Visitar a los lactantes en el hogar es prioridad en la labor asistencial de los médicos de la familia, sobre todo en las zonas de más difícil acceso. Autor: Ana María Domínguez Cruz Publicado: 21/09/2017 | 06:49 pm
Manicaragua, Villa Clara.— Tiene 25 años y es diabético insulinodependiente. Viaja poco más de cien kilómetros, a diario, desde la ciudad de Santa Clara hasta Manicaragua, donde toma una guagua local o un camión para llegar hasta la comunidad rural de Jibacoa, por una empinada carretera.
Cuando apenas el sol comienza a calentar el día, el médico Leodán Puentes Mateo deja atrás la Loma del Sijú, el poblado La Herradura y el manantial El Antojo, y se dispone a trabajar en el policlínico Paula María Morales, en Jibacoa. O va hasta Pico Blanco, 15 kilómetros montaña arriba a cubrir la plaza del médico de esa localidad, que está de pase o de vacaciones, o permanece en Arroyo Bermejo el tiempo necesario, sin que la nostalgia por el calor de su hogar y lo intrincado del poblado lo acongojen.
«Soy osado y pongo en práctica lo que he estudiado, sin pensar en que la enfermera es quien debe hacer un proceder determinado y no yo que soy el médico. He estado solo en el consultorio, en medio de las lomas, y he atendido quemaduras, he curado heridas, he canalizado venas... Con los recursos a la mano, ¿por qué no voy a hacerlo? En estos lugares las comunicaciones son a través de paneles solares y se hace difícil el transporte, por eso hay que hacer las cosas bien.
«Esta es mi oportunidad de aprender y de sentir esa alegría inmensa, que te inunda cuando la gente te agradece el buen trato y la buena atención médica, y deja de reconocerte como el “mediquito”, pues los pocos años de experiencia no justifican el no actuar».
Recién graduado en 2016, Leodán ya guarda en su memoria momentos que pusieron a prueba su entereza. «Recibí hace poco a una anciana con una insuficiencia renal grave y otras morbilidades asociadas, en un cuadro clínico preocupante, y pudo ser remitida al hospital en Santa Clara, gracias a que aquí fue atendida».
Pero de eso se trata, me dice, «de que los profesionales de la salud que permanecen en las montañas seamos capaces de atender a los habitantes de estas comunidades en estos espacios, porque el desplazamiento a otras instituciones hospitalarias puede dificultarse».
Leodán recordó al niño Leandro de Jesús Martínez, quien arribó al policlínico en shock, hipotenso, sin hablar ni reaccionar y, ante la sospecha de meningoencefalitis, fue objeto de todos los exámenes pertinentes. «Le salvamos la vida a ese niño, quien llegó al hospital estabilizado y con el diagnóstico de una otitis media agravada. En menos de 48 horas regresó a su casa, con el tratamiento requerido. Me alegro por eso».
La doctora Yordayka Elda Rivero, directora del policlínico Paula María Morales, reconoce la disposición del joven, interesado en perfeccionar su labor cada día. «Siempre hay un especialista acompañando a los más jóvenes en las guardias, y colegiamos los criterios médicos, pero ellos deben ser capaces de tomar partida ante la demanda de algún paciente».
Leodán aspira a la especialidad de Cardiología, y su enfermedad crónica no será impedimento para lograrlo. «A veces me siento muy cansado, pero acomodo mis cuidados a mi profesión. Yo, más que cualquier otra persona, sé de la importancia de tener un médico cerca, y por eso estoy aquí, para los que viven alejados de las ciudades».
Me invitó a acompañarlo en su recorrido por algunas viviendas, entre ellas la de Marialis Ruiz, madre de la pequeña Ana Marian, y constaté allí el agradecimiento ante la preocupación constante.
«Es importante atender a las embarazadas en cada trimestre, vigilar su gestación al detalle y mantener el mismo rigor con los lactantes. No tenemos muertes maternas ni infantiles, y eso solo se logra si hacemos nuestro trabajo como debe ser».
En el policlínico de Jibacoa se ofrecen las consultas habituales de una institución hospitalaria, incluidas aquellas relacionadas con la aplicación de técnicas de la medicina natural y tradicional. A cualquier hora y en cualquier día, Leodán puede estar allí.