La interacción escuela-museo funciona, pero el maestro puede buscar otras alternativas. Autor: Otoniel Márquez Publicado: 21/09/2017 | 06:38 pm
ARTEMISA.— El niño pasa por la casa cerrada, marcada con el número 2307, en Artemisa. Pregunta, pregunta mucho y, aunque obtiene respuestas, se queda con las ganas de entrar. Sabe que ese local corresponde al museo Manuel Isidro Méndez y conoce de lo que atesora, pero siente deseos de ver, para cerrar los ojos en esta época y abrirlos en otra en que encuentre, en parte, la respuesta a lo que somos hoy.
Tiene la curiosidad que despiertan las ruinas del cafetal Angerona, pero la imaginación no le alcanza y añora ver restaurada al menos una parte, para entender por qué dicen que allí se trataba mejor a los esclavos y los campos de café florecidos semejaban un inmenso jardín.
No obstante, es un niño con suerte: ha visitado varios museos y la abuela le revela quiénes son esos hombres de los bustos, y en la escuela aclara otras dudas, pero conoce más de la historia nacional que de la local, ese pedacito donde debe forjarse, con la ayuda de familiares y maestros, como un ser humano de bien.
Otra suerte corren las bahiahondenses de décimo grado Maila Argudín González e Irni Lázara Rodríguez Díaz, quienes dijeron haber visitado solamente el museo de su municipio, y el ariguanabense de sexto grado Leandro García Martínez, solo conocedor de lo atesorado en el museo de su territorio. Desconocen en buena medida que en tierra artemiseña se ubican lugares donde Maceo protagonizó varios combates, entre ellos el de Cacarajícara, y mucho menos tienen dominio para hablar de la historia provincial.
Aunque a su corta edad no lo perciben, para ellos será difícil entender el pasado y forjarse una identidad propia. Amarán a la Patria en su concepción más amplia, pero les faltarán los argumentos que aportan los personajes, lugares y hechos locales.
Patrimonio en tiempo real
Al decir de Rebeca Figueredo, directora de Patrimonio en la provincia, «Artemisa cuenta con 17 museos, siete Monumentos Nacionales y seis locales. Casi todos están en casas antiguas, con valor histórico, de ahí que el paso del tiempo los ha ido deteriorando y hoy la situación, si bien no es caótica, exige acciones rápidas.
«Tenemos cerrado desde 2015 el Museo Municipal de Artemisa, previsto para el plan de inversiones de 2017; y el de San Cristóbal tiene cerradas cuatro de sus ocho salas. Las ruinas del ingenio Taoro, patrimonio local, están deterioradas y la casa vivienda se derrumbó recientemente. El Complejo Monumentario Antonio Maceo, la casa natal Rubén Martínez Villena, el museo municipal de Guanajay Carlos Baliño y las ruinas de Angerona tampoco tienen buena situación constructiva», precisa.
A la también historiadora del municipio de Guanajay le preocupa la poca sensibilidad de algunos gobiernos locales para asumir las reparaciones. «Estos sitios pertenecen a las administraciones municipales, las que deben destinar recursos para, en primer lugar, conservar, y si fuera necesario, restaurar. La función de nuestra dirección es metodológica, de asesoramiento, y no estamos ajenos a los problemas económicos del país, pero donde ha existido voluntad se han realizado acciones».
Señala como ejemplo positivo el museo de San Antonio de los Baños, reabierto hace apenas un año, luego de varios cerrado. «Allí existe un aula por donde pasan los alumnos del municipio; eso es esencial, porque el niño necesita ver las piezas y tener especialistas que expliquen, máxime cuando en las escuelas escasea la bibliografía y no todos los profesores son conocedores de temas locales».
Sobre las viviendas antiguas que existen en los municipios, con valor patrimonial, la directiva expone que no están bajo su tutela; corresponden a las delegaciones de monumentos, y nadie es responsable de asignar recursos. «Si las personas vienen, las asesoramos, y podemos llegar a consenso».
De lo tangible a lo intangible
El hombre ha preservado por siglos las posesiones de sus antepasados. Los libros resumen una parte, pero nada comparable con el hecho de estar ante objetos que hablan por sí solos. Así lo considera Mabel Martínez Deulofeu, directora del Mausoleo a los Mártires de Artemisa.
«Es difícil enamorar a los estudiantes con el pasado, pero en la medida en que seamos capaces de acercárselo, hacerlo atractivo, recreando sucesos, hablándoles de personajes locales, aumentará el interés. Creo que la interacción escuela-museo es buena, aun en casos como el de Artemisa que se encuentra cerrado, pero falta el vínculo con otros espacios históricos».
La también profesora de Historia halla una relación imprescindible con el patrimonio. «El ser humano por naturaleza tiende a creer más y a fijar más el conocimiento cuando ve, y en la medida en que tiene su patrimonio conservado puede sentirse más orgulloso de su pasado, porque tiene un legado, algo que lo vincula directamente con sus ancestros.
«Cada episodio de la historia nacional tiene su reflejo en un lugar del territorio, o vinculado a un personaje, y qué mejor que la clase in situ. Recuerdo mis experiencias dando la clase del Moncada desde el propio Mausoleo, aquello era especial para los alumnos», comenta.
En coincidencia, Daniel Suárez, presidente de la Unión de Historiadores de Cuba en la provincia, apunta que los profesores no siempre logran un balance entre la historia nacional y la local. Ahonda en el desconocimiento de muchos documentos valiosos y del patrimonio.
Otros frenos al conocimiento
La maestra de quinto grado Marisela González González, del centro mixto Forjadores del Futuro, en Alquízar, añora llevar a sus estudiantes a sitios distantes como el fragmento de la trocha Mariel–Majana, el lugar de la batalla de Cacarajícara, y el mausoleo a los Mártires de Artemisa, pero la falta de un transporte imposibilita estos viajes que en mucho contribuirían al aprendizaje.
También le afecta la escasez de bibliografía: solo cuenta con un folleto de historia local para más de 20 estudiantes. «Este año voy a apoyarme en los padres para lograr al menos uno por equipo», expresa.
Rebeca Figueredo apunta que no todos los municipios cuentan con textos impresos sobre la historia regional y solo están en algunos lugares en formato digital. «Ya logramos recoger en un libro la historia de la provincia y está casi en imprenta. Falta ver su distribución y la inserción en los programas».
A su entender, debe mejorar también la preparación de los profesores que imparten la asignatura. «No siempre historiadores y maestros se unen en pos de la capacitación, y eso impacta negativamente en las clases, como también debilita el carecer de un museo provincial que recoja el devenir de los 11 municipios», considera.
Alejandro Batista Martínez, licenciado en Educación en la especialidad de Marxismo, Leninismo e Historia, explica que «la insuficiente bibliografía y la imposibilidad de trasladar a los estudiantes a lugares históricos demandan del maestro una búsqueda constante de alternativas: fotografiar esos sitios y elaborar un material audiovisual, apoyarse en los museos de los pueblos, entre otras opciones».
Igualmente, señala al patrimonio como la herencia que nos legaron nuestros antepasados y defiende que en la medida en que lo descuidemos, estaremos también olvidando parte de la historia.
La situación del Patrimonio en Artemisa hoy pone en alerta roja a las administraciones locales, responsables de financiar los proyectos de conservación y restauración. De la sensibilidad de cada cual depende la preservación en el tiempo de todo aquello que puede dar luces sobre el pasado.
Igualmente, debe ser prioridad la impresión de textos que aborden esa temática, como también lo debe ser la interacción entre profesores e historiadores en función de esclarecer cuantas dudas puedan surgirles a los estudiantes.
Cada museo cerrado, cada pieza perdida o guardada en un almacén, cada tarja rota o monumento abandonado, deja una huella imborrable en la memoria de los pueblos. Muere también entonces un pedazo de la historia, esa que hizo de nosotros lo que somos hoy y de la que debemos beber a diario para ser mejores seres humanos.