entrevistarlo personalmente. La primera oportunidad llega en 2009 cuando es invitado a participar como coguionista de un documental sobre Centroamérica con un productor español, a quien Manolo le propone (y es aceptada su propuesta), entrevistar a Leonov, bajo el argumento de que había sido analista de la región en sus años como diplomático en esta parte del mundo. Con los auspicios de la periodista Marta Carreras y de su esposo Juan Valdés, quien era embajador en Rusia entonces, en el año 2010 se produce finalmente el encuentro en Moscú. Allí el cineasta cubano descubre que, en vivo y en directo, la narrativa del ruso es más fascinante aún que sus escritos.
«Cuando lo oigo hablar, veo que no solo sabe escribir, analizar, sino que tiene un don para la comunicación, es cinematográfico. Descubro que no solo es inteligente, lúcido y con grandes vivencias, sino que las cuenta muy bien...».
Manolo regresa a La Habana después de aportar al documental sobre Centroamérica los formidables testimonios de Leonov, pero siente que le falta hacer más.
«No se podía perder el testimonio audiovisual más directamente relacionado con Cuba, del modo como este hombre lo cuenta. Yo no tenía tan claro si iba a hacer un documental o no, pero sentía que su relato tenía que estar en nuestros archivos históricos, del lado de acá. Porque su memoria es América Latina, es Cuba y es la Unión Soviética en el curso de la Guerra Fría. Nada menos».
Omar González, presidente del Icaic por esa época y uno de los mayores animadores de proyectos de preservación de la memoria en la institución, aprueba la solicitud de Manolo, quien en 2012 parte de nuevo a Moscú con un equipo mínimo de otras tres personas: Velia Díaz Villalvilla, sonidista, Raúl Rodríguez, fotógrafo y Harold Rodríguez, camarógrafo. Con la ayuda indispensable, otra vez, de Marta Carreras y de la Embajada cubana en Moscú, se producen por fin las grabaciones a Nicolai Leonov. Cuba, su relación con nuestro país, con América Latina, lo que fue su vida en la URSS desde la niñez hasta la desintegración de aquel gran país, llenan 15 horas bajo los reflectores.
«Fueron jornadas de tres o cuatro horas cada vez, que se hacían más cortas cuando abordaba, por ejemplo, el desmoronamiento de la URSS, que lo afectaba mucho. Su esposa, que también provenía de la KGB, nos estableció horarios más limitados para no lastimar su salud. Entonces Leonov tenía 84 años.
«Para nosotros fue como un doctorado, no solo grabar aquellas 15 horas sino conversar 60, durante las cuales nos hizo cualquier cantidad de cuentos.
Traductor de Fidel cuando fue a hablar con Nikita Krushov en 1963, post crisis de octubre, Leonov solo contaba las cosas públicas, las otras, más privadas, solo podrían haberlas contado Fidel o Nikita. Pero a lo largo de tres semanas, se dieron muchas conversaciones sobre un Fidel curioseando al lado de Nikita, preguntando sobre Stalin y lo que sucedió después de Stalin, por ejemplo.
Otras anécdotas que no están en el documental que se estrena en la televisión, quedan como valiosos recuerdos en la memoria del equipo. Manolo cuenta algunas fascinantes, como las valoraciones que les hizo sobre el Che, lo exigente que era con la traducción, al punto de pedir que si él le decía a Gromiko: «esas son tonterías», no fueran a cambiar las palabras por otras más suaves, pues él quería observar la reacción de su interlocutor. El Che confiaba tanto en Leonov, que se lo llevó como traductor en un viaje por Corea.
Para cuando se hicieron las filmaciones del documental La vida que ha quedado atrás, Leonov había escrito una biografía breve de Fidel y tenía el boceto de lo que sería después la de Raúl, un hombre en Revolución de manera que no es ese libro la guía del documental, sino al parecer una suerte de acelerador del proceso editorial del texto, que se presentó en 2016.
«Yo no soy documentalista ―aclara―, soy esencialmente un creador de ficción, pero sí soy un curioso de la política en estos temas». El cineasta se da cuenta de que es absolutamente excepcional el relato que puede hacer alguien que en los años de la Guerra Fría no solo fue amigo de Fidel, de Raúl, del Che, sino además de Omar Torrijos ―de quien escribió también un libro, después de colaborar con el líder panameño durante la negociación de los acuerdos para la recuperación del Canal― y del general peruano Velazco Alvarado, entre otros importantes políticos latinoamericanos. Según confesó Leonov su estancia en América Latina le cambió la vida.
Pero, ¿cómo se convierten finalmente aquellas 15 horas en las 2:20 que se resumen en el documental que veremos en el espacio de la Mesa Redonda?
«Una semana después de mi regreso a La Habana, Raúl pasa en viaje de trabajo por Moscú y seguramente va a visitar a su amigo Leonov quien seguramente le cuenta que acabamos de entrevistarlo. Debe haberlo dejado bastante motivado, porque a su regreso, Raúl me pidió, vía Omar González, una versión de tres horas de aquellos diálogos. Yo hice el resumen con el editor Saúl Ortega, seleccionando lo que consideraba más interesante para Raúl y por extensión para nosotros mismos. Esa selección también se la enseñé a Leonov y él quedó conforme. Después yo seguí haciendo mi vida en el Icaic y lo filmado se guardó, hasta que, en el 2020, Ramón Samada, el actual presidente del Icaic, se motiva y me motiva a hacer algo que fuera valioso, con el resumen de las tres horas, para estrenarlo en el Congreso del Partido en el que se despedía a Raúl de la dirección del Partido. De ahí sale esta versión de 2:20 que se concentran en su vida, que es la vida de la Unión Soviética y también en su relación con Cuba. Así es como surge el documental La vida que ha quedado atrás.
Pero Manuel Pérez Paredes no es solo el realizador de este testimonio documental que estremece al espectador más avisado. Sin que medien preguntas, el cineasta que todos reconocen como la memoria viva más formidable entre los fundadores del Icaic, retoma la idea primigenia, la angustia del militante por el destino de la Revolución y en general de los procesos socialistas en la historia contemporánea, que le sobrevino tras las agudas advertencias de Fidel en 2005 y la noticia de su enfermedad en 2006. Entonces apunta hacia lo que más le apasiona de su propia obra: la manera en que Leonov cuenta su versión de cómo se descompuso la Unión Soviética.
«Para mí fue muy revelador, muy impactante, muy duro, pero muy necesario, tan duro como necesario, profundizar en cuáles fueron los factores internos, endógenos, que contribuyeron a que se descompusiera la URSS». El protagonista, ya lo verán, sabe contarlo, como sabe calibrar la historia sin pesimismo, sin sentimiento de desaliento o derrota. Con la gallardía que sugiere, desde un espacio privilegiado de la sala de su casa en Moscú, el espigado gallo de pelea que le regaló su mejor amigo cubano.