Para Casaldáliga, el prelado catalán que vivió en el Gigante sudamericano, Fidel era un «compañero de luchas y esperanzas». Autor: Juventud Rebelde Publicado: 08/08/2020 | 11:33 pm
Este sábado falleció, a los 92 años, Pedro Casaldáliga, obispo emérito de la diócesis católica de São Félix do Araguaia, en el estado de Mato Grosso, donde dedicó su vida a la lucha por los derechos de los pueblos campesinos e indígenas de la Amazonía brasileña.
Casaldáliga, prelado catalán que vivió en el Gigante sudamericano desde 1968, fue uno de los inspiradores de la Teología de la Liberación y mantuvo siempre su admiración por la Revolución Cubana, especialmente por el líder Fidel Castro, a quien le escribiera en 1996:
«Fidel, a estas alturas de tu vida y la mía y de la marcha de nuestros pueblos y de las iglesias más comprometidas con el Evangelio hecho vida e historia, tú y yo podemos muy bien ser al mismo tiempo creyentes y ateos.
«Ateos del Dios del colonialismo y del imperialismo, del capital ególatra y de la exclusión y el hambre y la muerte para las mayorías, con un mundo dividido mortalmente en dos. Y creyentes, por otra parte, del Dios de la Vida y la Fraternidad universal, con un mundo humano único, en la Dignidad respetada por igual de todas las personas y de todos los pueblos.
«Con esta fe, abrazo a todo el pueblo de Martí, en la esperanza de su victoria sobre el bloqueo inicuo, en la defensa de sus conquistas sociales y en la consolidación de una democracia sin privilegiados y sin excluidos, con Pan y con Espíritu, con Justicia y con Libertad; en la hermosa patria de la Isla y en toda la Patria Grande de Nuestra América».
Para Casaldáliga, el capitalismo es un pecado capital. El socialismo puede ser una virtud cardinal: somos hermanos y hermanas, la tierra es para todos y, como repetía Jesús de Nazaret, no se puede servir a dos señores, y el otro señor es precisamente el capital. Cuando el capital es neoliberal, de lucro omnímodo, de mercado total, de exclusión de inmensas mayorías, entonces el pecado capital es abiertamente mortal, decía.
Fue nombrado obispo en 1971, vivió gran parte de su vida en la Amazonía al lado de las tribus indígenas más olvidadas, y pasó décadas de lucha por reformar desde dentro la Iglesia católica, reportó Telesur al dar a conocer su muerte.
Muy admirado en Brasil por su intensa labor social y en defensa de los más pobres, se le conoce como el «Obispo del pueblo» por su defensa de los pueblos indígenas y la lucha contra la violencia en el campo.El prelado catalán fue uno de los fundadores del Consejo Nacional Indígena de su país. Su trabajo en favor de los pueblos originarios le costó en más de una ocasión sufrir amenazas de muerte. Pero Casaldáliga jamás abandonó sus luchas.