Cuba se prepara para la etapa poscoronavirus. Autor: Rosanyela Cabrera Viera Publicado: 08/05/2020 | 08:07 pm
EL PEDRERO, Fomento, Sancti Spíritus.— Loncheras, cucharas, tenedores y vasos con sello de la Empresa de Producciones Plásticas Escambray, enclavada en el vientre del macizo Guamuahaya, se utilizan en la primera línea de la batalla contra la COVID-19 en todo el país.
Son varios los modelos de recipientes y cubiertos desechables «nacidos» en esta comunidad del Plan Turquino espirituano, destinados ahora a pacientes y personal que labora en las instalaciones de salud, en especial las llamadas zonas rojas.
Según explica Héctor Rodríguez González, director de esta empresa, la producción se mantiene con el ritmo habitual en las Unidades Empresariales de Base (UEB) Inyección y FOAM, destinadas a producir loncheras y cubiertos, respectivamente, y además se suma la UEB Termo Formado, donde se obtienen platos y vasos desechables de tres, ocho y 12 onzas.
«El 50 por ciento de la mercancía está destinada al turismo, nuestro cliente fundamental, que todavía tiene alojados miles de turistas en sus instalaciones. El resto se envía a los Consejos de Defensa provinciales. Nos consta que nuestros productos se han transportado ya a centros de asilamiento y hospitales de Santiago de Cuba, Holguín, Camagüey, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus, Villa Clara y La Habana», explicó Rodríguez González.
Adaptables
A juzgar por la rapidez con que acopian cucharas y tenedores y acomodan los vasos en ristras largas y equilibradas, ni el ruido estridente de las máquinas ni el nuevo accesorio que protege los rostros puede menguar el rendimiento de este colectivo.
Acostumbrados a las particularidades de la edificación, los horarios diurnos y nocturnos y ahora también a mantener en jaque al Sars-Cov-2, no ha sido problema sobrecumplir los planes previstos para adecuarse a las circunstancias.
Mayelín Carpio Castillo, operaria de la fábrica, cuenta que en ocho horas llegan a originar de 30 a 35 cajas de cucharas: más de 20 000 en una jornada.
Rosbel Nazco Márquez, director adjunto, añade que sólo en tenedores, una brigada logra producir 22 960 unidades al día, y a esto se suman unos 10 000 platos, 7 000 loncheras y 101 000 vasos desechables.
Las producciones de recipientes y cubiertos desechables se destinan a instalaciones donde se enfrenta de frente al SARS-COV-2. Pie de foto: Rosanyela Cabrera Viera.
Distancia fabril
Los hombres y mujeres de este colectivo, habituados a subir por los serpentinados trillos de la serranía de la región central de Cuba, han aprehendido en su día a día las nuevas medidas. Disciplinadamente mantienen los ojos atentos a cada bocanada de figuras plásticas que expulsa la máquina, pero ahora, para evitar contratiempos, añaden el nasobuco y el metro de distancia entre operarios para prevenir el peor de los incidentes temidos por estos meses: contagiarse y tener que parar la producción.
Bien lo sabe la fomentense Carpio Castillo, quien no le pierde ni pie ni pisada a quienes cruzan por el umbral de la entidad para verificar que utilicen el pomo con agua clorada, así como los jabones ubicados en cada uno de los baños.
Salvas necesarias
Estos artículos, muchas veces considerados de mal gusto o «un lujo» en el servicio gastronómico habitual, hoy resultan imprescindibles en esta lucha epidemiológica, porque además de aliviar las jornadas del personal de apoyo en los hospitales y centros de aislamiento, reducen el riesgo de contagio asociado a la manipulación de otro tipo de recipientes, aseveró a este diario, por vía telefónica, José Manuel Lapeira Casas, voluntario en el centro de aislamiento de Bahía, en La Habana.
Es así como, en este histórico período, cuando la solidaridad es palabra de orden, desde las montañas espirituanas también se contribuye a acorralar un gran problema, gracias a este colectivo que sólo cree en la pandemia del compromiso y la laboriosidad.