Las briquetas se terminan cuando se secan al Sol. Autor: Luz Marina Reyes Caballero Publicado: 07/08/2020 | 06:50 pm
MAJIBACOA, Las Tunas.— «Gracias a la briqueta ya no tengo tizne ni humo en mi cocina», me dice, eufórica, Rosa Brito, una ama de casa que desde hace cuestión de un mes elabora sus alimentos con el auxilio de este tipo de energía alternativa. Y para confirmármelo me muestra sus cazuelas relucientes y sus ojos sin una pizca de irritación.
Pariente cercano del carbón vegetal por su cometido, pero con linaje propio por su composición, la briqueta gana cada día más adeptos en este municipio. Su patrocinador es Rosmagni Pupo Leyva, anirista destacado, técnico de nivel medio en mecanización agrícola, antiguo trabajador del carbón y socio de la Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS) Cuba Va. Él es quien lidera la producción del singular combustible.
Un poco de historia
Las briquetas se utilizan desde que la biomasa reveló sus potencialidades como energía derivada del calor. Fueron los nepaleses de la cordillera del Himalaya los primeros en descubrirlas. Después muchos países las acogieron y varias personalidades se aficionaron a su uso. Entre sus cultores se menciona a Henry Ford, famoso fabricante estadounidense de automóviles, quien en los años 20 de la pasada centuria comprimió aserrín y virutas de madera para usar la amalgama resultante a guisa de combustible en estufas, calderas y hornos.
Pero no son los «ingredientes» referidos los únicos que las componen. Se obtienen también briquetas a partir de bagazo, cáscaras de arroz, ramas de árboles, papel, polvo de carbón y cortezas de coco, entre otros muchos elementos naturales. Su compactación incluye un tratamiento con agua, para que la máquina de moler trabaje mejor y pueda darles forma.
«Nuestras briquetas están hechas con una mezcla de cachaza y carbonilla —expone Rosmagni con una entre las manos—. La cachaza es un residual del proceso fabril azucarero, y nos la proporciona el vecino central Majibacoa; la carbonilla proviene de las partículas y fragmentos del carbón vegetal, y nos la suministra el centro de beneficio de ese rubro exportable, adscrito a la Empresa Agropecuaria Integral».
La mecánica de producción de las briquetas de Majibacoa es simple y rápida. Primero se muele la carbonilla hasta convertirla en polvo. Luego la unen con la cachaza y la humedecen con agua. La biomasa resultante se introduce en un molino —allí lo llaman briqueteadora— que la tritura, comprime y luego la suelta en forma de cilindros de diez centímetros de largo por seis de diámetro mediante dos boquillas.
«Cuando las briquetas salen del molino están todavía blandas —dice Edisnei Pupo, uno de los siete operarios de la minindustria e hijo de Rosmagni—. Por tal motivo, las ponemos sobre unas mesitas llamadas parles y las mantenemos un rato bajo techo para que se vayan fraguando. Luego las sacamos a solearse al patio y, finalmente, las acomodamos encima de los burros, esas mesas grandes donde al cabo de tres o cuatro horas terminan de secarse y solidificarse».
Rosmagni me asegura que su minindustria produce cada día alrededor de 300 kilogramos de briquetas, cifra que podría incrementarse hasta 500 si se ampliara la cubierta de la nave donde laboran, se aumentara el número de parles y se autorizara trasladar un viejo horno que yace en una panadería desactivada. Todo eso mejoraría la capacidad de secado de la fábrica y la convertiría en un referente no solo en el municipio, sino incluso a escala nacional.
Combustible aventajado
Confrontadas con otros tipos de combustible, las briquetas tienen la ventaja de ser totalmente naturales y ecológicas. Su emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero es mínima, y la biomasa de su composición les confiere un poder calorífico importante. En Majibacoa son muchos los que ya se benefician con su uso y han renunciado a la leña para hacer carbón o para utilizarla como combustible, algo también positivo, porque aminora la tala de árboles.
«No quiero mejor combustible que este —manifiesta Argelio Álvarez Torres, cocinero del centro de elaboración de la localidad—. Las briquetas son fáciles de encender y casi no desprenden humo ni olor. Ya no necesitamos restregarnos constantemente los ojos. Pero no es todo: producen un calor permanente que dura cantidad y apenas hacen cenizas. En eso ayuda mucho el nuevo fogón, mejor que el antiguo».
A pesar de que esta minindustria lleva apenas dos meses de labor, ya cuenta con muchos clientes. El Ranchón de la sucursal extrahotelera Palmares figura entre los más asiduos. También diversas unidades de Comercio y Gastronomía, los sectoriales de Deporte y de Salud, la dependencia interna del Gobierno municipal, amas de casa y cuentapropistas. Representantes suyos suelen asistir a las demostraciones prácticas donde Rosmagni y su equipo promueven el uso de este biocombustible.
Rosa Brito me muestra en su cocina cómo procede en el encendido: debajo de la hornilla llena de briquetas pone una hojarasca mojada de petróleo, la hace inflamar con la llama de un fósforo y al instante aquello comienza a crepitar. Acto seguido coloca encima una olla llena de tamales y en media hora nos estamos relamiendo con su rico sabor.
«La briqueta es una opción eficaz para suplir el déficit de combustibles tradicionales en las viviendas y las instalaciones comunitarias —apunta Rosmagni—. En poco tiempo se ha sumado el encadenamiento productivo, pues otras minindustrias del territorio la están utilizando con éxito en sus respectivos perfiles. Estamos investigando y haciendo proyectos para concebir una máquina más eficiente, y para eso recibimos asesoramiento y recursos de la Empresa Agropecuaria Integral a la que pertenece nuestra CCS. Si lográramos estabilizar la producción, podríamos llegar a diez toneladas en el mes, que es una cantidad importante».
Briquetas encendidas
«Desde que en Majibacoa comenzamos a fabricar briquetas, se acabaron las razones para talar árboles con el propósito de emplearlos como combustible doméstico —señala, categórico, Rosmagni—. El corte solo se justifica aquí cuando se realiza para hacer carbón con miras a la exportación. Las Tunas es una provincia destacada en ese aspecto.
«Además de productores de briquetas, nos hemos convertido en sus divulgadores. Incluso, junto con esa especie de marketing adiestramos a las personas y a las entidades interesadas en la construcción de fogones especiales, muy prácticos y nada complicados de fabricar. Solo se necesitan unos pocos ladrillos y barro rojo. Quienes los han hecho les reconocen las ventajas con respecto a los tradicionales».
En Majibacoa, el más joven de los ocho municipios tuneros, siete trabajadores se han propuesto hacer de la fabricación de briquetas un rubro caracterizador del territorio. Ellos necesitan el apoyo de quienes pueden dárselo. Y no solo en recursos, sino además en aliento. Su pequeña industria carece actualmente de la capacidad necesaria para proponerse grandes metas productivas. ¿Pero hasta dónde podrían llegar si se les ayuda?
Rosmagni ha convertido la producción de briquetas en su perfil laboral. Foto: Luz Marina Reyes