Eduardo Torres Cuevas. Autor: Roberto Suárez Publicado: 15/09/2018 | 08:00 pm
Eduardo Torres Cuevas no tiene prisa cuando ha accedido de antemano a una conversación, sobre todo si el tema central tiene tanto de definitorio, de trascendental y valioso para el país. Habla despacio y entre una afirmación y otra incluye explicaciones, frases incidentales y hasta crea mapas de conocimientos en una misma respuesta. Lo hemos esperado por casi cuatro horas porque conversar con él así, sin prisa, es una clase.
El director de la Biblioteca Nacional José Martí, presidente de la Academia de Historia de Cuba, el Premio Nacional de Historia y de Ciencias Sociales, y uno de los 33 integrantes de la comisión encargada de la redacción y presentación del Proyecto de Constitución de la República de Cuba, concede a los jóvenes una importancia ineludible a lo largo de todos los procesos revolucionarios desarrollados en Cuba. Para él, referirse a las fortalezas y desafíos de ese grupo poblacional constituye un deber como intelectual revolucionario.
—¿Cuán preparadas se encuentran las nuevas generaciones para asumir la realidad compleja y cambiante que vive el país?
—Esa es una pregunta que se puede hacer en toda época: ¿cuán preparada estaba la generación del ‘95 para hacer una transformación como la que se propuso, en medio de los cambios que esa época tenía? Todas las generaciones viven eso. Lo importante son las épocas y las circunstancias. Esta juventud está mejor preparada que la mía, pues tiene un instrumental a su alcance superior al que tuvimos nosotros. Esta época ofrece mejores instrumentos para conocer.
—¿Y le parece que, ideológicamente, la juventud también está lista para hacer suya la responsabilidad que le corresponde hoy?
—Nunca antes una juventud tuvo un reto tan alto como la cubana. Yo tiendo a creer que hay una parte importante de nuestra juventud que ha sido estudiosa, que ha trabajado y tiene una cultura destacada como antes no la tuvo Cuba. Sin embargo, también sorprenden los espacios vacíos que tenemos.
«Hay un sector de la juventud al cual no le ha llegado el mensaje y hay que estudiar por qué. Tenemos un sector que a veces puede asumir la mentira como verdad en determinados temas a través de los grandes medios de comunicación. Esto forma parte de las guerras mediáticas, las cuales consisten en la preparación de un terreno, con “medias verdades”, “medias mentiras”; con asuntos a los cuales se les da una importancia que no es la que realmente tienen, y otros a los cuales les quitan un por ciento para que parezcan sin importancia. Todo eso es una labor de inteligencia».
—Pero en eso no solo los grandes medios internacionales tienen responsabilidad…
—La diferencia está en el modo de transmitir los mensajes a través de los medios de información. Mientras los grandes medios internacionales trabajan con un lenguaje «de última generación», nosotros usamos instrumentos de comienzos del siglo XX. Tenemos un lenguaje obsoleto.
«Entonces, en qué medida logramos que nuestro mensaje sea capaz de llegar a los jóvenes. La competencia se hace extraordinariamente peligrosa porque a veces nuestras respuestas no tienen ni la inteligencia ni la sagacidad ni la capacidad de estar a la altura de la otra propuesta. En ocasiones es más convincente una mentira bien dicha, que una verdad mal expresada.
«Por ahí está el famoso “paquete”, ¡que mete unos “paquetes”! Y hasta son capaces de mostrarnos nuestra propia historia tergiversada. Ah, pero qué cosa más triste que “los de afuera” pongan la parada y nosotros tengamos que responder.
«Por ejemplo, solo con la explosión de La Coubre, la prensa puede trabajar mil temas. Uno de ellos es la famosa frase de “Patria o Muerte”. Si a los jóvenes se les explica que la consigna surgió en el entierro y que ahí estaban cientos de personas despedazadas, como consecuencia del acto terrorista, entonces sí adquiere sentido y no vale que nadie diga que apostamos por la muerte, como han tratado de descontextualizarla algunos malintencionados».
—Hablando de significados, ¿qué opina sobre la polémica que existe sobre el uso de nuestros símbolos patrios?
—El problema es muy sencillo: ¿de qué le estamos hablando a un joven cubano cuando le mencionamos la bandera? El símbolo nacional, sí, pero no le estamos diciendo qué contenido tiene. Esa bandera posee una simbología para todo tiempo y espacio: es una de las primeras en usar el triángulo equilátero, que es el que tiene sus tres lados y sus tres ángulos iguales. Es la figura geométrica perfecta y significa libertad, igualdad y fraternidad. ¿Esa estrella por qué está ahí? La estrella es el astro con energía y luz propia. Significa la independencia. O sea, que somos capaces de mantenernos independientes porque tenemos energía para eso.
«Es como lo que sucede con la Patria. Uno les está nombrando solo la palabra, pero el significado nadie se los explica: Patria es el femenino de patrius, que significa el padre, así que patria es la madre. Por eso decimos: “nosotros, los hijos de la patria”».
—¿Y es partidario de usar los símbolos en el vestuario, las carteras, los tatuajes…?
—Sí, si se hace con respeto. El mundo hoy se construye con imágenes. Por ejemplo, hace un tiempo observé a dos señoras de glúteos exuberantes usando una licra con la bandera americana. Por ahí andan otras exhibiendo sus potentes senos con la misma bandera. En toda Cuba me encuentro carros con la enseña americana, a veces hasta cruzada con la cubana.
«Me preocupa más eso. Yo no sé si es una estrategia, si es casual o es el turismo. En el mundo, uno va a ver un juego de pelota, de fútbol… y la gente está con su bandera. ¿Entonces uno va a decirles a los cubanos: “oye, tú no”? ¿Tú vas a decir que ese muchacho que lleva en el pecho su bandera no se siente cubano y la lleva sin orgullo?»
—¿Cuál es el reto que tenemos por delante para preservar nuestra identidad ante la avalancha tecnológica actual?
—Cada vez que monto en un avión o en una guagua, miro cuántas personas van leyendo —sobre todo, sus celulares—, y creo que, a pesar de lo que dicen, la gente lee más ahora. El problema es qué se lee. Uno les pone a Don Quijote de la Mancha y es difícil que les interese. Pero en mis tiempos nos lo leímos muy pocos también. No nos engañemos: hay una élite que, en toda generación, se entrega por placer, no por obligación, a la lectura.
«Hoy hablamos de la biblioteca del siglo XXI y no hay que maldecir las tecnologías actuales porque, gracias a ellas, tenemos, por ejemplo, un escáner A-cero para digitalizar todos los periódicos que salen a la luz. En la Biblioteca Nacional ya creamos la Mediateca para que los lectores dispongan de un servidor donde cada vez se acumula más información. Estos son simples ejemplos de cómo podemos utilizar la tecnología a nuestro favor».
—¿Cree entonces que la Patria cuenta con jóvenes que sepan guiarla en el futuro?
—Hay una cantidad enorme de jóvenes inteligentes y capaces que creen en su Patria y sienten por ella. No te voy a decir que está todo claro: hay miles de interrogantes. Yo también tengo preguntas, porque estoy ante una realidad que no pensé ver: tengo los mismos conflictos que muchos jóvenes, vistos quizá con mayor experiencia.
«También tenemos un amplio sector de la juventud que ni siquiera sabe quién es, porque hemos perdido un gran terreno en muchos de ellos debido a que el Período Especial fue tan terrible, que dejó una huella más grande que toda la historia anterior. Por eso ahora tenemos que cultivar cosas».
—A propósito de la consulta popular del Proyecto de Constitución de la República, ¿cuán determinantes son los jóvenes en este proceso?
—Una constitución es también hija de su tiempo y de sus circunstancias. Desde la elaboración de la Constitución de 1976, así como sus reformas, ha pasado un buen tiempo; pero más que tiempo, ha sido acelerado el cambio de circunstancias. Lo que hoy se propone y se debate como proyecto constitucional recoge las aspiraciones de nuestro pueblo y, particularmente, una propuesta más completa y actual que puede interpretarse, en sus contenidos específicos, como una de las más avanzadas del mundo contemporáneo.
«Esa Constitución, la que se aprueba, será la norma suprema que regirá la vida del país, sus asientos éticos y sus principios no solo jurídicos sino formadores de un ciudadano activo que participe en la construcción de una sociedad mejor.
«Este tipo de norma se proyecta hacia el futuro y regula la vida de las sociedades en las cuales han de vivir sus actuales y futuros ciudadanos. ¿Y quién va a ser el factor activo de nuestra sociedad en los próximos años? La juventud cubana y la niñez actual.
«Un rasgo peculiar y único que tiene la reforma constitucional es que se coloca a consulta pública para recoger todos los criterios que en el país puedan existir. Tengo la percepción de que en muchos años no ha ocurrido un interés y una participación tan masiva de jóvenes y no tan jóvenes en el debate sobre la realidad nacional como el que se está llevando a cabo en estos tiempos. Esa es la primera ganancia que tiene este proceso. No es una constitución elaborada y aprobada por un grupo selecto de abogados o parlamentarios, es un proyecto sometido a la voluntad del soberano: el pueblo.
«Como proceso es trascendente que los jóvenes todos participen en él. Porque la segunda ganancia es que cada ciudadano conozca las características de su sociedad, la debata, la comprenda y la convierta en un arma personal para el desarrollo de su propia conciencia cívica, jurídica y social. Es la constitución de los jóvenes, para los jóvenes y por los jóvenes. No es meta, es camino y ellos son los que harán el camino al andar».