Marilín Leyva Quesada, sobreviviente de la COVID-19 Autor: Hugo García Publicado: 27/08/2020 | 05:26 pm
MATANZAS.— «Me salvé, pero me quedaron secuelas causadas por el nuevo coronavirus», comenta a este diario Marilín Leyva Quesada, de 36 años de edad. Ella fue de las primeras diagnosticadas como positiva a la COVID-19, una experiencia que marca su existencia a cada instante.
«Esto nunca lo voy a olvidar», asegura esta mujer delgada, de baja estatura, ama de casa y excelente conversadora. En las alturas de La Cumbre, en el Consejo Popular Versalles, vive con su esposo, Wilmer Góngora Sosa, quien también fue diagnosticado como positivo.
Ambos estuvieron ingresados durante 14 días en el centro de aislamiento del hospital Mario Muñoz Monroy. Su familia en general ha pasado momentos tristes y conmovedores, que ha relatado a JR en diversas oportunidades.
He sufrido mucho
Con Marilín conversamos telefónicamente. Tras cumplir la cuarentena de rigor en el hogar, decidió viajar al municipio de Guisa, en Granma, para recuperarse en el hogar de su familia, y no ha podido regresar a Matanzas por la compleja situación epidemiológica en el occidente del país.
«Cuando fui diagnosticada como positiva sufrí bastante. Lloré mucho al separarme de mis niños. Ellos dieron negativo, milagrosamente, y esa fue la noticia que nos dio el mayor aliento en el hospital, lo que nos levantó la autoestima para seguir luchando, porque tenía mucho miedo de que fueran a dar positivo y no resistieran.
«Por el sufrimiento y preocupación por esta enfermedad, te aseguro que no haría más colas en toda mi vida, trataría de estar alejada de los tumultos en la calle.
«Me asombra que las personas no entiendan y a pesar de todas las noticias siguen las indisciplinas. No tienen noción de los peligros graves de esta enfermedad, que sí mata. Eso no es juego, todas las personas no responden igual al virus, muchos se salvan como nosotros, pero otros mueren porque el organismo no está preparado. Por eso hay que cuidarse y cumplir con las medidas higiénicas.
«El personal de la salud se esfuerza por salvar vidas y por mucho que han hecho han fallecido decenas de pacientes. Por eso hay que estar tranquilos en las casas y solo salir lo necesario para cuidar a la familia».
—¿Es cierto que sufriste la caída del cabello?
—Sí, y todavía se me sigue cayendo. Me imagino que haya sido por el fuerte estrés, por los nervios. De solo pasarme la mano por la cabeza se me caen mechones de cabellos. En cuanto regrese a Matanzas voy a ver a un sicólogo y chequearme el estómago, porque también me quedó delicado, todos los alimentos me caen mal.
«También he bajado mucho de peso y siento mucho decaimiento. Hay días en que me levanto sin deseos de hacer nada. No he tomado pastillas para los nervios porque con el estómago delicado prefiero solo las infusiones naturales.
«Esto del coronavirus es una tragedia para cualquier familia, y va a estar presente todos los días en mi vida. Tengo miedo de volver a pasar por la misma situación. Si me vuelvo a contagiar no sé qué me sucedería, por eso ahora he extremado las medidas higiénicas y uso bien el nasobuco siempre que salgo a la calle a resolver algún problema o comprar algún alimento, me mantengo alejada de la gente y regreso enseguida».
—¿Qué no olvidaría de esta pandemia?
—Nunca olvidaré el momento en que estaba ingresada en el centro de aislamiento del hospital Mario Muñoz Monroy, sin saber si iba a salir viva o no, pensando que mis niños se me fueran a quedar huérfanos.