Cuando cumplieron 15 años, el doctor Vázquez Fernández las acompañó en el festejo. Autor: Norge Santiesteban Publicado: 19/12/2020 | 12:07 pm
Las Tunas.- A las 3:00 pm del 18 de diciembre de 1973, el teléfono del doctor Rafael Vázquez Fernández, cirujano del Hospital Vladimir I. Lenin, en Holguín, comenzó a sonar con insistencia. «Buenas tardes, dígame», contestó el galeno al levantar el auricular. «¿El doctor Vázquez? —preguntó una voz—. ¿Sí? Mire, le habla el doctor Hernández Ojito, del Hospital Materno de Victoria de Las Tunas. Una mujer acaba de parir aquí siamesas. ¿Nos ayudaría a evaluarlas?»
La noticia le cortó el aliento. «¡Siamesas! –exclamó por lo bajo el también profesor de Cirugía de la Universidad de Oriente-. Eso no se ve mucho en Cuba». Y recordó haber leído que la mayor proporción de alumbramientos gemelares se localiza entre los yorubas de Nigeria, donde casi uno de cada 22 partos es gemelar.
No lo pensó dos veces el doctor Vázquez Fernández: «Voy para allá», dijo antes de colgar. Minutos después, abordaba un auto, tomaba la carretera, devoraba los 70 y tantos kilómetros que lo separaban de Victoria de Las Tunas y en cuestión de hora y media echaba pie a tierra frente a la institución sanitaria de la vecina provincia. Ni por asomo sospechaba que días después protagonizaría, junto a otros especialistas, un suceso de inusitada trascendencia en la historia de la Medicina cubana y de América Latina.
La evaluación preliminar
Frente al hospital Mártires de Las Tunas lo aguardaba su colega Hernández Ojito, quien había asistido el parto múltiple junto a la pediatra Clara Bisquet y el doctor Orlando Zaldívar. Sin perder un minuto, pasaron a la sala donde las pequeñas siamesas Maylín y Mayelín Téllez Bruzón —de seis libras de peso cada una— descabezaban su primera siesta terrenal unidas por el abdomen.
El examen preliminar concluyó que se podía intentar su separación. Solicitaron una ambulancia y partieron para el Hospital Lenin, de Holguín, inaugurado ocho años antes. «¡Cuánto han cambiado los tiempos!», dijo para sí el doctor Vázquez Hernández. Y su pensamiento se remontó a la época de los hindúes del siglo XVI, quienes incineraban a las criaturas siamesas tan pronto se asomaban a la vida.
Ya en la Ciudad de los Parques, se constituyó un equipo multidisciplinario para estudiar la factibilidad de separar a las niñas mediante la cirugía. La anestesióloga Pura Avilés, el pediatra Félix Álvarez, el hematólogo Norberto Rodríguez y el doctor Vázquez Fernández les realizaron pruebas cardiovasculares, hematológicas, genéticas, de gases en sangre, radiológicas…
Los resultados fueron esperanzadores. Solo faltaba consultar a los padres. «El triunfo es posible, pero también puede fallar. ¿Acceden a la operación?», les preguntaron. Y ellos accedieron.
Por primera vez se haría en Latinoamérica una intervención de ese tipo. En la bibliografía aparecían otros casos en el mundo, pero no idénticos. La separación fundacional de gemelos siameses se realizó en Francia en 1689. Estaban unidos por el ombligo. Y si de siamesas se trata, las más antiguas eran las inglesas Mary y Eliza Chulkhurst, nacidas en 1110. Vivieron 34 años con un solo par de extremidades superiores e inferiores, un recto y una sola vagina.
En tanto, los gemelos unidos más famosos fueron Chang y Eng Bunker, nacidos en 1811 en Siam, hoy Tailandia. Vivieron hasta los 63 años de edad. Los médicos rechazaron operarlos por tener… ¡un hígado común! Ambos se casaron y procrearon 10 y 12 hijos, respectivamente. Chang fue quien primero murió. A las pocas horas lo hizo Eng. Desde entonces el término siameses designa a este tipo de gemelos.
Se consuma una hazaña médica
Pero sigamos con Maylín y Mayelín. A medianoche del 27 de diciembre de 1973 comenzó el acto quirúrgico, que se extendió por casi dos horas. Por las salas aledañas al quirófano se respiraba una atmósfera de gran expectación. La revista Bohemia lo reseñó así en un reportaje memorable: «Por primera vez en la historia de la Medicina en Cuba se acometía la compleja tarea de intervenir a dos personas al mismo tiempo en un mismo salón, y, en este caso, a dos pequeñas criaturas de solo nueve días de nacidas, ¡y unidas estrechamente por la región abdominal…!».
Se formaron dos grupos para atender diferenciadamente a las siamesas en el acto quirúrgico. En el primero, los doctores Vázquez Fernández, Hernández Ojito y Viamonte asumirían la separación. En el segundo, en una mesa paralela, los doctores Cabrera, Velázquez y Abadía se encargarían de reconstruir sus paredes abdominales, una vez separadas.
«Operamos con un bisturí eléctrico, que corta y evita el sangramiento —declaró luego el doctor Vázquez Fernández—. Enfrentamos tres momentos tensos: la apertura de la cavidad abdominal, el corte del apéndice xifoides y la sección en dos partes iguales del hígado común. Este órgano, por cierto, tenía sistemas independientes para cada niña. De no haber sido así, la operación hubiera resultado fatal para una de ellas. Todos los obstáculos fueron vencidos».
La prestigiosa anestesióloga Pura Avilés también refirió por entonces sus experiencias en aquel acto. «Afrontamos otra dificultad técnica sumamente molesta al proceder a la entubación endotraqueal de las criaturas. Ocurrió por la cercanía de sus caras y por las cabezas poco manejables. Pero logramos resolver también esos inconvenientes».
Fue una victoria sonada y rotunda. El periódico holguinero ¡Ahora!, en la edición del 5 de enero de 1974, resaltó en un gran titular de su primera plana el inusitado suceso: «GRAN ÉXITO DE LA MEDICINA CUBANA». Según la literatura especializada, fue la intervención quirúrgica a siamesas número 132 en la historia de la humanidad. Las nuestras, como se ha dicho, nacieron por parto natural, pero unidas desde el apéndice xifoides hasta la región umbilical.
La maternidad fue otro de los premios que la vida les ofrendó a Maylín y Mayelín. Foto: Norge Santiesteban
Hoy Maylín y Mayelín son dos mujeres completamente normales, que este 18 de diciembre cumplieron 47 años de existencia. Ambas continúan residiendo sin contratiempos ni secuelas en su natal Las Tunas. Además de concederles salud de hierro y notoriedad, a una y a otra la vida les ofreció también la dicha de ser madres.
«En la actualidad no vivimos juntas, pues cada una tiene su propia familia —dice Mayelín—. Pero nos visitamos con frecuencia y estamos al tanto una de la otra para ayudarnos si fuera necesario». Maylín, por su parte, recuerda que «perdimos a nuestra madre hace pocos años. Ella siempre quiso que nos estuviéramos unidas y eso es lo que hacemos».
La separación de las siamesas tuneras se recuerda en una escultura erigida en la Facultad de Ciencias Médicas de Holguín. Es el homenaje a una hazaña de la Medicina cubana que comenzó a mostrarse aquel 18 de diciembre de 1973, cuando el sonido del timbre del teléfono del doctor Vázquez Fernández auguró algo que aún nos llena de asombro.
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