Todos somos vulnerables de sufrir ciberacoso a través de las redes sociales u otras vías en el mundo digital. Autor: Tomada de www.verte.tv Publicado: 09/11/2019 | 07:51 pm
La pasmosa tranquilidad de un pueblo donde pareciera que «no se mueve ni una hoja» cuando cae la tarde se esfumó de repente, hace poco más de 20 días. El rumor comenzó a correr de boca en boca. Adolescentes y jóvenes naturales del poblado de Maniabón, cercano a la ciudad de Puerto Padre (Las Tunas), fueron víctimas de amenazas, agresiones verbales e insultos mediante la red social Facebook, desde un perfil falso llamado «Maniabón Peres».
Alusiones a sus preferencias sexuales, burlas, chantajes y hasta «propuestas» de retribución monetaria a cambio de chismes, se publicaron a través de esa cuenta en la que se socializaron detalles (verdaderos y falsos) sobre la intimidad de las víctimas. Muchas de ellas no eran conscientes de que estaban siendo objeto de ciberacoso o ciberbullying.
El Caso Maniabón
«A mí no me afectaron en lo particular, pero a mi pueblo sí. Han causado divorcios, pleitos, chusmería, insultos a homosexuales. Hay muchos aterrorizados de ser los siguientes», refirió una profesora de secundaria que nos pidió «ayudar de forma anónima, pues tengo miedo».
Ante estos hechos, Juventud Rebelde contactó con algunos afectados, con el fin de esclarecer lo sucedido. Sahily Ojeda es la madre de uno de los muchachos, de 18 años, víctima del ciberacoso. Cuenta que cuando su hijo le mostró lo que habían publicado, descubrió que también a ella le había enviado una solicitud de amistad.
«Todos los días publicaban algo sobre jóvenes de la localidad. A menudo se burlaban de mi hijo porque es homosexual y tiene pareja estable desde hace dos años. Hace algún tiempo, él fue atendido por depresión severa y no permitiré que, por culpa de algunos homofóbicos, caiga otra vez en depresión», aseguró la madre.
Aunque Eylen Rodríguez reside en Canadá, estos acontecimientos le llegaron muy de cerca, pues están relacionados con familiares y amigos. Así lo contó la muchacha de 18 años. «Publicaron sobre la pareja de mi mamá, tratando de empezar problemas entre ellos. Le escribieron que le pusiera un GPS porque andaba por caminos malos. También ofendieron a mis amigos con palabras homofóbicas y se burlaron del físico de una de mis amigas. Casi hay una pelea, pues un hombre confrontó a un joven del que la gente sospechaba».
Maida Silva, profesora de la secundaria básica Mártires de Maniabón, asegura que cuando abrieron esa cuenta, muchos de sus alumnos comenzaron a preocuparse. «Tenían temor de que publicaran sobre su vida privada. Se preguntaban: ¿de quién hablarán mal hoy?
«Varios profesores debatimos el tema en las aulas para explicarles lo que implica el bullying y cómo pueden defenderse. Desde entonces, varios padres no permiten que sus hijos se conecten a internet, pues esto estaba provocando miedo y ansiedad en muchos adolescentes», cuenta la educadora.
Ante tales hechos, una red de amistades on line se activó desde los últimos días de octubre en franca denuncia contra las actividades del supuesto usuario Maniabón Peres, hasta que Facebook bloqueó la cuenta el 27 de ese mes. No obstante, las consecuencias seguían latiendo entre los pobladores de Maniabón.
Ciberacoso: ¿Cómo reaccionar?
El ciberacoso o cyberbullying no es nuevo en el mundo, ni siquiera en nuestro país, a pesar de que no sea común que las personas dialoguen abiertamente sobre el tema. También conocido como acoso en línea, acoso electrónico o crueldad social en línea, este se refiere a todos los actos de lenguaje producidos por individuos o grupos que utilizan tecnologías digitales, que se publican masiva o repetidamente en canales de comunicación públicos o privados. Su propósito es dañar la sicología, el prestigio social de otra persona o grupo.
Incluye insultos, difusión de rumores, publicación de imágenes vergonzosas, burlas sobre la raza, religión, origen étnico de alguien u orientación sexual.
No pocas investigaciones científicas asociadas al tema en el mundo identifican, entre los efectos experimentados por las víctimas, la ansiedad, la disminución del rendimiento escolar y del nivel de autoestima, así como signos de depresión grave o, incluso, ideación suicida.
Por eso, no es extraño que algunos entrevistados usaran términos como pánico, rabia, hostilidad y furia para resumir sus sentimientos y reacciones.
Una de las víctimas que más encarecidamente nos pidió anonimato, refirió: «Sentí impotencia y por eso lloré tanto la noche que me enteré, porque no solo me herían a mí, sino a las personas que quiero. La publicación de tantas barbaridades por parte de una persona que ni si quiera tiene el valor para dar la cara, mortifica y duele».
Ante estas y otras reacciones asociadas con la inseguridad y la desorientación experimentadas por las víctimas, conversamos con la Doctora Roxanne Castellanos Cabrera, profesora titular de la Facultad de Sicología de la Universidad de La Habana, quien sugiere a los afectados que lo primero «es tratar de funcionar lo menos posible como víctimas, para que ese daño intencionalmente dirigido a ellos no se amplifique por el propio enfrentamiento de las personas.
«Es decir, deben comprender que alguien ha querido perjudicarlos y, en ese sentido, tratar de evitar repercusiones. Como seres humanos, tenemos redes de apoyo (la familia, los amigos…) que deben activarse a favor y no en contra. Hay que afrontar estos hechos saludablemente, con la idea de que no les podemos servir de carnada», dijo.
¿La ley nos protege?
La mayoría de las víctimas refirió haberse sentido desprotegida desde el punto de vista legal. Sin embargo, el Decreto-Ley No. 370 Sobre la informatización de la sociedad en Cuba, del 4 de julio de 2019, deja claro, en el artículo 68, Capítulo I, Título VII, sobre Contravenciones y sanciones asociadas a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y los recursos administrativos para su impugnación, que «difundir a través de las redes públicas de transmisión de datos, información contraria al interés social, la moral, las buenas costumbres y la integridad de las personas», se considera una contravención, siempre que no constituyan delitos. Eso significa que a la persona natural que contravenga lo dispuesto, se le impondrá una multa de 3 000 CUP.
Pero cuando esa utilización de las redes lesiona el honor de otra persona, se puede estar frente a una figura delictiva, según explicó Otto Eduardo Molina Rodríguez, presidente de la Sala Penal del Tribunal Supremo Popular.
El magistrado aseguró que «las personas de Maniabón que han sufrido los insultos no están desprotegidas, porque la Constitución de la República establece, en varios de sus artículos (45, 46, 47 y 48), que las personas tenemos derecho a la integridad física y moral, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz»; y a que se nos respete «la intimidad personal y familiar, su propia imagen y voz, su honor e identidad personal». Es decir, nadie puede atacar nuestra intimidad.
«Igualmente, el Código Penal establece la posibilidad de que puedan ser juzgados por esas conductas en relación con la magnitud y el tipo, por los delitos de difamación, injuria y calumnia», aseveró.
Molina Rodríguez sugiere que si la persona entiende que están afectando su honor, puede dirigirse a un bufete para que un abogado lo asesore en la conducta a seguir. Asimismo, otra alternativa para las víctimas es acudir a la Fiscalía municipal, responsable de velar por el cumplimiento de la legalidad.
Lecciones para el futuro
Lo sucedido en Maniabón muestra lo vulnerables que somos todos de sufrir ciberacoso a través de las redes sociales u otras vías en el mundo digital. Aunque este caso se relacionó más con la sexualidad y la intimidad, el ciberbullying puede orientarse hacia las profesiones, las razas, los aspectos físicos…
Sin pretender ser alarmistas, nadie está exento de ser objeto de la maldad oculta tras una pantalla. El antídoto es la información sobre nuestros derechos, el cuidado con la interacción en las redes con desconocidos y la actitud inteligente y de denuncia que cada caso de acoso merece. Estas pueden ser vías factibles para enfrentar la asechanza sin rostro.