Trabajo voluntario de jóvenes cubanos. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 07:02 pm
Como cada lunes, JR Podcast Más que papel, invita a la comunidad de lectores de Juventud Rebelde a debatir sobre un tema. Esta vez, porque honramos de manera especial la memoria del Che Guevara ante la conmemoración del aniversario 50 de su vil asesinato, proponemos el análisis del fenómeno de los trabajos voluntarios en Cuba.
En 2009, cuando se cumplía el medio siglo del primer trabajo voluntario convocado por el Che, JR publicó la historia de la siguiente forma:
«Aquel domingo 22 de noviembre de 1959 no se le ha podido desprender de la memoria a Ramón Sánchez Parra. En esa jornada, con apenas 22 años, retrató al Che para la historia.
Pero ese día lejano espolea su cerebro por otros detalles extraordinarios. En dicha fecha vio estallar de entusiasmo y de locura a Manzanillo, la ciudad de sus amores.
«Fue una locura linda», aclara hoy este hombre que entonces era tipógrafo y que lustros después se convertiría en periodista. «Pocas veces he visto algo así en la vida. Parecía que habían regado alegría en cada esquina. Miles de personas nos concentramos felices desde la madrugada en distintos puntos para salir hacia el Caney de Las Mercedes. Y no fuimos a una fiesta, sino a un trabajo voluntario».
Aquella marejada humana, compuesta por los tirapiedras (trabajadores del calzado), tabaqueros y empleados de diferentes gremios —que se trasladó desde la Ciudad del Golfo en más de 50 grandes camiones— encontró en el Caney a otros miles (campesinos y obreros), también desbordados de entusiasmo.
Allí, en el Caney de Las Mercedes, donde se construía una ciudad escolar —primera obra educacional de la Revolución— se toparían con Ernesto Che Guevara, el promotor principal de la movilización. Aquel encuentro con uno de los líderes del naciente proceso de cambios acrecentó más el arrebato de los convocados.
Sánchez Parra recuerda que antes de iniciarse el trabajo, el Che subió a la cama de un camión y explicó la importancia estratégica de aquella jornada laboral, sin retribución alguna, que si bien no era la primera en Cuba marcaría un antes y un después.
«Cuando él le estaba hablando a la multitud yo le tomé una foto, que se conserva en el presente. A su lado se encontraba el comandante Manuel Piti Fajardo. Todos aplaudieron aquella intervención y partieron hacia los diferentes puestos laborales con un tremendo embullo. El Che fue a la cantera, a picar piedras».
Y es cierto que el espíritu mágico de aquel domingo se calcaría luego cada semana. Walfrido La O Estrada, ya fallecido, recordaba con cierta nostalgia hace cinco años que «en esos trabajos voluntarios no había interrupciones, comenzaban a las siete de la mañana y concluían a las tres de la tarde. Al finalizar, antes del almuerzo del día, se hacía un resumen y se felicitaba a los más destacados. Después tenía lugar una actividad cultural. Fue una etapa muy linda, muy hermosa».
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