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Un perseguidor de números

Un joven granmense se quemó las pestañas a tal punto que sobrepasó los cinco puntos en el promedio general de la Universidad, hizo la maestría apenas se graduó, y antes de cumplir 29 abriles era Doctor en Ciencias Económicas

Autores:

Osviel Castro Medel
Geidis Arias Peña

BAYAMO, Granma.— Cuenta su historia como un chispazo y es imposible evitar el embeleso. Se quemó las pestañas a tal punto que sobrepasó los cinco puntos en el promedio general de la Universidad (6,28 por los exámenes de premio), hizo la maestría apenas se graduó, y  antes de cumplir 29 abriles era Doctor en Ciencias Económicas. Sin embargo, todo eso implicó no solo neuronas, también corazón para aniquilar obstáculos.

Su reloj se ha acelerado con investigaciones profundas realizadas a contracorriente, ajetreos para impartir docencia o publicar en revistas, responsabilidades en la dirección y las complejas luchas del presente.

Ibrahín Amhed León Téllez vino al mundo el 4 de diciembre de 1984 para ser, con el paso del tiempo, un perseguidor de los números, tendencia que lo inclinó a la carrera de Contabilidad y Finanzas, la cual cursó en la Universidad de Granma (UDG).

«Tal vez hubiera sido pelotero. Incluso, llegué a la EIDE, pero tuve que abandonarla por una lesión», expresa con una sonrisa este bayamés que hace cinco años llegó a la mencionada jerarquía investigativa.

Claro que no resultó fácil. Hoy mismo rememora que en épocas del doctorado —realizado por la Universidad de Camagüey— estaba inmerso en la construcción y a veces «no tenía ni dónde poner la laptop» por la nube de polvo que rondaba sobre su naciente vivienda.

Pensó, incluso, que en esos atascos no le alcanzarían las horas para terminar la tesis; pero, contra cemento y arena, logró concluir el ejercicio y convertirse en uno de los mejores graduados de su curso curricular.

«Cuando concluyes el doctorado te parece mentira, la gente te felicita, viene una inmensa alegría, pero no lo asimilas, queda la sensación de un vacío inmenso, viene un salto cualitativo en la vida, pero al día siguiente es que comienzas a creer que todo ha terminado o tal vez que ha empezado una nueva etapa, porque vendrá otro punto de partida», dice Amhed, quien se desempeña como máximo responsable del Centro de Estudios de Dirección y Desarrollo Local, adscrito a la Universidad de Granma.

Él no oculta que ser doctor hoy en Cuba no trae incentivos económicos suficientes. Sabe que 150 pesos por esa categoría científica poco significa luego de tantos desvelos, aunque mira el asunto desde otra perspectiva. «En algún momento habrá cambios y será muy bueno, pero las personas que escojan este rumbo tendrán que hacerlo por vocación y no esperando una remuneración alta. La felicidad no puede mirarse solo por lo numérico y yo me siento feliz».

Acreedor de varios premios nacionales y provinciales, como el Raúl León Torrás —otorgado a relevantes economistas— y el de mejor joven investigador de las Ciencias Sociales, concedido por la Academia de Ciencias de Cuba, entre otros, hasta sumar más de 20, Amhed expone que los egresados de las carreras económicas todavía pueden contribuir más a elevar «la cultura económica, la cultura gerencial de nuestras empresas y la cultura estratégica de la administración pública en función de un desarrollo humano sostenible, lo cual debe inducir al desarrollo de las empresas y territorios y para eso habrá que acudir constantemente al conocimiento científico».

Apuesta por el desarrollo

Cuando Juventud Rebelde le preguntó si puede existir una contradicción entre el innegable capital humano cubano y el progreso económico del país sentenció que no debemos olvidar el arrastre de los problemas de una profunda crisis, que conllevó 15 años de crecimiento económico perdido».

«Es cierto que todavía hay una paradoja importante entre el desarrollo del talento humano y el desarrollo económico, pero este tema es demasiado complejo y multifactorial», acotó.

Además, aclaró que el desarrollo «debe ser visto de forma integral y no solo desde una perspectiva economicista. Por ejemplo, Brasil tiene una economía emergente, que es la octava más grande del planeta, en cambio Cuba está 11 puestos por delante de ese país en el Índice de Desarrollo Humano que calcula Naciones Unidas, clasificado como desarrollo humano alto».

Para él está «muy clara la necesidad de lograr un mayor desarrollo económico si queremos sostener y mejorar la calidad de vida de nuestra población, lo cual exige varios cambios estructurales, entre estos tasas de inversión mucho más elevadas que posibiliten sostener los ritmos de crecimiento económico basado en las brechas de la demanda interna y las oportunidades del sector externo, también lograr conexiones más directas entre los centros de generación de resultados científicos y la producción».

Volver a «quemarse»

Amhed habla constantemente del estudio, de la importancia de volver a este una y otra vez. Dice que aunque  algunos jóvenes se han desconectado de la lectura y la investigación, siempre les aconsejaría cultivarse más allá de pupitres.

«Cada día estoy más convencido de que el desarrollo pleno de un pueblo, de una persona, tiene necesariamente que tomar el sendero de la educación; es una máxima martiana materializada por Fidel, a quien siempre estaré agradecido. Le debo mucho a él; a mis padres, por su guía y ejemplo; a mi tutora, a la Universidad de Granma y a la Universidad de Camagüey, y de manera muy especial a la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (Anec)».

Este asociado joven de la Academia de Ciencias de Cuba se autodibuja en el espejo del futuro «totalmente calvo» (sonríe al decirlo) y encauzando a sus retoños, Gian Marcel y Damián Amhed, de cinco y dos años. Mas, acaso, no les inculque mucho las espinosas operaciones matemáticas.

«Quiero consolidar los conocimientos y contribuir a formar nuevos profesionales, seguir haciendo el bien común, por encima de cualquier aureola personal», reafirma con los ojos viajando hacia el porvenir.

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