Traslado de los restos del Comandante en jefe Fidel Castro. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 23/11/2019 | 09:20 pm
Sábado 26 de noviembre
En la madrugada suena el teléfono. Largo y tendido. No llegué a tiempo. No pude responder. Pensé que era un equivocado. Un bromista. Tal vez un familiar con noticia poco grata. Avanzó la mañana en un silencio raro. A la hora del café, la radio trajo a casa la tristeza.
Entonces pensé en la paloma sobre el hombro del protagonista de la historia, del mítico, del Caballo. Busco su foto donde aparece en el Ayuntamiento. Un discurso soberbio, altivo y generoso. Una puerta abierta para siempre al corazón de muchos.
Los locos bajitos de la escalera vinieron por fotos, por banderas, por canciones.
En la tarde, un torrencial aguacero anunciaba la semilla, el crecimiento, la continuidad.
En la noche, cenamos frente al televisor.
Domingo 27
Día del Señor. Las iglesias dejaron a un lado las panderetas y los címbalos. Un culto de oración al hombre luz.
Abro al azar el Libro de las Promesas que tengo junto a los discos de Joan Manuel Serrat: He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y verdad. Es el libro de Jeremías. Capítulo 33. Versículo 6. Un profeta de otros tiempos me habla de un profeta de este tiempo, de esta eternidad. Fuimos a firmar el compromiso. No faltaba más. El concepto de Revolución no es una simple planilla. Es un código de honor.
El día se antoja extremadamente luminoso. Desde mi balcón puedo ver La Gran Piedra. Salí por un rato a la carretera que lleva a la Granjita Siboney. Traje unas flores silvestres.
Fuimos a casa de un amigo. Volaron las anécdotas leídas y recordadas.
Se me ocurre decir que si Lezama dijo que Martí es el misterio que nos acompaña, Fidel es el asombro de la permanencia.
Martes 29
Revisé el correo electrónico. Desde Barcelona, Quico y María Antonia nos abrazan y se unen al dolor. Eduardo Méndez, en su inhóspito New Jersey, se pregunta si es verdad. Lina Caffarello y Ángel Kandel, en Buenos Aires, y la Iris en su frío Neuquén, se unen al dolor de la pérdida.
Vuelven los locos bajitos de la escalera a pedir fotos, poemas, banderas.
Miércoles 30
Reunión con Educadores Populares. Compartimos poemas y canciones de Silvio. En tono bajo escuchamos El necio. Casi se nos fue el tiempo en reflexionar por el devenir del país. Las maneras más útiles de seguir el legado.
El Fiel dialoga con el Ernesto, con el Che, con la luz.
Jueves 1ro. de diciembre
De nuevo a la ciudad. Un silencio sonoro, como diría el poeta. Banderas y fotos tremolan.
En la Librería Ateneo me encuentro con Mauri Hernández Correoso, fidelista de marca mayor. Me comparte un texto que quiere llevar a la radio:
Yo contigo
Si trato de llegar hasta tu altura
He de escribir el resto de mis días.
Me niego a abrumarte con palabras.
Fue tuyo el triunfo
Ahora te reinventas como luz
Que a la sombra no le dará tregua.
Eres catalejo y evangelio
Rara avis de transparentes alas.
Podría llamarte mito
Alba
Iluminado.
Eres maestro de juntar
Patria
Pabellón
Escudo.
Siempre serás, Fidel
Yo contigo.
Y el Fiel conversa con el Gallardo. El Ignacio. La Amalia. Firma la Constitución. Cabalga también sobre una palma escrita.
Viernes 2
Avanza el protagonista de la historia. Dicen que cenizas. Yo digo fuego. Hoy en Bayamo. Tres días de peregrinar. Volver al origen. Volver al antiguo nacimiento.
Voy por un pan. El barrio vocinglero y lenguaraz anda de puertas abiertas, pero el corazón callando.
Mi mujer escribe un poema. Me comparte el principio:
Para ser don elegiste venir a este mundo, encarnar un cuerpo hecho de tierra, agua, aire, fuego y troncos… materiales finitos, otrora polvo de estrellas.
Elegiste tener un corazón, esa brújula, aguijón, huésped que no admite impurezas, para que no olvidaras tu origen, ese lugar al que ahora vuelves, totalmente desnudo, hecho luz, así de inapresable, así de eterno.
Me asomo al cielo. Encapotado. La luna me parece cuarto menguante. Parece una nuez, vuelve a decir mi mujer.
Otra vez el himno. Otra vez el clamor.
Sábado 3
La mañana es rotunda. Rutila. Bayamo le cobijó unas horas. La caravana centellea. Se va con los acordes de la clarinada y el himno. De Guisa bajan los agradecidos. Lloran. Vitorean. En Santa Rita meriendan. Le regalan una caja de tabacos. En Jiguaní vuelven a juntarse los mambises. De Dos Ríos y Baire llega un clamor. Tal vez para estos días el Contramaestre no esté crecido, pero allí lo espera su Maestro. Viene del monte. Viene del arroyo de la Sierra. Huele a cedro. Huele a pólvora. El Río Cauto lo sabe.
Sigue la caravana. El armón. Palomas. Gestos. La Cuba profunda tiembla.
Al filo de las 12 entra a la ciudad. Hervidero. Abrazos. Subir lomas hermana hombres. Banderitas en las manos. Corazones en ristre.
Cae la noche. La plaza se desborda. Heroica, rebelde, hospitalaria. El adiós se hace presente.
Domingo 4
Sale el sol en el Oriente. Un hombre se despide breve y profundo del Titán de Bronce. La Avenida Patria es un río de gente. La mañana quiere ser pujante, pero hay un algo, un misterio, un asombro que le impide sobresalir. Luto. Tristeza. Otra vez dolor. Piedra blanca. Piedra negra. Piedra eterna. Entonces se oye la voz del Maestro: «La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida; truécase en polvo el cráneo pensador; pero viven perpetuamente y fructifican los pensamientos que en él se elaboraron».
No habrá monumentos, estatuas, plazas, calles que lleven su nombre. Pero será semilla, metáfora, futuro.
Vendrán los días. Vendrán las luces. Vendrá Fidel.