En la calle San Gabriel viven las hermanas Yanelda y Marcia Rodríguez Caballero, quienes fueron ofendidas y golpeadas por los delincuentes que alteraron el orden en la ciudad agramontina Autor: Yahily Hernández Porto Publicado: 16/07/2021 | 02:18 pm
CAMAGÜEY.— El domingo 11 de julio, pasadas las dos de la tarde, la apacible tranquilidad que caracteriza a esta legendaria ciudad se vio interrumpida por grupúsculos contrarrevolucionarios, quienes hinchados de odio y rencor por todo lo que «oliera» a fidelismo salieron desde diferentes puntos geográficos dispuestos a dar golpes, sin importar las consecuencias.
Tanto es así que ya se cuentan en los barrios las historias de camagüeyanos y camagüeyanas que se enfrentaron a la chusma tumultuosa y recibieron lesiones.
Uno de esos incidentes despreciables fue el que experimentaron las hermanas Yanelda y Marcia Rodríguez Caballero, de 56 y 57 años de edad respectivamente, quienes al escuchar las vulgaridades de los apátridas decidieron, como otros vecinos de calle San Gabriel, en el consejo popular San Juan de Dios, salirles al paso.
Recuerda Yanela que la familia estaba disfrutando de la programación dominical cuando una bulla llena de expresiones vulgares y desafectas al Estado se empezó a sentir, cada vez más cercana.
«Nos levantamos todos como resorte en el asiento y cuando subimos a la azotea no vimos a nadie, pero salimos a la calle y ya había gente dispuesta a defender nuestra Revolución. Nos sumamos de inmediato y fuimos hasta la plazoleta de Lugareño y Peña, y allí fue el primer encontronazo», narra aún indignada esta señora, quien resultó golpeada en ese hecho.
Huella de los golpes que le propugnaron a Yanela Rodríguez Caballero, una agramontina de 56 años. Foto: Yahily Hernández Porto
Para Marcia aquel primer tropiezo con los apátridas sería el inicio de la resistencia del pueblo ante las amenazas y acciones de violencia de los lacayos al servicio del Imperio.
«Fuimos bordeándolos unos 50 metros hasta el parquecito de las calles Matadero y Lugareño. Allí vimos horrores, pues los vandálicos gusanos rompieron motos de policías y les tiraron ladrillos a los oficiales, a uno lo cogieron con un golpe en la cabeza y a los otros por donde les dieran las piedras y palos», recordó la mayor de las hermanas.
«El pueblo no cogió miedo y allí fue el más enardecido enfrentamiento. Ellos vociferaban palabrotas y groserías, y nosotros ripostábamos: «¡Patrio o Muerte, venceremos!». Cuando nos subimos sobre los bancos con la Bandera cubana y gritando ¡Vivan Fidel y Raúl!, no soportaron y nos fueron para arriba. Yo pude esquivar un piñazo, pero sufrí un empujón, mientras que a mi hermana Yanela la golpearon. Fue un muchachón que andaba en una motorina, quien no pudo tener su merecido porque salió desprendido, el muy cobarde, y una mujer que andaba junto a él», dijo Marcia.
Yanela, una señora digna de admirar por sus convicciones, aseveró sin titubeo: «Estos golpes me los dieron en la cara y en el brazo, cuando grité: "Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla. ¡Abajo los apátridas!". Son el reflejo de la cobardía y la mala calaña que salió a las calles en Camagüey; gente baja que se autoproclama "defensores del pueblo cubano", cuando son delincuentes sin moral ni principios. Muchos son traidores al servicio del dinero que les pagan los yanquis, y eso los cubanos y cubanas lo sabemos muy bien».
Y mientras en la extensa llanura se respira tranquilidad y júbilo por la vacunación masiva con Abdala, que inicia la segunda de sus dosis, estas dos hermanas se saben más cubanas: «Somos millones los que defenderemos esta Revolución. El Comandante Fidel no está ni muerto ni muchos menos olvidado», dijeron las Rodríguez Caballero, mientras los vecinos de sus calles las aplaudían y apoyaban.
Huella de los golpes que le propugnaron a Yanela Rodríguez Caballero, una agramontina de 56 años. Foto: Yahily Hernández Porto