Catasús es el único agróstologo (especialista en gramíneas) de Cuba Autor: Osviel Castro Medel Publicado: 17/11/2017 | 07:33 pm
BAYAMO, Granma.— Los jóvenes lo buscan con afán. Unos, porque quieren escuchar sus historias fascinantes, como las que escribió en el Ejército Rebelde o las de su Bayamo natal, donde estuvo preso dos veces por conspirar contra el régimen de Fulgencio Batista; otros, porque desean consultarle sobre las plantas, tema en el que es una enciclopedia, no solo por su título de Doctor en Ciencias Biológicas, o por su condición de ser el único agrostólogo (especialista en gramíneas) de Cuba, sino también porque Luis Joaquín Catasús Guerra ha sembrado como pocos en este mundo.
«En 78 años cuánto puedo haber plantado... empecé sembrando en el Jardín Botánico Nacional, donde trabajé como jardinero», dice en la arrancada del diálogo con JR.
«Yo me río de mí mismo, pero soy serio en lo que debo ser. No puedo olvidar que en mi niñez era bizco y demasiado tímido, aunque superé ambas limitaciones con el paso del tiempo», comenta chistosamente este hombre que el 5 de junio recibió el Premio Nacional de Medio Ambiente.
«Me he casado cinco veces y tengo igual cantidad de hijos, que han nacido en los matrimonios nones; es decir, en el primero, tercero y quinto», añade para tocar sus facetas humanas, que antepone a las del científico.
Y luego vuelve con su carga picaresca: «En ocasiones me olvido de que ya estoy viejo, como me pasó hace dos años al tirarme de un camión, me partí varias costillas; y algo parecido me sucedió cuando me trepé a un arbusto».
—¿Cuántos otros accidentes ha tenido en su labor como botánico?
—Una vez, mientras estudiaba la Urechites lutea (bejuco marrullero), que provoca la muerte súbita del ganado, me di cuenta de que la piel de las manos se me tornó babosa; le hice una alergia tremenda a esa planta, pero debía seguir analizándola.
«Con ese estudio obtuve mi primer premio de la Academia de Ciencias de Cuba. Ya no les hago caso a ninguna de las plantas que me provocan alergia... y son varias».
—¿Cómo es esa historia de que de jardinero llegó a convertirse en Doctor en Ciencias Biológicas?
—Yo ingresé al Ejército Rebelde en 1958, terminé la guerra en Minas de Frío. Después del triunfo revolucionario me quedé en las Fuerzas Armadas, pero por mi carácter temperamental discutí con un superior y decidí licenciarme; entonces llegó la oportunidad de estudiar.
«Quería sicología. Sin embargo, surgió la posibilidad de la Licenciatura en Ciencias Biológicas, en La Habana, y no la desaproveché; eso fue en 1968. Mientras estudiaba también trabajaba como jardinero del Jardín Botánico Nacional, que empezaba a nacer entonces. Obtuve el título de doctor en Ciencias Biológicas en 1987.
—Fue en esa etapa en la que conoció al gran botánico alemán Johannes Bisse.
—Sí, ahí mismo. Bisse era un profundo conocedor de la flora cubana y estuvo entre los fundadores del Jardín Botánico Nacional; llegué a ser su colaborador y alumno ayudante, algo de lo que estoy muy orgulloso. Con él aprendí mucho, me entusiasmaba cada una de sus expediciones a diferentes lugares del país para colectar plantas. se convirtió en un verdadero maestro.
—Hablando de expediciones, ¿cuál es la que más ha disfrutado?
Los jóvenes que se dediquen a la Botánica deben hacerlo con placer.
—No pudiera señalar una; ¡he estado en tantos montes...! No obstante, debo decir que los 45 días que pasé en el desierto de Gobi, en Mongolia, en 1974, resultaron inolvidables. Soñé con ir a la expedición de Antonio Núñez Jiménez, del Amazonas al Caribe, en 1987, pero no pudo ser.
—Agrostología... término raro, ¿por qué optó por esa especialidad dentro de la Botánica?
—Se dedica al estudio de las gramíneas, aquí habitan más de 400 especies; es un mundo muy interesante. Simplemente me hice agrostólogo porque llegó el curso y me seleccionaron; lo concluí en 1982, en el Instituto Komarov, de la antigua URSS.
—Ha estado, además, en Italia, Alemania, España y Angola.
—Sí, pero en el último país no fue por razones profesionales, sino para cumplir una misión internacionalista. Pasé un año allí e, increíblemente, por diversas circunstancias, dirigí por 15 días un hospital siquiátrico.
—¿Es cierto que su vista ha sufrido por estar estudiando las plantas?
—Las gramíneas agrupan no solo al bambú o la caña de azúcar, sino también a muchas de las llamadas «yerbitas», y por eso requieren ser analizadas minuciosamente en el microscopio. Por fijar la vista durante largo rato en el microscopio tuve que operarme los ojos; no veo como quisiera, pero aquí estoy.
—Usted ha dicho varias veces que en Cuba no aprovechamos las potencialidades del bambú.
—Y lo seguiré diciendo. El bambú con su sombra ayuda a eliminar el marabú. Además, de su celulosa se obtiene un papel de primera calidad. La India es una de las primeras productoras mundiales de ese papel, que tiene un gran valor. Puede usarse en la construcción de muebles, que son muy bellos; de casas, también como tejido. Lo primordial es evitar que le caigan bichos. Te digo más: una hectárea de bambú es capaz de fijar en tres o cuatro años de desarrollo 50 toneladas de dióxido de carbono. ¿Y cuánto tarda un bosque en hacer eso? Un tallo de bambú puede crecer de 10 a 30 centímetros en un día, por tanto, en menos de un año ya ha alcanzado su esplendor.
—Ha escrito ocho libros, suma tres premios de la Academia de Ciencias de Cuba y los lauros nacionales Álvaro Reynoso, de Ciencias Agrícolas; Julián Acuña, de la Sociedad Cubana de Botánica; y Guillermo Leyva, de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales, por la obra de la vida. Ahora llega este del medio ambiente.
—Los premios vienen por el esfuerzo, pero lo importante es aportar algo bueno a la sociedad. Este es muy especial porque me hace pensar en el Comandante en Jefe, quien fue nuestro padre ecologista y el primer defensor del medio ambiente.
—¿Si tuviera que ser una planta, un árbol… cuál escogería?
—Un caguairán.
—¿Qué aconsejaría a los jóvenes que se inician en la Botánica?
—Siempre les he dicho a los jóvenes que hagan lo que les gusta, si asumen ser profesionales en este campo, que lo hagan con placer.