Siempre felices por ayudar, aunque el peligro aceche. Autor: Laura Brunet Portela Publicado: 07/09/2021 | 12:08 am
CIENFUEGOS.— No lograron aparecer todos en las instantáneas que acompañan a este trabajo, porque no hay pausa en la vía rápida que han trazado entre la farmacia del hospital Gustavo Aldereguía Lima y el edificio central. Fueron voluntarios a la «boca del león», escudados en los protocolos de bioseguridad, seguros de que es allí donde son más necesarios.
Bastaron pocos argumentos para saber que trabajan arduamente, que los jóvenes voluntarios de la universidad de Ciencias Médicas (UCM) y de la Carlos Rafael Rodríguez (UCF) han sido responsables de llevar a cada sala los pedidos de medicamentos, que se hacen por teléfono o recetas, y que ellos han aprendido a manejar con toda precisión.
Pasadas las diez de la noche, vía telefónica, algunos de estos muchachos contaron en ráfagas lo vivido en estos días. «Es un lugar donde no hay un minuto de descanso. La noche es tan intensa o más que el día. El flujo es constante porque los ingresos llegan a cualquier hora. Los pacientes pueden empeorar, o tener alguna complicación. Y en parte también está en nuestras manos llevarles alivio con prontitud», contó a JR Adrián Adalberto Campos Moya, optometrista y secretario general del Comité de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en la UCM.
Anaiquis Chacón Díaz, estudiante de segundo año de Medicina, expresó que «se nos une un día con la entrega de guardia del otro. Aquí no se para. De verdad que considero a las farmacéuticas cuando no tienen ayuda aquí adentro».
Mermada su plantilla, con 13 trabajadores menos, la mensajería de farmacia y la entrega en ventanillo a pacientes de alta era muy lenta, aunque dentro del local laboraran sin pausas.
En sus años de experiencia en la actividad, Danaisy Fernández Arredondo, directora técnica de la farmacia hospitalaria, no había vivido nada como lo de los últimos meses: «¡Incomparable! El trabajo es bastante complejo. Ya era necesario el apoyo de la juventud acá para agilizar la entrega de los medicamentos».
Cada universidad contribuyó con 20 jóvenes, divididos en brigadas de diez. La guardia nocturna la cubren cinco, que luego descansan 72 horas.
«Si de mí depende, los universitarios se quedan hasta que la situación se estabilice. Han sido muy buenos aprendices», valoró satisfecha Fernández Arredondo.