Josué País García, Floromiro Bistel Somodevilla y Salvador Pascual Salcedo Autor: Juventud Rebelde Publicado: 29/06/2020 | 10:49 pm
El domingo 30 de junio de 1957 la tiranía batistiana arrancó la vida de tres valerosos jóvenes: Josué, nacido el 28 de diciembre de 1937, no había cumplido los 20 años; Floromiro, tenía 23 y Salvador, 22. Ellos regaron con su sangre las calles santiagueras, en una acción organizada por el Movimiento 26 de Julio, ante la imagen de tranquilidad que la dictadura pretendía dar al país.
El plan revolucionario era situar una potente bomba en la alcantarilla debajo de una tribuna en el céntrico parque Céspedes, en la que estarían compinches y cómplices de todas las atrocidades de Batista.
La detonación se escucharía por la radio en todo el país. De cumplirse lo planificado, se asestaría un fuerte golpe y se demostraría la pujanza de la lucha armada. Pero el azar haría cambiar la suerte.
Al parecer, al limpiarse la calle el agua dañó el mecanismo del artefacto explosivo, preparado desde temprano. Tal situación provocó el desconcierto entre los grupos revolucionarios, pues la señal acordada era precisamente la explosión.
La impaciencia se apoderó de Josué País, hermano menor de Frank, y uno de los jefes de los dos comandos que debían entrar en acción en los alrededores.
Ante la interminable espera, se impuso el sentido del deber y la pasión del joven revolucionario, que acompañado de Floromiro Bistel (Floro), y de Salvador Pascual (Salvita), decidió salir a cumplir la misión asignada.
Mas, cuando el auto en que se trasladaban entró en el Paseo Martí, fue interceptado por una microonda, que les ordenó detenerse. Al no obedecer los jóvenes, en cuestión de minutos los uniformados abrieron fuego contra el vehículo.
Un disparo alcanzó el carro de los revolucionarios, lo cual provocó su impacto contra un poste eléctrico al llegar a la calle Crombet (La Línea), donde otro patrullero los estaba esperando, poniéndolos en medio de dos fuegos.
Cuando el automóvil con una goma averiada finalmente se detuvo, Floro y Salvador estaban muertos pero Josué, herido, continuaba resistiendo. Salió del auto, se protegió tras un muro y siguió defendiéndose a tiros hasta caer abatido, pero con vida. En pocos instantes, fue rematado.
Josué, Floro y Salvador fueron velados juntos, los féretros iban cubiertos con banderas del 26 de Julio y los santiagueros los acompañaron coreando el Himno Nacional. Cuentan que cuando a doña Rosario, que encabezaba la multitud, le sugirieron cerrar la tapa de la caja mortuoria, su respuesta fue: «Quiero que mi hijo vea al pueblo que lo sigue».