Ahora retorna a la fotografía. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 09/03/2019 | 10:58 pm
El día en que Roberto Chile se vio asegurando ventanas en su casa porque se acercaba un ciclón, se descubrió extrañado.
Había pasado más de 25 años, cámara en ristre, tomando testimonio de cada actividad de Fidel, y aquel día, en medio de las ráfagas, de pronto «descubrió» que ese era el primer ciclón de su vida de adulto que pasaba con la familia.
Ya sabemos que el Comandante en Jefe era otro meteoro cuando nos azotaba alguno. Y hacía tiempo Chile había asumido que su sino era seguirlo y recoger cada instante, si fuera posible, del ejercicio revolucionario de Fidel «perpetuando su perfil», con esa autenticidad y arte que caracteriza el trabajo del realizador.
Fue tras él a todas partes «sin reparos y sin miedos», como suele decir Chile recordando a Máximo Gómez, lo que lo condujo a 60 viajes por decenas de países, sin contar las incontables visitas y recorridos de trabajo a los lugares más disímiles de la Isla; desde los más cotidianos hasta los actos grandiosos: esos que identifica como «los momentos cruciales de la Patria».
Tantas y tantas horas de filmación ha dejado su labor como camarógrafo cercano al Comandante en Jefe que, a pesar de todo lo mucho publicado, quedan miles de horas en archivo que jamás han sido vistas. Fidel trabajaba mucho, y era imposible publicarlo todo…
Por ello, todavía y después de tanto que nos ha entregado en decenas de documentales, reportajes y fotografías, el realizador puede dar una importante noticia: esos documentos gráficos que «registran momentos importantes de la vida y la acción revolucionaria de Fidel se están digitalizando y, si se hace lo que se piensa, las generaciones actuales y futuras podrán conocer mucho más sobre él».
No es un archivo oculto, puntualiza. «De esa fuente se han nutrido muchos documentalistas e historiadores cubanos que necesitan imágenes, y se les facilitan».
Lo cuenta con el desenfado de siempre y ese aire juvenil y hasta de cierta inocencia con que se conduce; porque si algo no ha perdido nunca este artista de la lente y la realización audiovisual, es la modestia.
La misma modestia de que hace gala ahora que acaba de recibir el Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la vida, que otorga la Unión de Periodistas de Cuba: un galardón que acoge, dice, «como quien no se lo cree, con una gran humildad no ficticia; como quien piensa que todavía le faltan méritos para merecerlo.
«Pero también lo recibo con gratitud. Porque el premio trae amor, y yo lo acojo con el mismo amor».
En mucho de eso tiene razón: es un colega que el gremio admira y quiere. Por eso, tantos estamos disfrutando su premio.
Su destino
Posee también Chile, como todos le llamamos, muchos otros trabajos que no tienen que ver directamente con Fidel.
En medio del fuerte ritmo y rigor que constituyó seguir al Comandante, buscó dar escape a esas otras motivaciones en sus tiempos libres, de donde nacen «esos documentales que he hecho por encargo en algunas ocasiones: por encomiendas del propio Fidel, de algunas instituciones o por propia inspiración, como los que tienen que ver con los artistas de la Plástica, la naturaleza…».
La actitud del líder de la Revolución Cubana facilitó las cosas. Él «nunca nos privó de libertad en nuestra acción creativa. Jamás nos puso límites en nuestros trabajos».
Sin embargo, fue precisamente la labor junto a él, la que desarrolló a Chile como camarógrafo-reportero, vertiente en la que todavía no se había adentrado hasta ese momento, y que definió esa otra faceta de su rumbo profesional.
«De no haber trabajado con Fidel me habría dedicado, posiblemente, a hacer documentales con otra óptica. Ese era un perfil que me atraía y que yo podía emprender. Se trabajaba en cierta quietud: trípode, luces…».
Esa labor como testimoniante gráfico de la actividad del líder de la Revolución quedaría definida el día en que José Miyar Barrueco, «Chomy», quien era secretario del Consejo de Estado, materializó a principios de los años 1980, el sueño de Celia Sánchez de crear un equipo para «seguir» al Comandante.
Antes, Chile había acometido un reportaje histórico sobre Martí ideado por el propio «Chomy» con la asistencia del historiador, Pedro Álvarez Tabío, en aquel entonces director de la Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado —dos compañeros a los que mucho agradece su apoyo—, y como parte de un grupo donde estaban otros colegas.
«Fue el primer trabajo de ese tipo en que participé seriamente. Conocimos la zona oriental de punta a cabo, y resultó una escuela para todos. Aprendimos a filmar, a editar… a hacer de todo».
La Estrella de Fidel: una de las fotos más emblemáticas de su exposición Fidel es Fidel. Fotos: Cortesía del entrevistado
Supo cuál sería la ruta que marcaría su vida, cuando lo escogieron, un día, como camarógrafo para cumplir el deseo del Comandante de tomar filmaciones en la cayería norte de Villa Clara y Ciego de Ávila, donde se construía el pedraplén.
Ya estaba listo Chile para irse, pero una pregunta de Fidel cambió esa decisión, justo la noche anterior. Se celebraba una actividad a la que llegó él y, preocupado como siempre, preguntó: «¿Ya tienen al camarógrafo que va mañana a los cayos?» «Sí, Comandante, todo está listo», le respondieron. Entonces, dando muestra de esa intuición que le caracterizaba, puso la mano sobre el hombro de Chile, y advirtió: «A este no me lo manden, que él anda conmigo…».
«A esa hora hubo que buscar a otro compañero y yo me quedé. Ahí fue cuando me di cuenta de que mi destino iba a ser seguir a Fidel a todas partes…».
Califica la misión como «fuerte, pero atractiva. Una suerte, un privilegio».
«Fidel era imprevisible, incalculable. Cuando uno puede ver que documentó su actividad revolucionaria durante 25 años, siente una gran satisfacción», asegura.
Hubo temporadas en que todos los días «estábamos con él», dice. Pero apenas duda cuando le pregunto qué momento de esas largas estadías con el Comandante recuerda más, o cuál lo puso más a prueba.
«Todos los trabajos tenían sus sorpresas, y cuando menos pensabas que ibas a verte en un momento difícil, te veías».
A veces el reto fue poder llegar a él mismo, porque andaban en un viaje en el exterior y también había que sortear al equipo de seguridad de los países que visitaban, aunque en tales momentos a veces «lo salvaban» los compañeros de la escolta, que lo acogieron como a uno más de ellos aunque Chile nunca haya sido militar.
La lente de Chile captó momentos simbólicos del líder histórico de la Revolución. Fotos: Cortesía del entrevistado
Pero hay un momento tenso para el camarógrafo, que prevalece en sus memorias, cuando lo convocaron para filmar los instantes en que el Comandante en Jefe firmaría su Proclama al Pueblo de Cuba, el 31 de julio de 2006.
«Ya sabíamos que su estado de salud no estaba bien. Cuando llegamos y lo vimos convaleciente, nos dijo: “Los mandé a buscar para filmar este momento, por si hiciera falta”.
«En ese instante Fidel no pensaba en él, ni si sobreviviría o no: pensaba en el futuro de Cuba, en lo que pasaría si no sobrevivía.
«Recuerdo que yo estaba cámara en mano y, de pronto, me miró directamente a mí, y me dijo: “No se desanimen. La Revolución hay que defenderla hasta la última gota de sangre si fuera agredida”.
«Yo le respondí levantando el puño de la mano izquierda: “¡Viva Fidel!”, exclamé. Él levantó su puño, me miró, y el silencio lo dijo todo.
«De ahí salimos a los estudios de la Televisión Cubana, para que se diera esa noticia al mundo».
Esos recuerdos también tienen mucho que ver con la forma en que Chile —quizá uno de los hombres que haya estado más cerca de él por un cuarto de siglo—, lo evoca.
«Lo dije en una entrevista para Cubadebate: cuando lo filmaba a él, yo iba buscando lo grandioso y lo humano.
«Cuando salía con la cámara iba buscando al Fidel gigante de la historia, icónico, con su uniforme, su estampa y su manera de hablarle al pueblo.
«Entonces procuraba los ángulos que me dieran la oportunidad de ponerme con la cámara al nivel de su estatura.
«Pero cuando él se bajaba del podio era un cubano más. Y lo que yo trataba entonces era de seguir su gestualidad: cuando él tocaba a la gente, preguntaba, hacía una broma, se reía...
«Eran dos maneras de ver a Fidel: como el líder, y otra como el ser humano con el que tú podías hablar, como lo hice muchas veces.
«Entonces puedo decirte que yo recuerdo a Fidel con familiaridad. No solo como el estadista, el revolucionario líder de nuestro país. También fue una persona con quien viví momentos diferentes; incluso, ocasiones en que me tuvo que regañar. Pero después venía la mano en el hombro, porque era un hombre de una sensibilidad muy grande. Regañaba y después “pasaba la mano” cuando sabía que había valores en esa persona, y que tenía responsabilidad con su trabajo.
«Junto a él vivimos momentos de tensión, momentos difíciles de la patria, de consagración al trabajo, de humor y festividad… Pudimos verlo enérgico pero también triste, distendido, risueño, feliz porque algo salió como él esperaba.
«Yo, hasta he soñado con él cosas que nunca sucedieron… ¡Y las he soñado!
«Uno lo recuerda así, como un ser humano en todo su esplendor».
Lo primero
Roberto Chile y su familia. Fotos: Cortesía del entrevistado
A quien quiera que no valore la importancia de la sensibilidad innata, y de esa capacidad de emocionar y saber contar de algunas personas, podría sorprender que Roberto Chile sea un profesional virtualmente autodidacta.
Pero no resultará raro para quien conozca de los atributos de un hombre como este, que puede estremecer a los demás porque se estremece antes él y quien, como tiene tanto corazón, sabe dónde están las fibras que hacen latir el de los demás.
Aflora de inmediato el concurso de otros compañeros cuando se le pregunta por sus orígenes como camarógrafo.
Menciona a cineastas laureados que conoció a mediados de la década de 1980; entre ellos Luis García Mesa, de quien recibió las primeras enseñanzas prácticas que fueron, dice, «valiosísimas», y «elementos de cámara que me sirvieron para toda la vida».
Y no olvida, desde luego, a Santiago Álvarez, hacia quien se advierte en él la admiración a un paradigma, y del que recibió lo que para el entonces joven camarógrafo resultó como «combustible», el día en que estando juntos en Brasil, durante uno de los viajes del Comandante, el creador del Noticiero Icaic le dijo, luego de observar la forma en que el bisoño camarógrafo y realizador se las arreglaba para filmarlo todo solo, con una única cámara.
«Oye, le dijo Santiago Álvarez, ¡qué bien tú trabajas!».
La imagen de Fidel que no necesita más que un detalle. Fotos: Cortesía del entrevistado
Chile no se formó académicamente ni como periodista ni como artista, sino como un ingeniero en Telecomunicaciones a quien se le reveló el imán que le arrastra hasta hoy, cuando empezó a laborar con su hermano Ramón en un equipo de realización de videos perteneciente a la Flota Cubana de Pesca.
Usaban entonces «aquellas cámaras minitécnicas, aquellas primeras cámaras portátiles de video, recuerda. Y descubrí que la cámara era la pasión de mi vida».
Empezó a estudiar en libros de edición, fotografía, «y todo lo que tenía que ver con ese trabajo». Pero no olvida a otros que, estima, también le han aportado.
«He tenido también la suerte de trabajar con cineastas y periodistas cubanos y de otras latitudes, y eso te amplía las experiencias, te da un diapasón mayor a la hora de hacer tu labor».
Treinta y cinco años después de aquel despegue, Chile es incapaz de escoger qué le gusta más, si el ejercicio periodístico tras la lente, o el abordaje de lo que en periodismo llamamos «temas fríos».
«Sería como preguntarle a un músico de jazz, capaz de tocar un concierto de Beethoven o Mozart y un danzón, qué le gusta más. Yo pienso que él te diría: “la música”.
«Para mí, resulta igual. En el fondo se trata del arte cinematográfico, de la realización. Y yo me siento tan bien con una cámara en una multitud recibiendo codazos y empujones mientras trato de captar un hecho que está sucediendo, sin perder un solo instante, como también haciendo, de manera pausada, una puesta en escena, o creando un ambiente ficticio que pueda expresar también mis sentimientos, y lo que pienso en cuanto a eso.
«Me siento bien haciendo una cosa y la otra. Cuando dejo de hacer una por mucho tiempo, la extraño. Las dos las disfruto mucho».
Intuyo que si algo ha constatado Roberto Chile es que ambas vertientes no están reñidas, como lo demuestra la realización de su documental Desafío, uno de los que más aprecia y con el que se propuso denunciar y sensibilizar acerca de los daños que nos ocasiona el bloqueo, sin usar una sola cifra.
«Hay muchos ejemplos de documentales que pudieron ser meramente informativos y que, sin embargo, trascendieron más allá de informar por el empleo, por ejemplo, de la música», asevera y agradece a Lisette Vila, y a personalidades como Silvio Rodríguez y al maestro Frank Fernández, «quien con su música hizo volar nuestras imágenes».
También dedica palabras de reconocimiento a sus más cercanos compañeros de equipo, como Salvador Combarros, Juan Matos y Leonardo Diago, entre otros.
«Todo eso nos permitió hacer trabajos que, al menos, demostraban que se estaba buscando algo que no era solo lo noticioso, sino cercano al arte.
«Lo primero que uno descubre es la pasión. Esa conexión del alma y del corazón de uno con lo que hace. Pero eso no es suficiente sin la técnica y lo artístico. Y estuvo también la necesidad de superarme».
Retratar más a Cuba
El fotógrafo y su lente. Fotos: cortesía del entrevistado
Se ha ido rápido la charla, cómodamente instalados en la sala de su casa y auxiliados alguna que otra vez por las puntualizaciones de Vivian González, la compañera que supo afrontar y dirigir el hogar durante las largas ausencias del esposo y a quien Fidel propuso, jocoso pero seguramente convencido, entregarle una medalla el día en que el matrimonio cumplió los 25 años.
Los dos hijos no están ahora, pero afloran durante la conversación cuando ella recuerda los desafíos que venció casi sola con ellos, y Chile le reconoce a Vivian que además de ser el amor de su vida, fuera su bastión.
Cerca de nosotros, la mamá, a sus 95 años, escucha orgullosa el testimonio del hijo. Y aunque el padre ya no está, Chile jamás le olvida y no deja de agradecerle lo que influyó en su vida.
Junto a nosotros, una escultura que reproduce la icónica imagen con apenas la gorra y la estrella que colocó en ella Fidel el día de su reaparición de verde olivo, el 28 de septiembre de 2010, nos conduce por el camino de la fotografía, un sendero que para nada ha sido desconocido a Roberto Chile, y de cuyo dominio tuvimos reciente muestra con la exposición Fidel es Fidel.
Convertir aquella gorra en una escultura es una satisfacción que debe a la ayuda de Dalia Soto del Valle, la compañera del Comandante, quien le respaldó como en tantas otras ocasiones cuando Chile le pidió una gorra similar a la que usara Fidel en aquel discurso, para llevarla a «tercera dimensión».
No deja Chile que yo le coloque «fronteras» a la cámara que es la misma, considera, ya se trate de cine, video, o fotográfica.
Eterno Baraguá, una imagen emblemática. Fotos: Cortesía del entrevistado
La foto fija, como le llama, ya era su afición cuando se inició como documentalista. Pero tuvo que detenerla al dedicarse a la cámara en movimiento.
«Era imposible hacer ambas cosas trabajando con Fidel».
Retomó el empeño con el advenimiento de la fotografía digital, y en algún momento empezó a hacerle fotos al Comandante. Son obras que le complacen, dice.
Hoy, revela, «la fotografía tiene en mi vida un peso igual a la realización audiovisual, o superior. En este momento estoy creando un arsenal más fuerte en la foto fija que en el audiovisual».
Se jubiló, pero no ha dejado de laborar.
«Entre las cosas que quiero hacer está retratar un poco más a Cuba, y creo que pronto tendré la oportunidad de hacerlo. Será con mucho entusiasmo. Yo amo a mi pueblo. A la gente. Salgo con la cámara a cada rato aunque no es mi especialidad, a tomar fotos en las calles.
«Picasso dijo una vez “que la inspiración me sorprenda trabajando”. Y así me ha sorprendido el Premio a mí.
«Mientras tenga fuerza, vitalidad, lucidez, seguiré trabajando y tratando de dar lo mejor de mí. No porque esté inconforme con lo que he hecho, sino porque creo que hay que seguir».