Floro, sentado en la sala de su casa, calculadora en mano, hacía las cuentas de última hora. Esa tarde había llegado de su centro de trabajo lleno de alegría. Fue el día del cobro, y le habían subido el salario. Esto no sucedía desde 1997, cuando finalmente había terminado la universidad para trabajadores y con el título de licenciado en mano, pudo optar por un mejor puesto laboral y una mejor retribución monetaria.
Contaba el dinero una y otra vez, rectificaba los números en la calculadora y se cuestionaba en voz alta: ¿Qué me compraré, qué me compraré? Luego se respondió a sí mismo: No, no, que yo no soy la cucarachita Martina. Tengo que pensar en qué será más provechoso invertir esta plusvalía inesperada.
Siguió meditando, mirando a todos los rincones y murmurando, para tener un mayor referente de las cosas: En aquella esquina, donde estaba el frigidaire y ahora está esa mata, comenzó a filtrar del techo la semana pasada, cuando las tormentas locales. El cemento está carísimo y no aparece por ningún lado…
Miró la planta con cierto cariño y sentenció: Ya la vaguada se fue y la mata no se ve mal ahí, además unas goticas de agua, de vez en cuando, no le vienen nada mal.
En el baño —siguió hablando para sí—, hay que cambiar la llave de ángulo y el latiguillo para que descargue el inodoro. Hasta ahora hemos resuelto echándole agua con el cubito y nadie se ha quejado. Yo creo que eso no mata, además de constituir un buen ejercicio físico y ser saludable. Nadie se ha muerto por cargar un cubito de agua.
Desde hace algunos años queríamos pintar la fachada de la casa que parece un mural prehistórico… Si pones caso al asunto, no se ve tan mal, además ahora está de moda la estética del desastre, por eso hacen los videoclips en solares yermos y derrumbes. Quién quita que me alquilen la casa para un videoclip. La fachada puede esperar, la asumiré como una proyección artística.
Pensó en silencio por un rato. En su boca se dibujó una sonrisa y nuevamente habló para sí. Ya sé, este dinerito «imprevisto» tiene que ser para pasarla bien. Ya se acaba el verano y no hemos ido ni a la tienda a buscar refresco. Siempre trabajando y trabajando, ya es hora de saber cómo se siente ser turista, aunque sea por unas horas. Voy a buscar en los catálogos de Andares o de Isla Azul para ver en cuánto sale un pasadía, aunque sea al Río Almendares. El llamado a la puerta atrajo su atención. Debe ser Florita, pensó. Deja que le diga lo que tengo en mente.
Era el cobrador de la luz. Floro quedó sorprendido al ver el pago plasmado en la pequeña hoja de papel. No pudo evitar la exclamación: ¡¿Yo he gastado tanta electricidad?!
—Estamos en agosto, los ventiladores, el aire acondicionado… En el verano sube un poco todo y por ende el costo, dijo con amabilidad el cobrador y agregó: Por eso hay que ahorrar un poquito de energía.
—El Sol también podría ahorrar un poquito de energía, ¿para qué tanto calor?, respondió Floro sin dejar de mirar el papel.
Como quien va al patíbulo se dirigió a la mesa donde tenía el dinero recién cobrado. Regresó a la puerta dispuesto a efectuar el pago. Otra vez volvió a hablar para sí: Al parecer agosto es un mes complicado, quizá sea mejor ser turista en septiembre.