Luis Orlando Amores quiso ser pintor, y hoy aprende el oficio de tabaquero, dejando en cada paso una pincelada de su arte. Autor: Carlos Rodríguez Torres Publicado: 02/07/2020 | 08:56 pm
VILLA CLARA.— Tuvo la certeza de que su fervor por la pintura sería la garantía para dominar el nuevo oficio, al que llegó por esas sorpresas inimaginables de la vida.
Al hilvanar la respuesta sobre su debut para dibujar en este lienzo entablado, sobre el cual jamás sospechó crear, terció por la vereda del cómo había llegado a ese instante.
Así el joven Luis Orlando Amores Jiménez fue desgajando, en lenguaje directo y exacto, que todo comenzó por la necesidad de procurarse un salario digno: «Resultó el comienzo, y muy feliz me siento del resultado final».
Ahora, cuando lo veo con manos ágiles y precisas dominar perfectamente el puro que confecciona, le pregunto si cree que era innata su aptitud.
Silencio mientras sus manos acarician el Cohíba, y vuelve su voz con una confesión: «En este oficio, la terminación resulta lo más difícil…
«¿Vocación dice usted? No, prefiero afirmar que ha sido por mi interés en salir adelante y sentirme protagonista de la más genuina tradición manufacturera de nuestro país».
Lidera la lozanía
Para Luis este oficio deviene arte que necesita mucha concentración y paciencia. Foto: Carlos Rodríguez Torres
Luis forma parte de un colectivo de numerosísimos jóvenes que capacitó la Empresa de Tabaco Torcido de Villa Clara, la segunda mayor productora del país, solo aventajada por la perteneciente a Holguín.
Este año la entidad villaclareña, que exhibe alrededor del 50 por ciento de una nómina laboral lozana, va a producir más de 14 700 000 unidades en seis establecimientos de elaboración, ubicados en los municipios de Placetas, Camajuaní, Quemado de Güines, Santa Clara y Manicaragua. En tanto otras cuatro fábricas apoyan en la preparación y terminación del torcido.
Se cuenta con materia prima suficiente de la mejor cualidad, proveniente de las vegas de Pinar del Río, para plasmar esa cantidad, subrayó Yosbel Betancourt Concepción, director de Producción y Desarrollo de una empresa que se distingue nacionalmente por la calidad de sus entregas.
Acá elaboran 14 marcas y 123 surtidos de los más afamados habanos cubanos, como Cohíba, Romeo y Julieta, Partagás, Montecristo y H. Upmann.
La entidad va a buen ritmo en la consecución del programa previsto. Hasta mayo sobrepasaba lo planificado para la exportación y el mercado nacional, a pesar de la afectación por el coronavirus, que implicó resguardar a una parte de los torcedores.
En la producción tabacalera, locomotora económica de la agricultura, se aúnan cabalmente dos cualidades esenciales: buen cultivo de la hoja e igual virtud en la confección del tabaco.
La entidad villaclareña siempre ha estado a la viva para garantizar la fuerza laboral. Actualmente adiestran a 185 jóvenes en cursos de nueve meses para la especialidad de torcedores, quienes después transitan por las distintas etapas de las confecciones, de menor a mayor complejidad.
Arte sobre todo
Luis llegó a la unidad básica de producción Constantino Pérez Carrodeguas, de Santa Clara, para pasar el curso, sin existir en su familia ningún vínculo con esa faena: «Me enteré que lo habían convocado y no lo pensé dos veces».
Ahora está dichoso por aquella decisión, y por haber aprendido el oficio en esta fábrica, insignia en la provincia y un poquito más allá.
Según Andrés Martínez Moreno, director de la entidad, el joven se convirtió en excelente tabaquero. Empezó con la confección de la marca Mareva, un tabaco fino, y ahora resulta muy diestro haciendo el Cohíba Siglo VI, que requiere muchísima calidad.
Juventud y experiencia se combinan en la empresa de tabaco villaclareña. Foto: Ramón Barreras
Él se siente agradecido de todos los que lo han ayudado a desarrollarse en esta entidad, que este año producirá más de 1 200 000 unidades.
Su soltura con las tripas, las capas y la chaveta para darle vida a un magnífico habano se revela en los más de cien de primerísima calidad que deja listos en ocho horas, cifra por encima de la norma.
Para Luis este oficio deviene arte que necesita mucha concentración y paciencia, para no defraudar al mejor tabaco del mundo, cosechado en Pinar del Río por la virtud de sus tierras y el clima, misterios que logran hojas en perfecto estado con extraordinaria elasticidad y sabor.
Confiesa que el buen tabaquero sabe sacarle lo mejor a las hojas mediante el tacto y la vista, que van indicando la cantidad de estas que puede tener un tabaco, porque no todas las hojas poseen el mismo espesor y hay que seleccionar por intuición las adecuadas para las capas.
Un buen ejemplar tiene que quedar entre suave y duro. Además, se debe realizar con extremada eficacia el broche del tabaco, lo más difícil, para lograr aprisionar las capas de la aromática hoja y que queden compactas.
«¿Qué tiene que ver mi amor por la pintura con la confección del tabaco? Sencillo: para hacerlo bien tengo que pintarlo como si fuera un paisaje, pero con la chaveta en la mano.
Luis Orlando Amores Jiménez. Foto: Carlos Rodríguez Torres