Ya en fase recuperativa, Holguín se encuentra lista para prestar ayuda a provincias vecinas. Autor: Juan Pablo Carreras Publicado: 21/09/2017 | 07:05 pm
HOLGUÍN.- La gente aseguró todo lo que pudo y se preparó para lo peor. Hubo quien no durmió en la madrugada del día 8; pero Irma no apareció. «Bah, ¡tanta bulla para esta bobería de llovizna! Aquí no ha pasado nada», provocó un hombre en la capital provincial al leer el rótulo de prensa del carro que nos transportaba durante la mañana del viernes. Pero aquel individuo desconocido tuvo que haberse dado en la nariz cuando los vientos empezaron a azotar.
Suerte que no estuvo en Gibara, porque de lo contrario hubiese sido uno de los curiosos e imprudentes que salieron a filmar las olas o a calcular si llegaban de verdad a los cinco u ocho metros, como habían pronosticado los partes de Meteorología. Con Irma casi en el cogote gibareño, no eran pocos los que creían que el «fenómeno» ya había pasado y se disponían a evaluar, por propia y precipitada iniciativa, la mordida que le dio el mar a la acera del malecón, los desastres en la piscina, los techos perdidos… Después, supongo, todos debieron resguardarse, porque las rachas comenzaron a ser más intensas, casi rondando los 120 km/h.
Claro que esa no es la experiencia destacable; solo es una nota recriminatoria para quienes, en cualquier parte del país, todavía no aprenden la lección de salvaguarda personal que trasmiten la Defensa Civil y los medios de comunicación, de no salir bajo ninguna circunstancia.
Historias huracanadas
A Natael, alguna vez su madre deberá contarle la primera ocasión en que entró a una cueva. Él jamás podría recordarlo, porque apenas tiene nueve meses como para entender que un huracán –el Ike– se metió en su casa sin permiso y se «robó» todo lo que pudo. Por eso ahora Eleidy María, quien vive demasiado cerca del mar, confiesa que tuvo pánico de conocer la fuerza de Irma y no lo dudó cuando le orientaron resguardarse en La Murcielaguina.
Dentro de esta obra protectora, mucha gente anduvo como de excursión, aunque la realidad fuese demasiado seria como para tomársela a la ligera. Cualquiera que posea una casa segura pudiese calificar como un horror pasar un huracán en una cueva, mas la mayoría asegura que «allí no se sienten ni los rugidos del viento» y Luis Daniel Ramírez, de once años, advierte, sin pensarlo ni una vez, que lo que más le gustó fue «la comida y el bienestar».
Durante un ciclón se prueban muchas cosas: la fortaleza de los nervios, la grandeza de la obra revolucionaria, la hermandad entre vecinos y hasta la inventiva y la creatividad. Lo dicen –a varias voces– quienes permanecieron evacuados durante cuatro días en la EIDE Pedro Díaz Coello. Provienen de varios «lugarcitos» del municipio de Cacocum y agradecen la protección brindada. Olga Martínez, de 82 años, residente en el barrio Chucho 7, afirma: «El trato fue muy bueno y me sentí cómoda en la litera que me dieron». Su hija, Marbelis Rodríguez, reconoce la deferencia de ser ubicadas en la Enfermería, junto a «otra familia que también tenía un viejito».
Una experiencia similar la cuenta Ana Rosa Leyva, de Yaguabo, mientras carga a Marisleni, su bebita de un mes de nacida. «Aquí no pasé trabajo porque me dieron un aula para que estuviera cómoda con mi familia».
Pero en el poblado de Cacocum y las zonas de La Agraria y Juan Durán, las imágenes resultaron impactantes debido a la inundación provocada por el río Holguín tras la rotura del dique de contención.
Maritza Hidalgo lo sabe muy bien, porque en las «primeritas horas de la mañana nos dijeron que se había partido y mi hijo se montó en un caballo para investigar. Cuando volvió, casi no pudimos sacar las cosas porque el agua ya venía. Después, esto parecía un mar». Y aunque casi tuvo que nadar –más que correr– porque el agua le «daba por la cintura», no se sintió desprotegida.
Su hermana Mirna le dio abrigo, como a otras 6 personas: «Cómo no iba a socorrer a los demás, si cuando el Ike se me cayó la casa y el Estado me ayudó a construirla. Ahora que es de placa, se la brindé a mis vecinos», explicó luego de que todos habían retornado a sus hogares.
Igual actuó Kenia Quevedo cuando el río Sagua salió de su cauce, se unió con la laguna y avanzó hacia la calle General Rabí, en el municipio de Sagua de Tánamo. Por eso, la segunda planta de su casa se convirtió en albergue donde hubo colchones para todo el que quiso, y mirador para el que optó por hacerle guardia al huracán, hasta que después de las 12 de la noche las aguas comenzaron a bajar.
Estos son los héroes anónimos que «se destapan» en situaciones como las que acabamos de vivir y a los que hay que hacerles justicia de verdad. Como a Adalberto Morales, quien inventó en Cacocum una balsa de poliespuma «del tamaño de una colchoneta», según cuentan sus vecinos, y salvó de la inundación equipos, personas y animales.
O como al famoso Omar Piña Piña, al que algunos llaman «Carcoma». «Pero a usted no le gusta que le digan así, ¿verdad?», lo pincho. «Es verdad, pero qué le voy a hacer, si eso es hasta reconocer que yo corto cualquier tipo de madera, por muy dura que sea».
Este hombre, de 41 años, acumula la experiencia de haber desobstruido carreteras en varias partes de Cuba, con su motosierra de 38 libras de peso, después del paso de tantos huracanes que ni él mismo recuerda el número exacto.
«Cada vez que hay un ciclón, mi mayor preocupación, cuando salgo a trabajar, son mis padres, mi hija y mi esposa; pero este es mi labor y la hago con el mayor amor del mundo. Por eso ya tengo el maletín preparado hace casi una semana para salir hacia donde haga falta».
Lo que Irma nos dejó
En territorio holguinero los daños pudieron ser mayores, si nos atenemos a los pronósticos previos. Y aunque los datos preliminares reportan 2 451 viviendas afectadas, fundamentalmente en las cubiertas; y en la agricultura se cuantifican daños en las plantaciones cañeras, de maíz y yuca, así como en las de plátano, el cálculo objetivo demuestra que para esta zona del país, la etapa recuperativa será mucho menos complicada que en otras regiones cubanas. De hecho, autoridades del turismo, por ejemplo, declararon que en breve el sector estará listo para resolver las afectaciones y recibir una demanda superior de clientes, además de que ya disponen de servicio de agua en la totalidad del polo.
Otro punto a favor lo puso la Central Termoeléctrica Lidio Ramón Pérez, de Felton, que puso todo su esfuerzo para lograr conectarse «en frío» al Sistema Eletroenergético Nacional, titánica tarea que tantos agradecen.
Asimismo, Irma dejó una cantidad considerable de precipitaciones, gracias a lo cual permitió recuperar 84 635 000 metros cúbicos de agua, por lo que los embalses del territorio se encuentran hoy al 70 por ciento de su capacidad.
Igualmente, se ha puesto en práctica una iniciativa del Consejo de Defensa Provincial, surgida como resultado de la experiencia del Matthew, de crear dos tipos de grupos barriales: uno que se encargue, inmediatamente después del paso del huracán, de desobstruir las vías, siempre que sea posible, con los recursos propios, sin esperar a que lleguen las autoridades; y el otro, conformado por dos o tres personas de mucho prestigio en cada zona de defensa, está encargado de realizar un levantamiento previo de los daños sufridos por los vecinos, antes, incluso, de que asistan a esos sitios los grupos de trabajo especializados para evaluar los perjuicios. Esto permite una visión mucho más cercana a la realidad para ayudar a cada cual según la real necesidad que presente.
El paso de Irma por la provincia dejó retos y mucho trabajo por realizar para recuperar en poco tiempo lo afectado. Pudo haberse llevado varios techos, alguna que otra pared o pedazo de malecón; pero nos dejó el compromiso de mirar mucho más allá de nuestras fronteras territoriales, como avizoraba «Carcoma» y ya había orientado el presidente del Consejo de Defensa Provincial, Luis Antonio Torres Iríbar, en varios de sus recorridos por los municipios golpeados. El huracán Irma nos dejó la responsabilidad de extender nuestras manos y equipos, solidariamente, para reconstruir, entre todos, las zonas más afectadas de nuestro país, como hermanos que somos.