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En el borde del ojo trágico

Una vez que el centro de Irma tocó tierra cubana por Cayo Romano, en el Archipiélago Sabana-Camagüey, sus embestidas sobre esa provincia y otras del centro del país se hicieron más demoledoras

Autor:

Yahily Hernández Porto

La voz agitada de una esmeraldense atraviesa el cerco de vientos, lluvias e inundaciones con el que Irma se apoderó del centro de Cuba: «Desde las cuatro de la tarde los soplidos de ese ciclón están sobre nosotros. Esta es una noche de terror. Parecen los coletazos de una bestia. No quiero ni imaginar lo que veremos al amanecer…».

La magia del teléfono, que milagrosamente seguía funcionando tras el rastro del desastre, nos traía el doloroso testimonio de esta mujer desde el norteño municipio camagüeyano.

Eran pasadas las once de la noche del viernes, y para los habitantes del pintoresco poblado, cercano a la entrada del pedraplén que lleva a Cayo Romano y Cayo Cruz, todo era oscuridad, hasta el rumbo que a esas horas seguía el más potente huracán que ha atravesado estos mares e islas.

En un alarde de «Rubiera» clonada, le actualizamos que el famoso meteorólogo, cuya presencia en los partes tanto se ha agradecido por estos días, acababa de anunciar que el ojo del huracán estaba tocando tierra cubana por Cayo Romano, y que por tanto ellos estaban en su mismísimo borde. Para colmo, que sobre ese punto había vuelto a alcanzar la categoría cinco en la escala Saffir-Simpson, por lo que los vientos estarían superando los 250 kilómetros por hora.

«Ahora lo entiendo todo mija. No podía ser de otra manera. Porque aquí está temblando hasta el piso de la casa», nos remarcaba, como para ofrecernos una imagen más dramática de lo que ella y sus vecinos de Esmeralda estaban viviendo.

Cerca de las dos de la madrugada de este sábado, los vientos huracanados del potente organismo meteorológico se alejaban de la extensa llanura agramontina, pero solo lo hacía tras haber impactado destructivamente casi todos los municipios de este territorio, reconocía a la emisora Radio Cadena Agramonte Isabel González Cárdenas, vicepresidenta del Consejo Provincial de Defensa de Camagüey, cuando aún es imposible tener la exacta magnitud de lo ocurrido.

Los mayores daños que dejó a su paso este evento climatológico fueron originados por sus fuertes vientos, que específicamente en Esmeralda azotaron con rachas de hasta 150 kilómetros por hora.

En Playa Jigüey, en la antesala de una zona de cayos con prometedores ímpetus turísticos, las olas alcanzaron los ocho metros de altura. El terraplén que une a Cayo Romano con la provincia está incomunicado en el puente número 12.

En los cayos Cruz y Romano las edificaciones de las diferentes empresas constructoras allí emplazadas muestran serios daños, aunque el personal se encontraba protegido.

El sector agropecuario en los municipios de Minas y Sierra de Cubitas registra perjuicios en varios de sus principales cultivos y no pocas granjas avícolas quedaron destruidas.

El litoral norteño en Playa Santa Lucía revela también daños en sus 21 kilómetros. En el poblado costero de La Boca, y en las comunidades de Tararaco y Residencial el impacto fue particularmente inclemente. En el sector del turismo los daños esenciales se reportan en las cubiertas.

Valoraciones preliminares indican que el sector de la vivienda fue fuertemente embestido, aunque hasta ahora no se reportaban pérdidas de vidas humanas.

Los tendidos eléctricos y de las comunicaciones, pese al milagroso diálogo con la esmeraldeña, no escaparon al paso demoledor del potente ciclón.

En Nuevitas, la termoeléctrica 10 de Octubre detuvo su funcionamiento debido a que sus unidades presentan roturas, mientras en la ciudad agramontina, donde los vientos alcanzaron rachas superiores a los 115 km/h, se reportan daños severos en techos y fachadas, caída de árboles, afectaciones en el servicio eléctrico, en el fondo habitacional y en edificios estatales de envergadura, como el Coliseo deportivo y la cuartería de la céntrica calle Avellaneda.

En casi todo el territorio se anuncia la caída de árboles, la presencia de grandes cantidades de escombros, así como el desprendimiento de cubiertas.

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