Hart siempre tuvo una relación muy especial con las nuevas generaciones. Autor: Roberto Suárez Publicado: 25/11/2019 | 10:49 pm
Siempre que puedo hacerlo es para mí acto de goce y plenitud; su fuerza en las ideas provoca hasta la saciedad y quien cree en la fortaleza y necesidad del ejercicio del pensar; no se aleja de un diálogo sin vendas ni ambages, sin cánones trillados o prestablecidos. Así es dialogar con Hart, una suerte de descubrimiento que nos lleva a lugares insospechados pero significantes, a las honduras de aquello colocado en el centro del diálogo, a lo más armonioso y radical del tema. Así es dialogar con Hart, ejercitar el pensamiento, trabajar con él, desafiarlo: es, sencillamente una necesidad que nos acompaña.
Pude y aún lo hago, después de su partida física, practicar el ineludible diálogo pues se sembró en mí una admiración tan especial por Hart que es parte indisoluble de mi vida, es referente en el pensamiento y la acción revolucionaria, ejemplo de sacrificio y amor por Cuba, por la Patria, es padre y maestro de las generaciones más jóvenes, es guía indispensable; es, como dijera Abel Prieto en un homenaje que la Uneac le realizara:
«Para nosotros Armando Hart es, para siempre, uno de los fundadores, una figura imprescindible de la cultura revolucionaria cubana, un hombre que ha puesto, y pone, cotidianamente, sus energías, su inteligencia y su gran prestigio político en la consolidación del clima cultural, libre y fecundo, que necesita como del oxígeno, nuestra creación. Un hombre que marcó, con su gestión personal, la historia de la cultura cubana después de 1959».
Continúa siendo un reto el diálogo, el debate de ideas, el ejercicio del pensar; y tenemos el deber generacional de promoverlo, provocarlo y alimentarlo; no temerle al pensamiento, ahí está la razón: nos alertaba Martí, desde el siglo XIX, que de pensamiento es la guerra mayor que se nos hace, pues tenemos que ganarla a pensamiento.
Desafío asumido al que nos convoca Armando Hart desde su condición de intelectual comprometido con la causa revolucionaria, de hombre que echó su suerte con los pobres de la Tierra, que siempre nos llamó al vital Diálogo de Generaciones, y fue su guía, lo es desde la altura ética en la que está, especialmente, tomando como base y principio, la cosmovisión martiana que se nutre de la herencia espiritual de nuestra nación y fue la savia de la cultura de hacer política que llevó a cabo Fidel, que distingue la Revolución Cubana.
En ese sentido, quiero acudir a una reflexión de Néstor Kohan sobre la figura de Hart que nos retrata la imagen del héroe y gran pensador, fui testigo de ello, los últimos años de su vida biológica: «(…) Hart está pensado para el futuro, para las nuevas generaciones, para la gente joven que hoy se incorpora a la lucha por otro mundo posible, al proyecto por otro mundo mejor, a la militancia por el socialismo a escala mundial…».
Su vocación por los jóvenes se alimentaba y crecía cada día; fue un fundador, un creador original, un sembrador de ideas y conciencia, un marxista profundo, liberador, despojado de ataduras epidérmicas en su pensamiento. Fue un militante por la humanidad, siempre nos llamó a salvar la familia humana, a preservar la paz, a defender los valores del socialismo. Ahí está su cosmovisión, heredero de la filosofía electiva de la tradición cubana ética, jurídica, cultural y política, su apego a lo más autóctono de la identidad cubana, su motivación constante a dar vuelo a la felicidad.
Con qué satisfacción decimos estas cosas, es que se trata de un ser especial, de un martiano. Como nos dijo en un aniversario del ascenso a la inmortalidad del Apóstol: «Martí sigue vivo y actuante entre nosotros y hoy, al igual que la generación del centenario ayer, que no lo dejó morir a los cien años de su natalicio, cuando Fidel Castro lo proclamó como el autor intelectual de la Revolución Cubana, estamos llamados a preservar para las generaciones presentes y venideras su rico legado y a promover desde la familia, la escuela y los medios de comunicación masiva, sus ideas patrióticas y antimperialistas y a darles continuidad a sus enseñanzas éticas y políticas en el relevo más joven».
Gracias a Hart contamos hoy con epicentros de la batalla cultural de la nación, cultivadores del ideario martiano para las nuevas generaciones, y para todas, porque esta es una causa de todos los dignos. Ahí están la Oficina del Programa Martiano, la Sociedad Cultural José Martí, el Centro de Estudios Martianos, y muy especialmente, el Movimiento Juvenil Martiano, de quien es padre y guía, su Presidente de Honor. Su mensaje a los delegados al 9no. Congreso de la UJC es muy esclarecedor de cuánto Hart confiaba en los jóvenes y su capacidad creadora y revolucionadora:
«En los momentos actuales (…) no podemos descuidar ningún espacio que sirva para dialogar, discutir, razonar, sobre todas las cuestiones de carácter ideológico que preocupan a la juventud. No olviden nunca que el futuro de la nación depende de lo que ustedes sean capaces de hacer en el presente... Recuerden que Marx afirmó que una buena práctica es la mejor teoría. El tiempo que no utilicen ahora para estudiar, trabajar, participar activamente en las tareas de la Revolución, desarrollar buenas proyecciones hacia el futuro, no les permitirá enfrentar las coyunturas del mañana. En el combate ideológico de hoy, es necesaria la profundización en las enseñanzas del Maestro. Los grandes problemas denunciados por Martí en su tiempo han adquirido un nuevo significado y un carácter más peligroso, se está llegando a extremos que están poniendo ya en peligro a la especie humana, y ustedes, los jóvenes cubanos que vivirán en el siglo XXI, solo podrán enfrentar esos riesgos con una mayor preparación política e ideológica y un conocimiento más profundo de la historia».
Con qué respeto nos detenemos ante él, he ahí la elevada estatura moral que lo acompañó siempre. Hay que honrarlo, como dijo Eusebio Leal un día: «Honrar al Doctor Hart es honrar a Cuba, es honrar en Armando la historia de la cultura cubana, la historia de la educación en nuestro país y de todo lo que él significó, en la gesta que la hizo posible...».
Volvamos al diálogo al que nos convocaste Maestro, adelante, juntos en el camino martiano de la idea del bien, con la fuerza de la verdad y las ideas, con el ímpetu juvenil de un verdadero revolucionario.
(*) Texto escrito para el espacio Dialogar, dialogar, en febrero de 2018, que ahora retoma Juventud Rebelde a propósito de cumplirse hoy el segundo aniversario de la desaparición física de Armando Hart