Los jóvenes constructores villaclareños han estado a tono con la emergencia del momento. Autor: Ramón Barreras Valdés Publicado: 16/04/2020 | 08:00 pm
SANTA CLARA, Villa Clara.— Ese cubano de raíz genuina y profunda, presta a ayudar al prójimo, surge hoy por doquier, como nunca antes, en circunstancias como la que atravesamos por el nuevo coronavirus. ¿Cuántos gestos de desprendimiento humano se han protagonizado? No caben en estas cuartillas… Y lo poderoso es que lo esgrime tanto el ciudadano calado por los años como el joven rebosante a plenitud con una vida por delante.
Recientemente germinó en Villa Clara uno de esos gestos altruistas, realizado por una brigada de trabajadores no estatales dedicada a la construcción. En breve tiempo estos jóvenes realizaron acciones menores para acondicionar un espacio donde instalar una sala de terapia intensiva en el hospital Celestino Hernández Robau, de Santa Clara.
No lo pensaron dos veces. Había premura en acondicionarla ante la necesidad de ampliar las capacidades de atención a personas contagiadas con la COVID-19, y le entraron con ganas a la tarea.
La convocatoria que se le hizo a la brigada tuvo en cuenta el crédito demostrado en obras del polo turístico del nordeste de Villa Clara, en el hotel La Granjita y la Casa del Chocolate en Santa Clara, entre otras vinculadas a la reanimación de áreas administrativas de empresas e industrias de la provincia, así como la reparación de viviendas afectadas por el huracán Irma.
El grupo, liderado por el joven Rafael Herrera Quintana, levantó paredes utilizando placas de pladur, componente que permite hacerlo con rapidez, para instalar la nueva sala intensivista en un ala del área hospitalaria.
Ante el encargo que les realizaron las autoridades del Gobierno en Villa Clara, la respuesta de ellos fue inmediata, porque «estamos en tiempos de unirnos para el enfrentamiento al coronavirus y ante esa realidad solo cabe pensar en todos», afirmó Herrera Quintana.
Sus palabras llegaban emotivas y resueltas, sin mencionar por cuánto lo hicieron, porque el énfasis estaba en ayudar al sector de la Salud en estos momentos cruciales. Cuando les reconocimos el gesto de hacerlo de manera voluntaria e incluso utilizar hasta sus materiales de construcción, Rafael nos miró de arriba abajo para rematar de inmediato: «Oigan, esto no es nada, había una emergencia para adaptar ese local, solicitaron nuestro apoyo y por nosotros nunca habrá que esperar».
Cuando le comentamos a Herrera Quintana que le entraron con ganas a la obra para terminar pronto, su rostro se tornó tenso y se esfumaron momentáneamente sus palabras ante volver con una frase de ímpetu: «somos hombres de palabra y de aquí no nos íbamos hasta terminar la obra».
En términos parecidos al joven jefe de la brigada hablaron otros integrantes, como Juan Miguel González, Yoismel Vázquez Aguilar y Claudio Romero Silva, quienes coinciden en que, simplemente, «este es nuestro pequeño aporte a una obra de todos para enfrentar al coronavirus».
Fue este un elocuente desprendimiento de estos jóvenes con ese gesto generoso de grandeza, ¡sí!, porque esta jamás se mide por su magnitud material, sino por el inmenso valor humanitario a favor de los demás, más allá de cualquier otra consideración.