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En nombre del amor y el compromiso

Una mujer pinera testimonia cómo la distancia no ha mellado nunca el buen andar de su matrimonio, a pesar de que ella y su esposo han estado largos períodos de tiempo separados por el cumplimiento de misiones médicas en el extranjero

Autor:

Roberto Díaz Martorell

NUEVA GERONA, Isla de la Juventud.— Sabía que les llevaría entrega y paciencia, que no sería cuestión de poco empeño, que implicaría de ellos muchas dedicación. En 18 años de matrimonio, Yuraika González Carralero y Alexander Labrada Torres han estado separados dos largos períodos de tiempo, durante las misiones que él ha cumplido como médico en el extranjero.

 «Nosotros siempre quisimos tener un hijo como pareja y nunca pudimos. Lo intentamos más de una vez, pero no pudimos. Nos hacía falta tiempo, y la separación que presupone cumplir misión en otros países influyó en la posibilidad de poder cumplir el sueño de la paternidad», dice Yuraika, ya de 47 años de edad, mientras las lágrimas amenazan con rebosar sus ojos.
 «Alex ha cumplido dos misiones fuera de Cuba. La primera fue en Venezuela, y ahora recientemente estuvo en Brasil. Sabemos cuánto representa la lejanía, pero eso hemos sabido sortearlo. Nos sentimos fortalecidos como pareja y como cubanos.
 «No poder concebir juntos, o al menos no seguir intentándolo por darles prioridad a otras metas y tareas, es una decisión de peso que una pareja necesita asumir siempre con respeto y responsabilidad. Él es médico y conoce los riesgos para la salud, ese es un gran sacrificio. Ya es un poco tarde, pero si ocurriera porque el azar quiere que ocurra, lo asumiremos con el mismo amor que una vez lo planificamos», acotó emocionada.
 Unos minutos después, ya con una sonrisa reflejada en el rostro Yuraika confiesa que la salida de Alex para Brasil no fue tan traumática porque ya tenían la experiencia anterior con Venezuela.

«Estábamos un poco acostumbrados a este tipo de ausencia física, porque nos comunicábamos mucho ya que tenemos instalados en casa el servicio de correo de la red infomed con, al menos, 25 horas mensuales para hablar y actualizarnos de sus cosas, de las mías, de la familia, el barrio, los amigos...
 «Siempre en un matrimonio esa separación es muy difícil, incluso mi hijo estaba en la universidad y yo aquí sola. Tenía que tomar decisiones con el niño y ellos se quieren como padre e hijo. Entonces debíamos esperar comunicarnos y la urgencia generaba impaciencia por la necesidad. Había que esperar que el correo le llegara y que respondiera.  
 «Tengo además la fortuna de que su familia y la mía son muy unidas y siempre me prestaron toda la ayuda mientras Alex estuvo de misión. Cualquier cosa, cualquier problema, cualquier situación la enfrentábamos juntos; mi mamá y mi hermana, su papá, mamá y hermano siempre han estado pendientes. En ese sentido no sentí nunca la ausencia, por la parte de la vida en pareja sí, ya que Alex es una persona muy cariñosa conmigo y eso se extraña muchísimo», dijo con pícara mirada.
 La testimoniante reconoce, además, que el sistema de salud en Isla de la Juventud, en especial el policlínico de su área, le prestó toda la atención en ese lapso de tiempo que Alexander no estaba en casa. «El compañero que atiende a los colaboradores fue muy preocupado siempre, no solo cuando me operé de la vesícula, sino que me visitaba con bastante frecuencia y estaba pendiente de mi salud y mi estado de ánimo. Fue como uno más de la familia y eso se agradece.
 «La noticia de la postura del presidente de Brasil no nos cogió de sorpresa. Ya Alex y yo habíamos conversado sobre el tema y la preocupación de que algo como esto sucediera. Para mí el más perjudicado es el pueblo brasileño, ya que le han quitado la oportunidad de contar con servicios básicos de salud en lugares a los que los médicos privados no llegan.
 «Alex se hizo médico porque le gustaba. Yo vivo orgullosa de la profesión de mi esposo, y de que él tenga la posibilidad de brindar sus servicios y conocimientos en cualquier país que lo necesite. Reconforta mucho ver cómo pacientes que él ha tenido en diferentes consultorios en los que ha trabajado, incluso algunos de Venezuela y ahora de Brasil, lo llaman a la casa y mantienen una comunicación afectiva que solo se logra cuando el médico es, además de profesional, humano.
 «Y siento orgullo también porque soy revolucionaria y todo lo que se pueda hacer por la Revolución hay que hacerlo. Ese reconocimiento social en Cuba y en muchas partes del mundo para los galenos, como mi esposo, es algo muy bonito y alienta mucho; es parte de lo que nos convierte en un matrimonio feliz y comprometido», expresó.

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