En Sancti Spíritus asisten actualmente más de 1 240 personas al Sistema de Atención a la Familia. Autor: Lisandra Gómez Guerra Publicado: 19/01/2021 | 10:50 pm
Una de las polémicas desatadas en Cuba a partir del Día cero de la Tarea Ordenamiento es el incremento de los precios en el Sistema de Atención a la Familia (SAF), debate que ratifica la solidaridad de la sociedad cubana con los más humildes y pone en la agenda pública un servicio de alto valor humano.
JR sondeó el tema en cuatro provincias y encontró inquietudes o desconocimiento en los beneficiados, a la par que constató la voluntad de sostener ese auxilio por parte de los gobiernos locales y los ministerios encargados de hacerlo funcionar.
El SAF es un servicio del Ministerio de Comercio Interior (Mincin) diseñado para personas con limitaciones para procesar en casa su alimento por razones de salud, capacidad física, ingresos, condiciones de la vivienda, no contar con equipos de cocción y/o conservación… En la práctica lo solicitan sobre todo ancianos que viven o permanecen solos, aunque también hay embarazadas y otros casos sociales.
En Mesa Redonda, el jefe de la Comisión de Implementación y Desarrollo de los Lineamientos, Marino Murillo Jorge, detalló que al cierre de diciembre el SAF garantizaba almuerzo y comida elaborada en el día a 76 715 personas. La mayor parte lo pagaba de sus ingresos o con apoyo familiar, y solo el 15,6 por ciento (12 018) dependía de la Asistencia Social.
Algunos comensales recibían 45 pesos adicionales al mes para ese servicio, que se retiraba si no iban al comedor de forma sistemática. Como la reforma general de salarios, pensiones y prestaciones dejó en mejor situación al ciento por ciento de esas personas y el ingreso mínimo de un núcleo protegido es de 1 200 pesos, esos 45 pesos extras ya no se dan.
«La canasta concibe 800 pesos para la alimentación de cada persona, que el Estado garantiza en los núcleos vulnerables. De ahí se paga ese servicio gastronómico», explica Belkis Delgado Cáceres, directora de Prevención, Asistencia y Trabajo Social en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS).
Es un derecho de cada quien decidir si continúa o no en el SAF, incluso si es asistenciado. Si prefiere crear condiciones y cocinar en casa, no se le descontará nada de la prestación, aclaró la directiva. En este primer momento se incrementó a todos los casos ya registrados, teniendo en cuenta la cantidad de personas a proteger en el núcleo. En los próximos meses se revisarán en el país todas las prestaciones, que son ayudas temporales y ajustadas a las circunstancias. Donde haga falta se incrementarán y se eliminarán las no necesarias», detalló.
Arrancada difícil
En este primer mes, buena parte de los clientes evalúan si con su nuevo presupuesto les resulta mejor buscar el alimento por su cuenta o continuar en un servicio cuyos precios dejaron de estar subsidiados. Otros no quieren abandonarlo, pero temen no poder costearlo, como la pinareña Luisa, quien después de varios meses esperando para ser aceptada, ahora no está segura de cuánto dinero le quede para electricidad, medicamentos, aseo y otros productos de primera necesidad.
La idea de la canasta de bienes y servicios de referencia es aún muy abstracta para muchas personas de su generación, y la mayoría no interioriza que si sus ingresos no alcanzan y no tienen familia a la que acudir, pueden pedir ayuda estatal para suplir la diferencia.
El lunes 11 de enero, a la unidad del SAF de la cafetería La Nueva (reparto Hermanos Cruz, en Pinar del Río), a la 1:00 p.m. habían ido a almorzar 29 personas, de las 63 censadas: «Desde que empezaron los nuevos precios la media ha estado por ahí —asegura el administrador José Luis Ordaz Corrales—. En el horario de comida apenas vienen entre seis y diez comensales». Ese día costaba cinco pesos porque el plato fuerte era huevo y el arroz era donado
por el Programa Mundial de Alimentos, pero «puede ascender hasta 11 o 13 pesos cada comida», aclaró.
En la cafetería El Puerto, del municipio de Cienfuegos, un matrimonio de septuagenarios discapacitados explicó a este diario la semana anterior que se acogieron al SAF cuando empezó la pandemia y ahora vienen solo de vez en vez: «Recibíamos la comida con mucho amor, pero a veces de verdad estaba mala, no vamos a engañarnos. No mirábamos la calidad porque casi era regalada. Ahora está muy cara, y si dedicamos 25 pesos diarios cada uno son 1 500 entre los dos, y tenemos que pagar otras cosas».
El maestro retirado espirituano Rolando Brito Grau desde hace cinco años dibuja sus días con los recuerdos. Su esposa falleció y la casa se le hizo inmensa. Entonces acudió al SAF: «La calidad no es mala. A veces la cantidad no llena, pero uno siempre escapa». Hoy cree que no puede seguir, aunque la jubilación creció cinco veces.
Su hijo no vive en Cuba. Como en miles de casos, el Estado no se detiene a preguntar si ayuda en la manutención del padre. «Para nosotros son adultos mayores solos y se brinda la asistencia que demanden», asegura Delgado Cáceres.
El reglano Elio Paz Cabrera, también viudo, se asustó solo al principio: «Si fuera a comer por la calle lo que me dan aquí sería el doble o el triple… si lo encuentro. Además, el trato es extraordinario, la comida buena y elijo lo que me gusta. A mi edad el dinero es para comer: gasto poca corriente y yo
mismo me ocupo de lavar y fregar», dice optimista.
En Sancti Spíritus, 1 242 comensales permanecen vinculados al SAF: el 60 por ciento de los aprobados. En el municipio de La Sierpe se mantienen los 23 comensales censados, explica Ariel Fernández Martín, director del Grupo Empresarial de Comercio y Gastronomía (GECG) en esa provincia.
En Pinar del Río y Cienfuegos seguían asistiendo la mitad de los 2 287 vueltabajeros y 3 153 cienfuegueros censados. En otras provincias las cifras son más altas, y a medida que comprenden sus opciones, muchos se reincorporan, asegura Delgado Cáceres.
En el SAF El Encanto, de Regla, la gran mayoría mantiene el vínculo, y cuando pase el distanciamiento por la pandemia será mejor, porque podrán volver a los juegos de mesa y cumpleaños colectivos, cuenta su administrador, Hamel Sardiñas Martínez.
Hoy la prioridad es dialogar y buscar variantes para una oferta más flexible: «Hay quienes han entendido y retornan», afirma Leiscer Cabezas García, subdirector de Prevención, Asistencia y Trabajo Social en Vueltabajo.
En el caso de la capital cubana a inicios de enero, el promedio de una comida en el SAF quedó fijado en 13 pesos, pero después de un análisis sobre la relación de ingreso con este precio, se redujo a diez pesos. Actualmente estudiantes de las facultades de Derecho, Turismo, Sicología Computación, Historia del Arte y Economía llegan hasta estos establecimientos para conocer las preocupaciones de este sector de la población, junto con autoridades de Trabajo y Seguridad Social. También en el resto del país, delegados y diputados a la Asamblea Nacional realizan recorridos para conocer sus opiniones y canalizarlas, en la búsqueda de soluciones.
Anabel Jardón Valdivia, subdirectora de Prevención, Asistencia y Trabajo Social en Sancti Spíritus, e Ismary Valdés Fernández, especialista del SAF del GECG en Cienfuegos, tienen fe en esa labor persuasiva y se esmeran pensando en los que sí se quedaron, porque confían que todo mejorará.
Es el caso de Jorge Valdés, quien asiste al restaurante El Conquistador, sede actual del SAF Mariana Grajales, en la Ciudad del Yayabo: «Me está saliendo el día entre 18 y 20 pesos porque compro lo que más me gusta. Estoy esperando a que llegue el fin de mes para decidir», dice pragmático.
Joel Castillo Fuentes, director general del GECG cienfueguero, es consciente de que la asistencia ocurre de manera selectiva, sopesando la relación menú-precio. Como en otras provincias, ya se habla de ofertar más de un combo cada día; de permitir que vengan solo al almuerzo o a la comida, o en días alternos, y de estabilizar el servicio de mensajería, reclamo de trabajadoras sociales como la pinareña Mildrey Costa García, preocupada por los que viven más lejos de los comedores y no tienen otra vía mejor para alimentarse.
Retos y sinsabores
¿Pagar más por lo mismo? es la interrogante que plantean quienes ven en el SAF más que una opción. Esas unidades mueven una cantidad importante de recursos, y aunque el precio aumente, debe corresponderse con la calidad del plato final.
Los precios son la causa principal de inquietudes, pero no la única, y por tanto el servicio se revisa integralmente: «Lo que haya que rectificar se rectifica. Es un proceso transversal y complejo», recalcó Murillo Jorge, y dejó claro que hay 700 millones destinados a subsidiar personas, no productos, y no son para cubrir ineficiencias.
La calidad y el gramaje de los productos también mueven la opinión pública, criterio que reconocen los administradores Asdrúval Gerardo y Leonardo Montero, así como el director del GECG en Sancti Spíritus.
Los benefi ciados por el servicio del SAF pueden escoger qué alimento llevar, según sus gustos y precios. Foto: Dorelys Canivell Canal.
El espirituano Jorge Valdés precisa: «Cocinan con lo que tienen, porque si te digo lo que lleva cada plato no lo pueden hacer. A veces donde se pierden es al servir», queja con la que coincide María Teresa Pérez Valdivia, convencida de que hay un turno que nunca le da completa las dos raciones que recoge al mediodía en el SAF El Recreo.
En la capital y la Ciudad del Yayabo hay un aseguramiento para la mayoría de los productos. Cada 15 días se analiza el tema en los Consejos de las Administraciones Municipales con el fin de lograr el balance de las más de 1 100 kilocalorías a garantizar entre proteínas, carbohidratos y hortalizas. Su dificultad ha estado en el acceso a las ensaladas y los condimentos secos, alegan.
El administrador cienfueguero Lisandro Bernardo Rodríguez declaró que reciben productos muy encarecidos, criterio que respalda Castillo Fuentes: «Los proveedores han usado índices hasta tres y cuatro veces superiores a los anteriores para formar sus precios mayoristas».
Por ejemplo, la mercancía de Lácteos Escambray creció casi cinco veces, y el yogur de soya es alimento estable en el menú de esas entidades. La libra de carne de cerdo subió de 14 a 25 pesos en la Perla del Sur, y mucho más en otras ciudades, por tanto, el plato salía entre seis y 13 pesos.
En el SAF El Limón (consejo popular Arriete-Ciego Montero, de Palmira) llegaron a ofertar un menú de 31 pesos que incluía bistec de hígado. Según su administrador, «por la canalita», hasta ahora solo han recibido aceite y sal: «El resto de las cosas nos las agenciamos nosotros».
Alexander Carrillo Salazar, especialista principal del GECG pinareño, asegura que la empresa de Acopio ha incumplido con la entrega de viandas y hortalizas para este mes. Si se abastecieran establemente de cooperativas y organopónicos, bajarían costos y precios. Si se ven forzados a comprar en el mercado minorista, es al revés.
Toca a los gobiernos gestionar suministros de alimento fresco, inocuo y barato, y velar por que lleguen al destino real. El de la capital ya informó ajustes en sus precios y realiza nuevas revisiones, además porque muchos de los productos a usar en enero habían sido adquiridos al costo de diciembre.
Al llegar a El Encanto, encontramos a Sardiñas elaborando las fichas de costo de cada menú, por iniciativa propia. Calculó incluso un margen discreto de ganancia (que cubra salario y electricidad), y ya tiene una propuesta de precios más modesta que la oficial: «Algo que ayude a los abuelos sin dañar al país», afirma desde su vasta experiencia en Gastronomía.
Para no desperdiciar alimentos, las unidades han establecido la rutina de publicar el menú el día antes y que cada usuario haga su pedido. Siempre se elaboran dos o tres raciones por encima, por si llega alguien a última hora.
Números en contexto
Para la ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, lo importante es que las personas realmente necesitadas no dejen el comedor porque consideren alto su precio, y entonces no almuercen o no coman, a riesgo de su salud, cuando se les puede ayudar.
La octogenaria Julia Rodríguez se enteró por la TV del debate sobre el SAF y dice que va «de cañón» a pedir que la incluyan, porque de caminar los mercados y prender su viejo fogón ya está harta. «Yo como poco: con lo que compre en el comedor estaré mejor, ¡y me queda cerquita!», dice entusiasmada.
Aprobar a los nuevos que se acogen al SAF sigue siendo tarea de los gobiernos municipales, a propuesta de los equipos de Trabajo Social, con sede en los consejos populares para facilitar la comunicación. Es función de los líderes de cada comunidad detectar esos nuevos casos y velar por los ya protegidos.
De los actuales beneficiados, el 49 por ciento vive de su jubilación. Si destinan entre 500 y 800 pesos al SAF, eso representa entre el 32 y el 52 por ciento de una chequera mínima (1 528 pesos). Suponiendo que gasten 185 kilowatts al mes (la media del país, que es alta para quien no cocina), el pago de la electricidad no llega al diez por ciento, y para adquirir los productos normados (derecho que conservan), necesitan otro 15 por ciento, incluyendo el aseo.
JR conversó con jubilados y trabajadores que perciben salario mínimo, viven solos y cocinan en casa, y constató que sus proporciones eran similares, pero además destinan buena parte de su tiempo a hacer colas y recorrer puntos para proveerse de alimentos, no siempre con la variedad del SAF, como los potajes, que en la calle están «perdidos» o carísimos.
«Tenemos la esperanza de que esas personas con dudas regresen al sistema, con ayuda estatal si es necesario, siempre que mantengan las condiciones que justificaron su solicitud», ratifica Delgado Cáceres. No todos los casos son iguales, precisa: «Las personas jubiladas o pensionadas no deberían tener a su cargo a otros familiares, pero ocurre,
y en el nuevo análisis se valora esa particularidad».
Juan Carmona Díaz y su esposa Sonia Puentes son beneficiados del SAF vueltabajero desde hace tres años. Ahora, con el incremento de la jubilación, Juan se percató que podría comprarse una lavadora si ahorra unos 500 pesos mensuales: «Mi esposa está postrada.Tengo que lavar sus cosas a mano y de verdad se me hace difícil. Para colmo estoy operado y ahora tengo hasta una hernia por empujar el sillón de ruedas.
«Yo soy jubilado y ella asistenciada. Decidí renunciar a mi cuota en el SAF y venir solo a buscar los alimentos para ella porque no puedo pagar por dos y hacer el ahorrito. Quizá, cuando tenga la lavadora regrese a comer aquí», dice.
Al comentar el caso, Delgado Cáceres explicó que las lavadoras no están incluidas entre los equipos e insumos que Asistencia Social entrega gratuitamente a núcleos protegidos, pero se está valorando esa posibilidad. El presupuesto existe. En 2020 fue difícil ejecutarlo porque el país dejó de producir o importar la mayoría de los recursos previstos.
Por la razón que sea, nadie quedará desamparado, asevera la Ministra. Quienes se sientan en condiciones de vulnerabilidad pueden acercarse al trabajador social de su consejo popular, y en 72 horas se les responderá qué ayuda hay para brindarles.
Este sondeo demuestra que muchas de esas personas no tienen clara esa posibilidad o no saben a dónde ir. Por eso, es tan vital la proactividad de los equipos de trabajo social en estos primeros meses.
Sensibilizado con sus habituales, el personal de las unidades del SAF también ha puesto en práctica sus propios ardides: «Les explicamos la Tarea Ordenamiento y cómo se conforman los menús. Incluso, hemos visitado varias casas para conocer sus preocupaciones», cuenta el espirituano Leonardo Montero Obregón, administrador del SAF El Recreo.
Su homólogo en El Conquistador, Asdrúval Gerardo Baso, dice que algunos se han reincorporado tras la charla, y el reglano Sardiñas Rodríguez explica que pasaron la lista de los ausentes a la trabajadora social y le consta que están yendo a sus casas para valorar qué se precisa para que regresen.
Afortunadamente, la decisión es darles un plazo para adaptarse y ponderar
opciones. Eventualmente, esas cuotas se revisarán, porque en esta quincena la tendencia ha sido a bajar, pero la demanda ha de incrementarse por obvias razones demográficas y otras dinámicas provocadas por el ordenamiento, como el caso de la capitalina Rayza Loredo, que pidió empleo y dejará de cuidar a sus abuelos, para quienes gestionan el SAF.
Más allá de reajustes en los precios a partir de la Tarea Ordenamiento, el SAF constituye un beneficio para quienes se acogen a él. Son personas que necesitan este servicio y el Estado garantiza la ayuda precisa cuando alguien no pueda pagarlo por falta real de ingresos. Nadie, en condiciones de vulnerabilidad, quedará desprotegido.